Quienes decidieron beber el agua turbia de la democracia, lo
hicieron por necesidad, no por gusto, … acaso porque ya no tenían de otra. Así
fue entre los norteamericanos que constituyeron la primera democracia total, eran
demasiado belicosos y poderosos como individuos, como para que algunos
aceptaran ser menos que otros. Poco después que nuestros vecinos del norte, en
Europa, la democracia se consumó solo cuando el antiguo régimen agonizaba y con
él, un sistema de privilegios, de señoríos nobiliarios y de desigualdades
insoportables.
La democracia resuelve los problemas que de otra manera
permanecerían a la vista o bajo la piel. En México no tenemos democracia, sino
tan solo un juego de simulaciones, como en todo, donde los partidos políticos
son antidemocráticos hasta las cachas y los candidatos que postulan son simples
afortunados en el juego de mentiras, pero finalmente, la contienda entre ellos tiene que ser “democrática”, pues tienen que determinar cuál se
llevará la mayor parte del botín para distribuirlo entre sus élites, entre sus amigos entrañables y para sosegar sus pasiones y sueños
de grandeza. Este juego de apariencias es indispensable ante el mundo, pues permite simular que somos una
democracia sin serlo.
Los partidos políticos y sus candidatos utilizan todas las armas
que tienen a su alcance, es un hecho que a pesar de que las reglas exigen equidad,
respeto, transparencia, lealtad, en la práctica lo que prevale es precisamente lo contrario: la trampa, la mentira insidiosa o falaz y la absoluta opacidad, pues al construir una democracia de fachada, que es la que tenemos, las debilidades estructurales son muchas y hacen que sea imposible jugar
limpio, a fin de cuentas los candidatos se impusieron dentro de sus partidos con
malas artes y todo tipo de engaños contra sus mismos camaradas, así que la
resultante en esta elección presidencial no es una competencia de principios o de ideas, sino una carrera envilecida donde prevalecen las estrategias más astutas a efecto de engañar al elector y
al contrincante. Aquí están, en esencia, las estrategias de los
candidatos y de sus “partidos”:
Al igual que todos, Gabriel Quadri el candidato del PANAL, es un
político a la vieja usanza, candidato a “dedazo”, político tradicional que llegó
a la candidatura negociando en lo “oscurito” con la dueña de su partido; Su
estrategia consiste precisamente en negar esto y asumirse como un “ciudadano” u
hombre limpio de la mancha de la política y con descaro reclama a sus
contrapartes ser lo que en realidad él mismo es, otro aventurero afortunado con
una candidatura ganada con malas artes y de una manera impublicable, en el
paquete de trucos presenta algunas propuestas del gusto de los tecnócratas y de
los más despiadados apóstoles del libre mercado. Esta estrategia le dio un éxito
limitado en el primer debate, pero esa sorpresa se perdió y es muy probable que su partido o mejor dicho, el de Elba Esther, pierda su registro este 1 de julio.
La estrategia de Enrique Peña Nieto consiste en no despeinarse, en
debatir sin debatir, confrontar sin confrontar, comprometerse a todo y a nada,
pero además en apostar a que el elector perciba que sus contendientes son igual
de antidemocráticos que el PRI, como el PAN donde solo la cúpula decide y manda
y donde el resto de los militantes, son simples borregos; Que la diferencia entre
el PRI y el PAN, consiste en que
mientras para el PAN el botín es para una micro minoría, los amigos del
presidente y los panistas distinguidos (por el presidente), el PRI es “abierto
y moderno”, pues permite que la corrupción “moje a todos”. Con respecto al PRD,
su mensaje se puede sintetizar en esto: “El PRD es otro PRI, pero con un solo dueño:
Andrés Manuel López Obrador, que si bien permite toda la corrupción desde la
puerta de su oficina para afuera, lo cual es bueno, los que administrarían al país y a la
corrupción serían los peores ex priistas: Los del PRI de ayer”. Esta parece una
estrategia rentable, pues a diferencia de todas las de sus contrincantes se basa en "no hacer", se alimenta del dispersante que ocasionó Felipe
Calderón dentro del PAN y los aglutinantes que implican el temor a Andrés
Manuel López Obrador y el rencor a su camarilla de ex priistas, compañeros de
viaje del tabasqueño.
