El siglo XVIII fue “El siglo de la
Razón” también “El siglo de la Ilustración” y “El siglo de las luces”, pero
estos estimulantes adjetivos son incapaces para ocultar que ese siglo fue
también el siglo de los privilegios. La “razón”, por sí sola, aseveraba la
superioridad de unos pocos sobre la mayoría, los “ilustrados” se creían
superiores y despreciaban la ética tradicional, también despreciaban a la
Democracia porque esta debilitaba el poder y la riqueza de la élite ilustrada, por eso los monarcas ilustrados fueron partidarios del despotismo y desde esta cumbre se lanzaron en una desbocada carrera a la caza de riquezas y de poder, gracias a estas condiciones las cortes florecieron,la nobleza ilustrada prosperó acumulando todo tipo de privilegios y los burgueses,simplemente se enriquecieron como nadie más, traficando esclavos, acumulando oro, despellejando deudores, no había limites, hasta que llegó la revolución.
En nuestro continente, los habitantes
de las 13 colonias inglesas se tomaron muy en serio la fidelidad a la razón, pero a diferencia de los déspotas europeos
también cultivaron la aversión a los privilegios, una combinación que
políticamente inició con la proclamación de su independencia en 1776 y concluyó
en 1789, con la primera constitución ilustrada, de corte democrático e
igualitario: La Constitución de los Estados Unidos de América. Esto fue antes de que Francia elaborara la suya, precisamente el
mismo año en que los franceses tomaron la Bastilla, pero los norteamericanos inventaron un proceso
electoral democrático, para que en igualdad de oportunidades, los ciudadanos
votaran por el partido, o por el candidato de sus preferencias, para hacer el gobierno que quisieran.
Desde finales del siglo XVIII, los
norteamericanos disfrutaron y padecieron elecciones democráticas. En 1860 el
“Honesto Abe” –Abraham Lincoln- ganó la candidatura a la presidencia, precisamente
cuando todos pensaban que la perdería. Entonces predecir el nombre del
candidato ganador ya era un asunto interesante para los grandes diarios
norteamericanos, pero fue hasta principios del siglo XX que la “predicción” del
sentido del voto se convirtió en algo más acorde a la respetable “Ciencia”
norteamericana.
En 1936, la reelección de Franklin D.
Roosevelt, contra Alf Landon, fue también el escenario de la contienda paralela
entre George Gallup contra el semanario “The Literary Digest”. Por primera
ocasión contendieron dos encuestas, pues mientras que la revista literaria
pronosticó la victoria del republicano Landon, Gallup pronosticó y finalmente acertó
al afirmar que ganaría Roosevelt, pero no solo eso, sino que acertó al precisar
la proporción de votos para cada contendiente, en una elección de pronóstico
reservado.
Sin las encuestas, la opinión pública
sería un completo misterio, pero gracias a ellas es un terreno familiar para
los empresarios y para los gobiernos, sin embargo en materia electoral su uso
ha creado desconfianza y reservas, en la Unión Europea se emitió la “Recomendación No. R (99) 15 Sobre medidas
relacionadas con la cobertura de los medios de comunicación en las Campañas
electorales (Measures Concerning Media Coverage of Election Campaigns) que recomienda
a los estados miembros: “particular attention should be paid to specific
features of the coverage of election campaigns, such as the dissemination of
opinion polls, … for pre-electoral time.”
Para ningún ciudadano, medianamente
avezado, es un secreto que las encuestas pueden ser utilizadas como instrumento
de manipulación electoral, ya que sus conclusiones, al ser consideradas exactas
o con un mínimo margen de error, influyen estimulando o desalentando a votar a quienes
se ven favorecidos o desfavorecidos por sus resultados, a pesar de esto y de
las recomendaciones como la de la Unión Europea, existen países que no imponen
ninguna limitación a las empresas encuestadoras, como es el caso de Estados
Unidos o de Inglaterra, donde sin embargo existen restricciones éticas, de
mayor peso que las que pudieran imponer las leyes, pues aún en el caso de que
los medios de comunicación y los partidos políticos pueden utilizarlas para para
obtener ventajas, no lo hacen, ni las encuestadoras lo permitirían, pues la
Democracia elevó a la cumbre al debate y al razonamiento político, sobre las
simples estrategias de control de la opinión pública. A eso es a lo que se
refería Octavio Paz cuando dijo que “La Democracia no necesita alas, necesita
raíces”.
