La justicia es el don
supremo a que puede aspirar un pueblo y como la misma frase lo sugiere, no
todos los pueblos la poseen. Son pocos los que llegan a ser justos, lo normal
es esa ceguera producto de las pequeñas pasiones y de los agravios domésticos
que nublan la vista. A esta miopía no escapan ni las minorías educadas en la
excelencia, ni aquellas que por su posición debieran ser justas y sin embargo,
no lo son.
En el caso de nosotros
los mexicanos, esas pequeñas pasiones y agravios de poca monta, eclipsan
nuestra capacidad para juzgarnos con imparcialidad. Nada tiene de extraño que
una personalidad socrática como lo fue en vida y al parecer hasta en muerte
como Octavio Paz, haya despertado una ola de rechazo que todavía golpea
nuestros acantilados políticos y literarios.
¿Por qué los mexicanos
rechazamos tan acremente a una personalidad inteligente, critica, creativa y
lúcida? Obviamente el mal no se encuentra en Octavio Paz, sino en nosotros que
desde todas las posturas lo rechazamos. Fuimos los últimos en admirarlo, y aún a
16 años de su muerte, no lo comprendemos. Creo que si la academia sueca hubiera
dejado la designación del Nobel de la literatura 1990, en manos de los
mexicanos, esta decisión seguramente no hubiera recaído en Octavio Paz, sino en
algún pandillero intelectual de poca monta.
Sin embargo, al menos 16
años después de que el cuerpo de Octavio Paz descendió a su sepulcro, los
mexicanos en general celebramos a un personaje con el que ahora si de plano, no
nos identificamos, ahora que los efectos del pensamiento paceano se han diluido
totalmente en el remanso de una generación ajena a sus ideas y a sus libros, su
nombre es invocado como el de un familiar distante en el tiempo, como el del
abuelo al que todos se refieren con veneración y respeto, aunque nadie o casi
nadie sepa de él, ni de lo que fue.
Al menos el PRI,
representado por su actual propietario Enrique Peña Nieto se esforzó en hacer
las paces precisamente con Paz, con quien ese partido tuvo una relación de “amor-odio”.
El presidente se permitió decir del poeta y crítico: “Se alzó contra la
arbitrariedad y el autoritarismo. Y no temió a la soledad y la marginación. Su
pensamiento rico y poderoso, variado, atento, productivo lo convierte en el
pensador mexicano más poderoso del siglo veinte".
Por su parte la
izquierda mexicana, acicateada por sus profundas diferencias interiores,
prefirió mantenerse al margen del centenario del natalicio del escritor y apenas
el dirigente del PRD se permitió un tuit: “Hoy, 100 años del natalicio de
#OctavioPaz ; sus ensayos y literatura son imprescindibles para entender al
México de ayer y de hoy”. Andres Manuel López Obrador también dedicó solo un
tuit: “Se discute si era de izquierda o derecha, independiente o gobiernista,
liberal o demócrata, pero sin duda Octavio Paz fue un gran escritor”
El PAN, con su
desmemoria y nula fibra intelectual, parece que ni siquiera se enteró del
fausto aniversario, pues ni Cecilia Romero, actual presidenta del partido, ni
Gustavo Madero, ni Ernesto Cordero dedicaron una sola frase o un solo tuit a
Octavio Paz, no obstante que en vida, el poeta y el PAN coincidieron
sistemáticamente.
En 1968, Octavio Paz
renunció a la embajada mexicana en Nueva Delhi, el PAN en esa misma fecha, denunció
la masacre de Tlatelolco en la Cámara de Diputados. A partir de entonces, el
PAN y Octavio Paz siguieron caminos paralelos en la denuncia del estatismo y de
la anti democracia en México. Octavio Paz y el PAN se opusieron a las prácticas
del tapadismo, el dedazo, la imposición y el fraude electoral. En 2006 los diputados
panistas Adriana González Carrillo y Rodrigo Iván Cortés Jiménez, propusieron
que el nombre del Nobel mexicano se inscribiera en letras de oro en el Muro de
honor del Palacio de San Lázaro, pero dicha propuesta fue rechazada por
priistas y perredistas.