Josefina Vázquez Mota ha jugado no con una estrategia, sino con
varias, la primera fue la de la candidata democráticamente electa, pero ante el
juego de trampas del PAN para elegir candidato, impidiendo al grueso de la
militancia participar como precandidatos en la presidencial, esta estrategia
resultó un fracaso, la siguiente fue la de deslindarse del gran corruptor del
PAN, Felipe Calderón, pero ante el temor de carecer de su apoyo y con dudas
sobre su propia valía, dio marcha atrás, la tercera y que es en la que se
encuentra, consiste en ser la candidata de Felipe Calderón, por lo que parece
una promotora del actual gobierno e incluso se rodeó de los parientes y amigos
del presidente, precisamente los que hundieron al PAN. Las tres estrategias,
sumadas o separadas, son estrategias perdedoras, a pesar de que los “expertos
en imagen” le cambiaron a Josefina la forma de hablar al quitarle ese sonsonete
espantoso con que hablaba, le encontraron al fin su mejor perfil femenino, pues
intentaron todos, desde el de una madre mexicana más, al de la candidata de
buen chamorro, para quedar en la señora ejecutiva, campeona del feminismo, que
propone castigar a los maridos que no voten, como les indiquen sus esposas, con
una huelga nacional de “cuchi cuchi”. Al menos al final, dará algo para recordarla.
Al último dejamos a Andrés Manuel López Obrador, que es tal vez el
candidato que más estrategias ha elaborado en su largo camino, desde ser el Martin
Lutero de México, el Benito Juárez del siglo XXI, nuestro Franklin Delano Roosevelt
y todo eso en el mismo paquete de gran reformador. También aspiró ser el gran
nacionalizador, el enemigo del capitalismo y del neo liberalismo, el Atila de
nuestras instituciones, hasta convertirse con el tiempo en el hombre cuyo
corazón es un turrón de azúcar, amoroso y preocupado por el ecumenismo
religioso de los mexicanos, es también el gran arquitecto de los proyectos más fantásticos
de la humanidad, como los ferrocarriles subterréanos que unirían el Pacífico
con el Atlántico, o el creador de nuestro “New Deal”, no cabe duda, lo ha
intentado todo, se entrevistó con el vicepresidente de Estados Unidos, asistió
a la visita del Santo Padre y se sometió a un tratamiento de empujones e
imposición de manos por la cumbre de ministros evangélicos de todas las
denominaciones, se proclama de izquierdas y se proclama defensor de todos
los grandes inversionistas mexicanos, se preocupa por la salud de sus
contrincantes. Tiene una memoria ligera cuando se trata de recordar a sus aliados como Bejarano y de elefante para recordar los agravios sufridos, es el único que se proclama a la menor provocación como honesto, limpio y probo, sin que nadie lo haya contradicho. AMLO es en este momento un hombre solitario rodeado de una multitud, vive su campaña y su guerra santa, pero en este momento, las estrategias se acabaron, la última es la del "yupi, yupi ya ganamos", no hay tiempo para más, finalmente tantos personajes y tantas posturas agotaron su imaginación desbordada.
Así nuestros candidatos viven dos estrategias generales, las de hacer algo extraordinario, algo que cimbre a todos o las de no hacer nada, dejar que el juicio madurado en años prevalezca, ese es el punto de quiebre en esta elección donde las estrategias están en la orden del día, pero se desgastaron en tanto el tiempo se acabó y no parece que haya nada que haya conmovido a los electores ¿Acaso puedan hacerlo nuestros jóvenes y sus poderes misteriosos?
Por Antonio Limón López