En el caso de México, las
encuestadoras actúan con algunas restricciones, entre ellas la de acatar el
Acuerdo del Consejo General del IFE: CG411/2011, que establece los lineamientos
que deberán cumplir quienes pretendan “ordenar, realizar o publicar encuestas de
cualquier tipo“ relacionadas con las elecciones del 2012; Además existen un
delito federal para castigar a quienes divulguen encuestas dentro de los ocho días antes del de la elección, sin embargo esas restricciones son francamente
pueriles, ante la magnitud de lo que se encuentra en disputa este año: El poder
en toda su magnificencia y un botín de fábula: Empezando por la Presidencia de
la República, el Senado, la Cámara de Diputados, los gobiernos de 32 estados y el Distrito Federal, 32 Congresos estatales,2,445
municipios, miles de millones de pesos en jugosos contratos, comisiones
multimillonarias, empresas paraestatales, organismos descentralizados e incluso
una parte substantiva del Poder Judicial, que es visto sin duda como un botín
para el ganador.
Pudiera pensarse que no existe una
relación directa entre las simples encuestas y el poder, parece ingenuo o insultante
unir en el mismo lazo todo el poder que existe en el país a las encuestas, que
como ya se expresó no son el meollo del debate ideológico ni la fuente de la
disputa política en las democracias, simplemente son instrumentos de medición
de la opinión pública y nada más, así que suponer que todo ese poder pende de
las encuestas parece una ligereza, una franca tontería. Pero desgraciadamente
debido a un conjunto de malas leyes y de malas voluntades, las encuestas tienen
una inusitada relevancia en la carrera por la presidencia de la República.
La importancia que en esta elección
tienen las encuestadoras, deriva de la “Reforma Política del 2007” cuyo
objetivo real fue establecer, en favor de las dirigencias de los partidos
políticos, un férreo control sobre sus militantes, cosa que lograron con la
regulación de las precandidaturas, eliminó el debate entre los candidatos al
prohibir las “campañas negativas” y proteger a las corruptas dirigencias
partidistas, por lo que no pueden los candidatos ni siquiera criticar a sus contrapartes con argumentos tan
suaves como los pétalos de una rosa, por ende, el elector no puede presenciar
ni escuchar ninguna confrontación crítica entre candidatos Esto llegó al
punto de una verdadera “Idiotocracia” pues los candidatos carecen
de la posibilidad de exponer y debatir ideas y los electores están imposibilitados,
por la misma razón, para escucharlo y decidir el sentido de su voto fundándolo en las razones o
ideas expresadas en la contienda, por ello el proceso electoral, que es un proceso relacionado con el poder
del Estado, adquiere todos los matices de la idiotocracia.
No obstante, la Idiotocracia exige la
concurrencia de expertos en las elecciones que se producen en ella, y
son precisamente estos expertos de la idiotocracia los que
desde el anonimato libran la batalla del 2012, lo hacen prescindiendo de los conceptos tradicionales:
Política, ideas, ética y principios. Lo que le interesa a estos “expertos” son
las "tendencias" y las “percepciones” que tenga el elector, entendiendo por “percepción” la versión
irracional de la realidad política. Los expertos electorales intentan manipular la elección sembrado ciertas percepciones entre el electorado y desterrando
las que pudieran plantar los adversarios, para ello necesitan que el electorado
carezca de ideas y de información confiable y que no pueda debatir, es por ello
que en este escenario las encuestas se
convierten en el arado perfecto para plantar las “percepciones” apropiadas y
abonarlas en cada elector, hasta que estas substituyan a su conciencia.
