LA NATURALEZA DE NUESTRA CONSTITUCIÓN
La Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, como otras muchas instituciones mexicanas, vive
cubierta bajo el manto de mitos que impiden su comprensión y que evitan su justa valoración, para esta innoble causa colaboramos
todos, los políticos que la citan a diario, los periodistas que hablan de ella
como si la conocieran y comprendieran a la perfección, nuestros “profes”, que bajo títulos
rimbombantes como el de “doctor” o “maestro” parlotean a sus alumnos las
lecciones en las clases de “constitucional” que antes otros les endilgaron,
clases abotagadas de lugares comunes y que por desgracia, al aceptarlas todos sin discusión alguna, perpetúan al mito.
La primera aseveración doctrinal que
recibimos es una afirmación errónea: "La Constitución política mexicana
es una constitución escrita, que sigue el modelo de la norteamericana" Esto es
simplemente falso, nuestra constitución no es una carta escrita como la de
nuestro vecino Estados Unidos de América, por el contrario, seguimos el modelo inglés de una
constitución política dispersa entre costumbres, tradiciones y una ley que asume el nombre de “Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos”, este conjunto es el que en realidad es nuestra constitución.
Siempre es necesario recordar que el término
“constitución” alude a la forma en que algo se hace, funciona, sirve, es decir algo
que se construye o “constituye” para un propósito, en el caso de las constituciones
políticas, estas tienen el propósito de organizar el poder en un estado
determinado y ciertamente son dos grandes modelos dentro de los cuales se
encuentran inmersos todas las constituciones, o el impreso en un solo documento
del que dimana toda la estructura orgánica estatal o el consuetudinario, que es
una sumatoria de las tradiciones, costumbres y documentos que en conjunto arman la organización de la estructura de cada Estado.
En nuestro caso, se dice por dejadez intelectual, que nuestra constitución es ese cuerpo normativo que
fue promulgado el 5 de febrero de 1917, entonces constante en 132 artículos y
de ella derivan todas nuestras instituciones políticas, ni una más ni una
menos. ¿Pero es esto cierto? ¿Realmente ese documento ahora constante de 136
artículos contiene a la forma orgánica del estado mexicano? La respuesta es no. No es cierto que
la llamada “Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos” contenga a todas las instituciones políticas mexicanas, ni siquiera menciona a varias de las principales instituciones políticas reales de nuestro país.
El sistema constitucional inglés no se encuentra codigicado, pues se constituye con
tradiciones y costumbres no escritas y una gran cantidad de mandatos y leyes dispersos en estatutos, leyes y principios, pero que no obstante son imperantes en la vida política, esas costumbres más lo que disponen ciertas leyes escritas, algunas medievales, son en suma su "Constitución".
Aunque ningún "constitucionalista" mexicano lo acepte, nuestra “Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos” es apenas una ley complementaria a nuestras costumbres, que
provienen de una arraigada herencia histórica y que en suma hacen lo que constitucionalmente somos. En suma, el sistema constitucional mexicano se constituye con
una ley escrita, llamada: “Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos” y una serie de arraigadas costumbres y tradiciones políticas, propias de nosotros los mexicanos, que no están
escritas, pero que tiene incluso mayor validez que las escritas y que todos las reconocemos como partes esenciales de nuestra
estructura política, es decir de nuestra arquitectura constitucional.
¿Cuáles son las instituciones políticas mexicanas que devienen de nuestras costumbres y tradiciones? ¿Cómo operan en nuestro sistema constitucional esas tradiciones y costumbres no escritas? Bueno, para contestar estas preguntas hay que decir por principio que las instituciones tradicionales,
consuetudinarias, producto de nuestra herencia política no escrita pero vigente, son entre otras: La anti democracia, la concentración de los poderes en las pandillas políticas, el centralismo y los privilegios. México contra lo que dice nuestra constitución escrita es antidemocrático y no lo es a partir de hace
unos pocos años, lo es desde 1821, desde que somos independientes, pues desde ese año carecemos de un sistema plenamente democrático.
Desde esa época todas nuestras constituciones, fueron obra de grupos alzados o producto de un pronunciamiento, de un golpe de estado y más recientemente de una facción apoyada por Estados Unidos, pero ninguna constitución derivó de un proceso democrático, ni la de 1917 que fue convocada por los carrancistas, entonces con el suficiente poder y apoyo norteamericano para celebrar el congreso constituyente solo con sus leales.
