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LA GUERRA POR LAS MESAS DIRECTIVAS DE LAS CÁMARAS


Voces de indignación, de coraje, posturas airadas, acusaciones y furia casi al punto de llegar a los golpes, es lo que vimos primero en el Senado donde intentó reelegirse Martí Batres, pero cuya intentona fue sofocada por la pericia y la perfidia de Ricardo Monreal, que de un golpe lo dejó tendido en la lona y no solo a Martí, sino a Yeidkol Polevnsky y al todopoderoso propietario de Morena. Mayor furia se vio en la Cámara de Diputados, donde se propuso reformar la Ley Orgánica, para que pudiera reelegirse Porfirio Muñoz Ledo y la fiesta siguiera en Morena, pues conforme a la todavía vigente Ley esta mesa directiva le corresponde al PAN, quien deberá administrar el presupuesto de 500 diputados de los cuales el PAN solo tiene 81, apenas 20 más que el casi difunto PT.
¿Por qué la lucha por la presidencia de la Mesa Directiva de las cámaras legislativas despierta tantas pasiones, tantas polémicas, tantos insultos, tanto desborde político? ¿Por qué los panistas tan ecuánimes y tan fríos en todos los grandes temas de fondo, ahora se levantan como volcanes en erupción, despidiendo magma en todas direcciones? Pues sí, usted tiene razón, porque en este caso no es cuestión de principios morales o políticos, no es cuestión de ideas, no se trata de defender aquello en lo que cree el pueblo, no, en esta batalla por las mesas directivas esta en juego un presupuesto de miles de millones de pesos, por eso los panistas aquí sí que babean de indignación, aquí sí que están dispuestos a tomar las armas, aquí sí que para ellos es una guerra en serio y no otra farsa. Por esto vale la pena dejar el pellejo en los pasillos de la cámara ¡Por esto sí!. En 2019, el monto del Presupuesto de la Cámara de Diputados ascendió a 6 mil 758 millones de pesos, de los cuales 4 mil 463 millones de pesos son para servicios personales, es decir Dietas y sueldos, por lo que queda para la fiesta y el jolgorio la nada despreciable suma de casi 2 mil 300 millones de pesos, esto suponiendo que el presupuesto del 2020 no crezca. En la Cámara de senadores, con solo 128 senadores, el presupuesto ascendió a la nada despreciable suma de 3 mil 940 millones de pesos, por lo que ustedes podrán apreciar que la fiesta también esta en grande.
Esa es la triste verdad, las ideas, los principios, la moral, la virtud, la ideología, ni las mañaneras, ni los grandes fines políticos valen un cacahuate ante los presupuestos con los que se pueden contratar a novias como funcionarias, a segundos y terceros frentes, comprar artículos de lujo o darse servicios que ya los quisiera Trump, claro que todo esto con la respectiva paridad de género.
Cabe de todo en este arcón del tesoro, hay dinero hasta para champú, para el pedicurista, para viajes a la Conchinchina, para darle trabajo a los amigos desempleados o a sus ninis hijos, para comelitonas en los restaurantes de postín y todo a cargo del Erario y sin que exista el riesgo de otra "Guerra de los pasteles", pues aquí se paga con dinero contante y sonante del Erario nacional, del petróleo, de las remesas, de las maquiladoras y de las hortalizas que cultivan los gringos en nuestros ejidos revolucionarios, y todo se paga con la respectiva tarjeta bancaria. Hay dinero hasta para hacer labor social, para regalar balones y zapatos deportivos y claro dinero para la cauda de parásitos que siguen a cada diputado o senador, hasta que se quedan sin chamba, pero eso sí, no hay dinero para libros, no sea que se contaminen con ideas subversivas los muy asnos.
Así que para el PAN, formado por legiones de vividores, la mayoría ahora hambrientos, los dineritos de esta próxima presidencia de la cámara de diputados suenan a gloria, pero aunque ahora se sirvan con la cuchara grande, estos son tiempos de miseria para el PAN, nada comparado con las épocas de Vicente Fox, de Felipe Calderón o de Enrique Peña, donde las cámaras eran verdaderas cuevas de Alí Babá y no existía límite alguno, en cambio ahora todos estos miles de millones de pesos solo son un mendrugo.

Pero como sea, ¡Por este mendrugo sí que vale la pena pelear a muerte! 

Por Antonio Limón López.

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