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LA FIESTA DE LA HUMANIDAD


El mayor dolor de cabeza para Darwin fue el Ser Humano, pues a diferencia de las restantes especies sobrevivimos a pesar de no adaptarno a la naturaleza, sino que en todo caso, nos des adaptamos de ella. El ser humano es la negación del proceso de selección anunciado por el naturalista inglés. Carecemos de una piel dura y protegida por el pelo grueso y abundante que en la teoría necesitaríamos, nuestra vista es inferior a la de cualquier otro animal, carecemos de una dentadura incapaz de desgarrar la carne cruda, nuestro sentido del olfato es elemental y nuestra capacidad auditiva solo percibe un rango limitado de sonidos dentro de un limitado campo.
No, no nos adaptamos a la naturaleza, acaso la ignoramos en ese sentido, pues somos más débiles que cualquier ser viviente con un tercio de nuestro peso, carecemos de garras para defendernos, caminamos erectos lo que nos impide correr a grandes velocidades, no tenemos cola que nos auxilie para equilibrarnos, no estamos preparados para trepar árboles, ni para caer de más de un par de metros sin lesionarnos, nuestro sistema nervioso es altamente sensitivo, lo que significa que cualquier lesión nos duele mas de lo apropiado, y que los sabores desagradables nos resultan insoportables, e incluso tenemos la debilida de sentir asco. Como depredadores naturales seríamos un fiasco.
Sin embargo, nuestra capacidad para pensar, nuestro afán por competir y nuestra eterna insatisfacción ante nuestros propios logros, nos colocan en una categoría distinta a la del resto de las especies. Blaise Pascal dijo del Ser Humano que era como el más débil junco, que contra toda lógica sobrevive a la orilla de un caudaloso río.
Los griegos fueron quienes primero comprendieron la grandeza del cuerpo humano, y su diseño extraordinario y excepcional dentro de la naturaleza, por ello lo esculpieron sobre el mármol más hermoso que estuvo a su alcance, y también lo recrearon con el bronce, el oro y el marfil. Cuando Fidias realizó a su Atenea en el Partenón, y a su Zeus, no pudo imaginar mayor divinidad que la del cuerpo humano, como después lo haría Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.  Fueron también los griegos quienes celebraron a sus dioses con la fiesta de la vida que fueron los juegos olímpicos, durante los cuales se suspendían las batallas y los enemigos combatían lanzando el disco, luchando, corriendo, saltando.
Las competencias olímpicas no solo son competencias físicas atenazadas por el “Más rápido, más alto, más fuerte.” Son también justas intelectuales donde la estrategia es esencial, y donde los eventos inesperados obligan a su replanteamiento en fracciones de segundo, son competencias emotivas donde las condiciones físicas de los competidores son sobrepasadas por la pasión, el amor, la entrega, donde la convicción en las capacidades propias y la perseverancia en su preparación trazan el camino de la victoria, del podio, de la medalla. El olimpismo demanda la perfección de la máquina humana sometida a su idealidad, al “espíritu” como diría Hegel, al “alma” como lo diría Platón. El cuerpo liberado de su carácter de “prisión” y convertido en “templo”.
Esa fiesta de la humanidad entera, quedó plasmada en la batalla entre la competidora de Egipto vistiendo adaptaciones deportivas de la Burka y el Hiyab tradicional, que intenta controlar el balón frente a su contraparte alemana que viste el bikini propio del voleibol de playa. Dos culturas muy diferentes unidas por un msmo balón, por un mismo esfuerzo, por un mismo propósito, por el mismo idioma deportivo. Es también la justa donde Meghan Vogel, alumna de la West Liberty-Salem de Ohio, ayudó a su contrincante para evitar que cayera, y así perdió la oportunidad de ganar en los 3,200 metros, habiendo ganado antes el Oro en 1,600 metros.
Es la misma fiesta humana, practicada en la antigüedad por los pueblos que habitaban la península helénica, cuya cultura Alejandro llevó a los confines de aquel mundo, y que ahora es la fiesta practicada por todos los pueblos que habitamos este planeta. Considere usted que solo en las olimpiadas, la China comunista tolera desfilar junto a Taipei. Esto demuestra que los adversarios más extremos comparten el mismo mensaje de Paz, aunque sea reproduciendo el mismo ritual de la antigüedad.
La fiesta de la humanidad se celebra en cada olimpiada, en ella se exalta nuestra insatisfacción con nuestros propios logros, metas y records, se patentiza el afán de competir y de ganar, se celebra nuestra competitividad en igualdad, pero también en fraternidad. Al mismo tiempo honramos a la naturaleza que nos cobija y nos enseña, a la belleza de la humanidad. Celebramos la antinomia del ser humano, mujer y hombre, cuerpo y alma en comunidad con la naturaleza. celebramos nuestra hermandad por encima de cualquier apariencia en contrario, en este culto de respeto y al mismo tiempo, de desafío.

Por Antonio Limón López.

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