En el estado antidemocrático, pocas instituciones han sido tan célebres como el Fraude Electoral, el cual impuso a prácticamente todos los gobernantes que hemos tenido. En su primera época,el fraude electoral se practicaba robando urnas en las calles, rellenandolas con boletas previamente marcadas; Después se escenificaba en las juntas de los organismos electorales donde se abrían las urnas y se rellenaban con boletas en el traspatio, para después "computarse". El Fraude electoral nunca estuvo plasmado en nuestras constituciones políticas escritas y sin embargo, fue es una notable institución política, más real que el papel en que se encontraban impresas las constituciones, las cuales por cierto, ni siquiera lo mencionaban.
La antidemocracia mexicana, se funda en que los mexicanos no aceptamos el principio cristiano de que todos somos a imagen y semejanza de Dios, tampoco aceptamos su acepción liberal: Que todos tenemos los mismos derechos y obligaciones, y mucho menos aceptamos que cualquiera pueda tener un voto con el mismo valor que el propio, tampoco aceptamos que los mejores lo sean solo por sus méritos políticos y no por la nobleza del linaje, del dinero o de la educación.
Los mexicanos despreciamos la igualdad política y buscamos siempre afanosamente formas que justifiquen la desigualdad, en el fondo es porque no nos queremos a nosotros mismos, por ello en los partidos políticos no existe igualdad alguna, están los militantes engatusados en funciones insignificantes, que reciben los mendrugos sobrantes de la bacanal del poder, pero en contrapartida están los militantes “distinguidos” que son los que han podido colarse a la élite central y que son los que “designan” candidatos entre los militantes más leales a las personas que los designan y no a ningún ideal democrático. Otro principio constitucional real, tradicional, consuetudinario, no escrito es que los mexicanos no somos iguales entre nosotros mismos, ni tenemos los mismos derechos.
Otra amada institución política tradicional en México, que se ha sobrepuesto a las constituciones escritas, es
el Caudillismo, que es el poder ejercido por un “Jefe Máximo” o líder que desde
afuera del poder formal, ejerce el poder real; Caudillos lo fueron Benito Juárez,
Porfirio Díaz, y Plutarco Elías Calles, algunos murieron en el intento de serlo como Venustiano Carranza y su asesino Alvaro Obregón, otros ejercieron la función de
caudillos por una sola ocasión, como los presidentes que eligieron a su sucesor
y después quedaron fuera del Poder, es el caso de todos los presidentes a partir
de Lázaro Cárdenas. Por increíble que parezca el caudillismo está vigente dentro de nuestra antidemocracia.
La antidemocracia sigue siendo la
gran institución no escrita en texto constitucional, pero que tiene plena vigencia en México, se ejerce
dentro de los partidos políticos, donde las pandillas que se alzan con el
control de los partidos, determinan quienes son los candidatos, mediante reglas
imposibles de cumplir para nadie, así las convocatorias del PRI han sido siempre
amañadas y lo fueron en el 2011, el en PRD fueron empresas encuestadoras, cuyo
objeto social es el lucro comercial, las que escogieron al candidato a la
presidencia de la República y en el PAN, los requisitos y las amenazas contra
quienes iniciaran actos de precampaña anticipados, solo permitieron tres
candidatos oficiales, haciendo imposible a ninguno que no fuera aprobado por la
dirigencia nacional, la posibilidad de registrarse como precandidato.
Otra institución política es la patrimonialización de la cosa pública, no somos una República, sino una
oligarquía en manos de los dirigentes de los partidos políticos, que se
reparten el Erario nacional y todas las concesiones y privilegios, que nos
imponen leyes que nos impiden el cabal y racional uso de los bienes naturales y jurídicos que debieran distribuirse de
acuerdo al mérito y no como ocurre, por la fuerza del privilegio, así desde las
notarías públicas, las agencias aduanales,los permisos, concesiones de todo tipo, todo se distribuye como patentes
familiares. Los sistemas de adjudicación de la obra pública y las adquisiciones
de bienes siguen al garete, para garantizar los porcentajes o sobornos a los
funcionarios públicos y para dejar abiertas las vías al dúo Corrupción e Impunidad, para los
amigos y para los socios.
El sistema de justicia, al igual que
el sistema electoral, se rige por principios no establecidos en la constitución
escrita, el sistema de justicia es anti democrático, es bastión de familias
enquistadas en la judicatura, atendiendo al principio de acceso privilegiado a
los familiares y amigos, donde los concursos son tan solo la cubierta de un
sistema patrimonializado en favor de la oligarquía judicial. Por otra
parte, el sistema de inamovilidad de magistrados, es para apuntalar la inamovilidad
de los mismos ministros de la SCJN, que son cómplices del esquema antidemocrático del
sistema político mexicano, al precio de que la justicia siga siendo
profundamente antidemocrática.