Ahora es el PRI quien tiene urgencia por llevar el nombre de
Octavio Paz a los máximos honores posibles, aprovechando que el PAN agoniza
como movimiento de la inteligencia y la cultura mexicana y es guiado por una
jumentocracia que solo tiene interés en el poder y en el Erario nacional.
También aprovecha el PRI que la izquierda mexicana sigue siendo dogmática y
primitiva, pero que ante la distancia de Octavio Paz, seguramente dejará que el
PRI se anote un éxito en solitario, al darle a Paz el perfil priista que ahora
se construye desde Los Pinos y CONCULTA.
No hay duda de que
Octavio Paz es una pieza clave del México que pudimos llegar a ser, pero que
fue ahogado en la cuna, me refiero al México democrático y consciente de sí
mismo. Precisamente, porque ese México nunca llegó, Octavio Paz puede ser
asimilado por el priismo que todo lo traga sin indigestión alguna, y que todo
lo simula ante la carencia de otra postura ética, política, ideológica o
cultural que se le oponga, pues está visto que el PAN de hoy es una mutación
kafkiana de lo que fue, una caricatura de su dignísimo pasado y que por su actual miseria, no representa ningún contrapeso.
El priismo ya le había impuesto el nombre de Octavio Paz a un auditorio de la Cámara de Senadores, y ahora el presidente peña Nieto hizo lo mismo con el patio central de la Biblioteca México (¿Antes José Vasconcelos?), y en
la de diputados ya están por quitar los “candados” que crearon los mismos priistas
para impedir que el nombre de Octavio Paz brillara junto al de Sor Juana Inés de
la Cruz y de Netzahualcóyotl, en el Muro de Honor.
El Fondo de Cultura Económica,
ya prepara una edición con las obras completas del autor, por el momento ya
publicó los primeros dos tomos, de lujo y que serán excelentes para rellenar la
biblioteca de políticos y de esnobistas que nunca las leerán. Esas colecciones
que abarcan en apretada letra a un gran número de libros, en pasta dura
simplemente se hacen como objetos decorativos, son celulosa que se convierte en
hojas impresas en un formato que no se puede utilizar para leer, sino solo para
decorar y cuando ya se pierde esa función, sin ser leídos se convierten de
nuevo en celulosa. Las ediciones
conmemorativas “son celulosa y en celulosa se convertirán”.
Es cierto que la mejor
celebración para honrar al poeta, ensayista, crítico y político mexicano
Octavio Paz, consiste en leer su obra, pero en un país donde no se lee, donde
las bibliotecas escolares están cubiertas por el polvo del olvido, donde la
clase política publica en
ediciones voluminosas, de letra pequeña y en formatos incómodos, para con ello garantizar que ni la obra
de Paz, ni la de Pellicer, ni la de Reyes, ni la de Zaid, ni la de Vasconcelos,
ni la de ninguno de los mexicanos esclarecidos sea leída, por mucho que
brillen sus nombres en los muros de honor.
Los mexicanos carecemos de la capacidad de reconocer a nuestros prohombres, por lo que carecemos de la capacidad para honrarlos. Lo que presenciamos este 31 de marzo, a 100 años del natalicio de Octavio Paz, fueron huecas salvas de honor, simples fuegos de artificio, fuegos fatuos en el cielo de un México que solo admira a los tramposos, a los ignorantes y a los astutos, nunca a los sinceros, ni a los valientes, ni a los generosos, para ellos habrá el ceremonial y el show mediático, pero nunca, nunca la justicia.
Por Antonio Limón López
Carta a Mario Vargas Llosa
Octavio Paz en el Congreso Antifascista de 1937