En un escenario como el actual, donde
impera la nada ideológica y el cero moral, en medio de un bombardeo de cientos
de miles de horas de anuncios pseudo propagandísticos, repetitivos e
hipnóticos, el elector deambula esclavizado a las “percepciones” que le induzcan. Esta es la ciencia del engaño que se desarrolla a partir de las observaciones y
recomendaciones pragmáticas de Nicolás Maquiavelo y que fue modernizada por “The
Machiavelli Institute” que tuvo un importante papel durante la “Guerra Fría”. Es
cierto que nuestros políticos no contrataron los servicios del instituto, pero
si a expertos que, contra la visión racionalista de Maquiavelo, han optado por las premisas de los "Sofistas" para quienes el alegato racional
puede ser confundido, para quienes la verdad desnuda puede ser deformada y para quienes la buena
voluntad puede y debe ser engañada.
Para poder cumplir su contrato con
los partidos políticos, los expertos recurren a los más profundos atavismos: El primero es el de crear “enemigos” donde no existen, para lo cual se crea la
percepción en el elector de que los candidatos contrarios son sus enemigos y hay que vencerlos so pena de sufrir graves pérdidas en lo personal, en
lo familiar, en lo social. Si logran
crear esa percepción, entonces el elector se movilizará contra el enemigo. Otro
atavismo que explotan es el deseo de ganar, de estar en el bando del ganador,
de alzarse con la victoria frente a un oponente, este natural deseo humano, que
los antropologos han descubierto desde el hombre de las cavernas, subsiste en la
sociedad moderna, lo encontramos en las oficinas, en las universidades y en los centros sociales de todo tipo, es una parte medular de nuestra personalidad y los expertos lo utilizan para crear ese ambiente de confrontación ficticia y de necesidad de victoria.
En México las “encuestas” teóricamente
destinadas para conocer las “preferencias” políticas, o la “intención del voto”
actualmente sirven para lo contrario, para inducir en el elector preferencias,
para hacerlo sentir que el adversario es el enemigo, para manipular a los
electores desarrollando el sentido de victoria o de derrota según convenga,
pues en cada una de ellas se encuentra el velado aviso al adversario: “Estas
perdido, vas a perder, pásate a mi bando y conmigo ganarás” y, al mismo tiempo,
decirle a sus leales: “Eah! Vamos ganando, ya los tenemos derrotados, ahora …
con todo!” Esto que aquí se expone de manera sencilla y directa parece
complicado de llevarse a la práctica, pero en realidad es muy sencillo, siempre
y cuando las empresas que elaboran esas
encuestas estén corrompidas.
En justicia hay que decir que las
empresas encuestadoras no propiciaron esta forma de degradación política, simplemente
se encontraron con la mina del oro que abunda en los partidos mexicanos, los
cuales carecen de todo compromiso patriótico, pero están afanados en tomar y
retener el poder. Estas empresas se
corrompieron rápidamente, también es cierto que en un principio intentaron
conservar un cierto grado de profesionalismo y de respetabilidad, pero pronto
fueron seducidas por los costales de oro que los partidos políticos apilaban en
las puertas de sus oficinas, a cambio de encuestas, preferencias y de porcentajes
a granel y al gusto del cliente. A esto se le conoce ya como la “Encuestocracia”,
que aunada a la “Idiotocracia” forman el binomio del poder pseudo político que
domina actualmente en México.
La “Encuestocracia” se suma y
participa de los grandes males nacionales: Creando otro rubro en la corrupción nacional
al justificar mayores gastos con el dinero de los mexicanos, lo cual permite deformar
la realidad y simular, finalmente, una ilusión democrática y de modernidad
cuando por el contrario, solo revitaliza a nuestra anti democracia. Como se
puede vislumbrar, los efectos perniciosos son de la mayor gravedad, pues se cometen
simulando combatir a nuestros males añejos, cuando en realidad los acentúan.
Sin embargo y sin dejar de reconocer que el papel desempeñado actualmente por las encuestadoras no es solo por su culpa,sino por las condiciones de la Ley y de la degradada situación de nuestra clase política, se hace necesario valorar los daños que la Encuestocracia ocasiona a México. Dejando de lado la corrupción, que consiste en la dilapidación del dinero público utilizado para pagar cientos o miles de encuestas electorales amañadas y al mismo tiempo, pagar los sobreprecios que tienen para que se produzcan los resultados a la media, además es necesario pagar a los intermediarios, cuya comisión se justifica en que consiguen esas encuestas, con los porcentajes convenientes, en el momento preciso y sin dejar la huella de la participación directa de los partidos en las sucias negociaciones; Además de la corrupción desenfrenada, surgen otros daños graves.