El centralismo político es otra
lacra constitucional no escrita, pues sabido es que México es un país donde impera el más feroz de todos los centralismo, donde los “estados” son solo
apariencias, pues carecen de su propia hacienda y viven lastimeramente
implorando por recursos económicos al centro del poder, ubicado en la mansión
de Los Pinos en la Ciudad de México. En la práctica cada vez se promuevan más
reformas a la parte escrita de la constitución, para quitarle facultades y
competencias a los estados y los gobernadores y legisladores locales, cada vez
se evidencian más, como costosos artículos decorativos en un Estado Centralista y totalitario.
Otra institución tradicional y consuetudinaria de nuestro país, no plasmada en el texto de la constitución escrita, pero plenamente vigente, es la Metropolitización, que es la concetración de todo
el poder político en la Metropoli, en estae caso en la Ciudad de México, Así se aprecia en los partidos
políticos que solo producen políticos con posibilidades de ser candidatos a la
presidencia, si estos residen en la ciudad de México, las universidades
ubicadas en la ciudad de México reciben proporcionalmente mayores recursos, aun
cuando sean menos eficientes. En el poder judicial tienen mayores oportunidades de ser jueces de Distrito y Ministros los abogados que laboran en la Ciudad de México, las organizaciones de la sociedad
civil, solo ameritan respeto si se localizan en la Ciudad de México y ninguna
entidad pública tiene su domicilio fuera la capital, creando un monstruo
omnipotente, en perjuicio y desdoro del resto del país.
¿Y qué decir de nuestra mil veces citada División de poderes? División que separa al Poder legislativo del judicial y del ejecutivo, lo que parte del error de que los legisladores son un contrapeso real, cuando en realidad son solo comparsas que ejecutan lo que acuerdan los dirigentes de los partidos políticos, pues tanto diputados, senadores y todo tipo de funcionarios electos son lamesuelas costosisimos, que no sirven sino para acatar servilmente las órdenes y eso sí, son diestros como ninguno para estirar la mano y cobrar por mostrarse sumisos y sin conciencia ni voluntad propia, pues no piensan y ni siquiera hablan cuando no se lo ordenan.
Es falsa la afirmación de la Constitución escrita, cuando afirma que la voluntad del pueblo se deposita en la Cámara de diputados, pues los diputados no tienen voluntad, la única razón de existir de estas gigantescas cámaras es para premiar a los mas abyectos lacayos de los partidos políticos.
Otra realidad no escrita, es que la
constitución textual, la denominada “Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos” es en sí misma un instrumento para conculcar los ideales democráticos,
de justicia y de igualdad, puesto que confunde y engaña con miles de reformas, que aparentan grandes cambios
democráticos, cuando en realidad son el parapeto de quienes nos engañan, haciéndonos creer que las reformas constitucionales nos conducen a un estado democrático o de prosperidad. Sin embargo, esto no es cierto y cualquiera lo sabe, pues esto es parte de la farsa que padecemos a diario.
Somos como sistema constitucional,
similar al inglés porque como ya se argumentó, nuestra constitución política
real, es en parte escrita y en sus partes esenciales, no escrita, acorde a la tradición, a
la costumbre, a los hábitos heredados del pasado, pero solo en esto se parece
nuestro sistema constitucional al inglés, porque en Inglaterra todos conocen a su constitución y la isla tiene una verdadera democracia inspirada en la justicia y en la igualdad, por ello los ingleses la honran con celo y devoción.
En México por el contrario,
todos la ignoramos y dejamos que la constitución escrita se pudra mediante 199 decretos, que le han hecho sufrir 511 reformas falaces, que la engordaron hasta llegar a tener 55,176 palabras vácuas, incluso 35 "fe de erratas" y el colmo: 3 "aclaraciones" y todo esto lo permitimos por apatía, por flojera
mental o por un sentimiento determinista que nos dice, que hagamos lo que hagamos, seguiremos siendo el mismo país
que perdió la mitad de su territorio ante 13 minúsculas colonias, que se corrompió hasta la médula, que se divide en supuestos bandos ideológicos cuando en realidad son pandillas de facinerosos, que enseña una historia marca "patito" a su pueblo ignorante y que espera un milagro, tan grande que nos libere de tantas alimañas, de tanto farsante, de tanto engaño y de tanta dejadez, de tanto cuento, por lo que ante esta palmaria realidad
¿A quien diablos le importa un cacahuate nuestra constitución?
Por Antonio Limón López.
La Facultad investigador de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (Crónica elaborada por la SCJN)