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LA MALIGNA AUTONOMIA UNIVERSITARIA


El 5 de febrero de 1917 se publicó la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que a pesar de una gran cantidad de reformas sigue siendo la que rige en nuestro país. Uno de sus artículos más emblemáticos es el 3ero, que entonces iniciaba con este texto:
 “3º.- La enseñanza es libre; pero será laica ….” 
La primera reforma a este artículo fue publicada el 13 de diciembre de 1934, durante el gobierno del General Lázaro Cárdenas del Río, para iniciar con el siguiente párrafo:
“3º.- La educación que imparta el Estado será socialista, y además de excluir ..” 
Con este cambio de educación libre a socialista el artículo tercero inició una larga procesión de reformas, nueve hasta la fecha para ser exactos y una fe de erratas, pues por el nulo aprecio al texto constitucional es normal que las reformas no solo sean burradas, sino hasta gazapos ortográficos y sintácticos.

El cardenismo introdujo la concepción socialista como la vertiente ideológica del nuevo México, por entonces la recién creada (1922) Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas auspiciaba la ”Tercera Internacional” que pugnaba en el mundo en favor de las doctrinas marxistas-leninistas, siendo el ámbito educativo su principal ariete. 
En México la reforma constitucional fue tomada con absoluta seriedad por los jóvenes maestros recién formados en las escuelas normales del país, y que al concluir sus estudios fueron enviados a educar niños en toda la república, por desgracia para muchos de ellos la experiencia fue terrible, pues llegaban a pueblos donde la introducción del socialismo era muy difícil, en especial cuando se afirmaba que la religión era “el opio del pueblo” y que “los capitalistas serían colgados de una soga”. No se sabe cuántos casos ocurrieron, pero en tanto se cumplían esos vaticinios, algunos maestros sufrieron por lo pronto el corte de orejas a manos de los indignados y poco ilustrados pueblerinos. 
La educación “socialista” fue derogada del texto constitucional mediante la reforma al artículo tercero en diciembre de 1946. Así, a la mexicana llegó la reforma por imposición y por imposición ... se fue. 
La UNAM estuvo relativamente a salvo de este asunto, pues en 1929, siendo todavía Universidad Nacional de México se logró la autonomía y se transformó en la Universidad Nacional Autónoma de México, consistiendo la autonomía en "la libertad para elaborar planes y programas de estudio” evitando que la Secretaría de Educación Pública impusiera el dogma de moda. 
La “Autonomía universitaria” fue un gran acierto político y educativo, pues gracias a ella desde 1929 y hasta mediados de los ochenta, la UNAM fue la universidad de la clase gobernante mexicana y centroamericana, incluso sudamericana y por encima de ello, de todos los mexicanos. En ella convivieron con sana pluralidad pensadores de todo tipo de pensamiento y fue faro y ejemplo de lo mejor de México. 
En 1968, la ocupación de los centros educativos por granaderos del Departamento del Distrito Federal, entre ellos las escuelas y facultades de la UNAM, ocasionaron un profundos sentimiento de indignación manifestada por estudiantes, maestros y por pueblo en general, que concluyó desgraciadamente con los actos criminales, ahora reconocidos oficialmente, por parte del ejército mexicano el 2 de octubre de ese año.
Las universidades públicas del país imitaron el modelo de la UNAM, así en mi caso personal, estudié en la Universidad Autónoma de Baja California, UABC por sus siglas. Pero de forma muy a la mexicana, el concepto de “autonomía” fue transformándose de la idea original, que era la de un privilegio para decidir en plena libertad y sin intervención del poder público, los planes y programas de estudio, en una especie de autogobierno absoluto. 
El primer síntoma fue la creación de un apartado "C" al artículo 123 para que las autoridades universitarias pudieran despedir impunemente a sus académicos, esto fue altamente del agrado de los rectores que encontraron en la autonomía laboral la forma de ajustar cuentas con sus adversarios políticos.
El creciente aumento de la población universitaria, trajo como consecuencia el crecimiento de los presupuestos para las universidades públicas y autónomas en todo el país, con ello las instituciones se convirtieron en apetecibles botines para todo tipo de depredadores, pues a pesar de que ningún partido político, gobernador o presidente de la república dice o acepta intervenir en las universidades, lo cierto es que todos lo hacen, y los rectores son lacayos de los gobiernos en turno.
En Baja California no ocurre nada distinto, el grupo político que se apropió de la universidad desde su fundación en la era priista, fue derrocado durante la era panista y substituido por el actual. Cabe decir que la diferencia de colores políticos no implicó cambios en las malas costumbres, acaso se recrudecieron.
En 2013, el presidente Enrique Peña Nieto propuso y logró que en el artículo 3º constitucional se plasmara el nuevo concepto de autonomía universitaria. La fracción VII del precitado dispositivo dice a la letra: 
“VII. Las universidades y las demás instituciones de educación superior a las que la ley otorgue autonomía, tendrán la facultad y la responsabilidad de gobernarse a sí mismas; realizaran sus fines de educar, investigar y difundir la cultura de acuerdo con los principios de este artículo, respetando la libertad de cátedra e investigación y de libre examen y discusión de las ideas; determinaran sus planes y programas; fijarán los términos de ingreso, promoción y permanencia de su personal académico; y administraran su patrimonio. Las relaciones laborales, tanto del personal académico como del administrativo, se normaran por el apartado a del artículo 123 de esta constitución, en los términos y con las modalidades que establezca la ley federal del trabajo conforme a las características propias de un trabajo especial, de manera que concuerden con la autonomía, la libertad de cátedra e investigación y los fines de las instituciones a que esta fracción se refiere;”
Con esta reforma, publicada el 26 de febrero de 2013, las pandillas universitarias se apoderaron de los recursos de sus universidades y se encuentran en posibilidad jurídica de efectuar las purgas políticas necesarias, para que sus enemigos no les arrebaten el botín.
En el colmo de esta depredación, el rector de la UABC, como seguramente hacen otros rectores, decidió utilizar 150 millones de pesos del presupuesto de la universidad para jugar en la Bolsa Mexicana de Valores, en portafolios de alta rentabilidad y en consecuencia de alto riesgo. Cabe decir que en la UABC cada estudiante paga 6 mil pesos anuales de colegiatura y al menos durante tres años deben vender boletos de los sorteos universitarios. 
Con base en las colegiaturas y en las utilidades del sorteo, el rector Felipe Cuamea Velázquez argumenta que el dinero que apuesta en la bolsa de valores no es el que le entregan el estado de Baja California y la SEP, sino son los “fondos propios” derivados de los negocios ya mencionados, por lo que no tiene que explicar a nadie el uso de estos dineros propios, y menos al Congreso del Estado de Baja California, pues la UABC es "autonoma" y se gobierna solita. 
No debe sorprender a nadie lo anterior, a fin de cuentas esta degradación del concepto “autonomía” es concordante con la deformación y degradación que hacemos de todos los términos que adoptamos y adaptamos a la mexicana, hemos corrompido el concepto de república, de democracia, de federalismo, convertimos a la Suprema Corte de Justicia en un camerino de indignidad y latrocinio ¿Por qué no habríamos de hacer lo mismo con la “autonomía” y la “universidad”?

Por Antonio Limón López
Manuel Gómez Morín fundador del PAN y primer rector de la UNAM 
Una anécdota del fundador 
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