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ESTADOS UNIDOS HUACHICOLEROS

En los Medios de comunicación el Huachicolero es un delincuente, un criminal que clandestinamente perfora las tuberías de PEMEX para robar y vender los combustibles de la paraestatal, sin embargo el Huachicolero tiene una visión muy distinta de si mismo. Aunque hay que decir que existen dos tipos de huachicoleros, y por ello dos visiones de ellos.
El primer tipo, el Huachicolero popular, el de la nota roja, aquel contra el cual se ha declarado una nueva guerra desde la presidencia de México, y que sin embargo se ve en el espejo cada mañana, y ve en su reflejo a un mexicano promedio, a un mexicano típico, a un mexicano victimado por todos los poderes reales, a un mexicano víctima de la violencia de los carteles y víctima de las autoridades corruptas. 
No por lo anterior este Huachicolero es un ingenuo que se deja someter por la corrupción y el elitismo que lo rodea, pues si bien él se sabe engañado por la demagogia revolucionaria que lo proclama propietario del Petróleo, pero del cual en su vida no ha visto ni un centavo partido por la mitad, y que también se sabe víctima de la promesa de las petroleras extranjeras, que se llevarán el petróleo y repartirán dólares entre las élites políticas, financieras y sindicales, y que tampoco de esa lluvia verde recibirá nada, ni una gota, ni un céntimo, al menos tiene su propia revancha justiciera.
El segundo tipo de Huachicolero, el de cuello blanco, existe y puede ser visto en las revistas de sociales, en las crónicas de nuestra clase gobernante, en las listas de candidatos en las boletas electorales, entre nuestros senadores y diputados, secretarios de estado, gobernadores, embajadores, ministros de justicia, intelectuales, escritores, pensadores y prohombres nacionales. Ellos también viven de lo que públicamente le succionan a PEMEX, en cantidades de fábula,
En ambos casos, los huachicoleros no sienten cargos de conciencia, pero mientras los huachicoleros de cuello blanco sufren el desprecio de la sociedad, los huachicoleros de la nota roja, son estimados y queridos por las comunidades de vecinos en que viven, tan es así que pueblos completos salen a la calle en su defensa, aun a riesgo de ser baleados por las autoridades federales, pues estos huachicoleros reparten la riqueza del petróleo mexicano entre sus empobrecidas comunidades, las que pueden comprar gasolina barata para sus vehículos, que emplean a cientos de personas entre trabajadores de la ordeña, vendedores de los combustibles, repartidores, moches para las autoridades locales, federales y para empleados de PEMEX, que hacen donativos para las fiestas del pueblo, para los halcones, y para los empistolados de la zona, e invierten sus ganancias en la propia comunidad, creando un círculo económico virtuoso.
En cambio los huachicoleros de cuello blanco, de nuestra élites políticas, financieras y sociales, son profundamente despreciados, ya que el dinero que le roban a PEMEX a través de sus “honestos trabajos” es transferido a cuentas en Texas, que es un paraíso fiscal, o a Panamá o a las Bahamas, o se convierten en montaña de centenarios apiladas en algún lugar de sus mansiones. Viven con la conciencia intranquila, aun así, la codicia los mueve a buscar nuevas aventuras filibusteras, nuevas postulaciones, chambas, y a crear para dirigir nuevas instituciones en contra del despilfarro, la corrupción y la impunidad que son grandes negocios, financiados por el petróleo que aun nos queda.
A final de cuentas, el huachicoleo es la empresa nacional, practicada por las élites ricas, y las élites miserables de esta nación. Pues aunque el discurso revolucionario proclama que las riquezas son de todos, en realidad solo pertenecen a aquellos que tienen el valor de ir por ellas, y arrebatarlas.


Por Antonio Limón López


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