En primer lugar la falsedad, como
artículo de comercio corrompe a la sociedad y no solo al sistema electoral,
pues su comercio como algo normal y hasta lícito deteriora la fortaleza moral
de la sociedad, rebajándola y manchándola ante otras que la ven desde afuera con
apenas contenida mofa y ante sí misma, además la decadencia que implica la
falsedad como moneda de intercambio político, nos debilita frente a nuestros
verdaderos enemigos como la delincuencia organizada, que precisamente se funda
en la mentira, en la falta de veracidad, en la deformación de la verdad. Semejante
deslealtad contra la verdad lesiona a nuestro periodismo que necesitan verdades
para difundir, por lo que ante su ausencia se ve obligado a tomar como verdades
a las encuestas mentirosas o peor aún, a establecer pactos con partidos
políticos y encuestadoras para participar del jugoso botín.
En segundo lugar, se demerita toda la
comunidad académica que está obligada a tomar como veraces a las encuestas, aun
cuando estas sean falsas e incluso notoriamente falsas, pues son instrumentos
de juicio formales que nadie imputa de falsas, pues las autoridades no las someten
a ningún escrutinio y por ende, no son objetadas, salvo las objeciones que las
mismas encuestadoras pudieran hacer, pero las encuestadoras explican que las
diferencias entre ellas, son producto del momento crucial en que se tomaron o
del margen de error entre ellas,como ya lo hizo Roy Campos de Mitofsky con los resultados de la encuesta de “Mercaei” presentada ante la convención de BANAMEX el 23 de febrero por el presidente Felipe Calderón: Porque si se pusieran en línea todas
las encuestas, desde las más escépticas, hasta las más optimistas, como si estuvieran encadenadas, entre una y otra habría porcentajes de 3% de más o de menos (que es el margen de tolerancia para cada encuesta) por lo que en suma, se convierten en un 6%
al consolidar esos factores de error y por ello todas las encuestas navegan en un mar de infinita tolerancia al error. Así que podemos concluir finalmente, que cualquier resultado es correcto y científico, así sea absurdo frente a cualquier juicio o falso ante la realidad.
Nuestros políticos también son víctimas
del propio mal que crearon, pues al idiotizar campañas electorales se
quedaron sin discurso, suponiendo que lo hubieran tenido, por lo que
abruptamente tienen que llenar el hueco que impone la vacuidad ideológica de la
elección, entonces al igual que periodistas y académicos recurren a las
encuestas, por eso el tema de nuestros políticos es el de las encuestas. Esto no es algo pasajero, nuestros políticos,desde los simples militantes, hasta los candidatos a la presidencia, pasando por los candidatos a diputados, senadores y gobernadores sufrieron un descerebramiento que puede acompañarlos por el resto de sus vidas, pues la idiotez es tranquila, otorga confianza, libera de pasiones, evita gastos como
el de comprar libros y desgastes peores como el de leerlos, a final de cuentas
pensar y saber en México no es rentable, mejor nuestros políticos se aprenden
un discurso de 300 palabras, de manera que puedan intercambiarlas hasta el
infinito y llenan sus cerebros con simples encuestas a modo.
Pero el gran perdedor es el pueblo de México, que será obligado a tomar partido entre candidatos huecos, descerebrados pero fanáticos del poder, que solo buscan privilegios, dinero, chambas, comisiones,porcentajes, cuotas, concesiones, en tanto que el pueblo se verá obligado a atragantarse con las mentiras, falsas adversidades, enemistades ficticias al soportar millones de anuncios televisivos y radiofónicos que le propinarán, pues todos los partidos son en realidad uno solo encubierto bajo siete mascaras, lógicamente buscan lo mismo, por los mismos medios y con igual descaro, así que la transición mexicana no ha acabado de llegar, pues transitamos hacia ella desde la Dictadura de la era priista, a la Democracia del 2000 y 2006, para desembarcar en la Encuestocracia e Idiotocracia de este 2012 y desde aquí, seguramente seguiremos cayendo hasta quien sabe cual infierno.
Por Antonio Limón López