El abogado Nelson Mandela ingresó a la prisión
de Robben Island, frente a Ciudad del Cabo, no como defensor sino como el preso 466 del año 1964. El
prisionero tenía entonces 48 años, era padre de familia, era un idealista.. marxista
y leninista. Según los documentos del juicio enviados desde Rivona, Sudáfrica lo acusaba de Traición.
Durante el juicio, Mandela dijo en su defensa:
"He luchado contra la dominación de los blancos y contra la dominación de
los negros. He deseado una democracia ideal y una sociedad libre en que todas
las personas vivan en armonía y con iguales oportunidades. Es un ideal con el
cual quiero vivir y lograr. Pero si fuese necesario, también sería un ideal por
el cual estoy dispuesto a morir".
Ciertamente Nelson Mandela era un prisionero
fuera de lo común y corriente, había sido detenido un año antes, en 1963, en las mismas fechas en que fueron detenidos otros 18,000 opositores al régimen
segregacionista del Apartheid y ciertamente, en esa multitud, Mandela era distinto
a los demás, lo era por su condición de abogado, por su cultura y por un
lenguaje sereno e inteligente, pero además en su estilo oratorio de abogado, se
deslizaban ciertas inflexiones en su voz que denotaban que bajo su actitud
controlada, hervía una gran pasión revolucionaria.
“Madiba”
Mandela era diferente, así lo supieron en su familia y en su tribu, así lo
percibieron sus compañero abogados, y desde niño sus lecturas del Evangelio
cimbraban la Iglesia. Siempre fue popular entre las jóvenes y a su ingreso a la
lucha por la igualdad, pronto atrajo el respeto de los políticos más
experimentados. Todo mundo lo percibía, Mandela era diferente, si era
diferente, pero en realidad nadie sabía, ni él mismo, que tan diferente era.
La prisión se especializaba en los presos
políticos más educados, en los más comprometidos, en los mejores, los
carceleros tenían tres finalidades, demostrarles a los reos que no eran nada en
la prisión, después que nadie se interesaba por ellos y por último que podrían recibir un buen trato e incluso ser
perdonados, si se arrepentían de su militancia política. En este proceso los
más idealistas enfermaban mentalmente, y no pocos desertaban, parecía imposible
perder los mejores años de la vida, olvidar el rostro de los hijos. Pero Mandela
se hizo el propósito de recordar todos los días el rostro de Winnie su mujer y
de sus hijos.
En 1976, en el Soweto se escenificaron protestas,
no por las condiciones miserables de vida que existían en ese campo de
concentración para la población negra de Johannesburgo, sino porque se les
exigió aprender el idioma “Afrikaan”,
lo que indignó a la población, pero el régimen quiso demostrar en un acto de
soberbia su desprecio y en una carga policial asesinaron a 575 sudafricanos
negros.
Para los año ochenta la predica pacifista de
Nelson Mandela llegaba a la población de manera clara: Ante la desesperación y
el deseo de revancha el camino siempre es la paz. La nueva generación
sudafricana negra estaba pendiente de Madiba, el régimen ofreció en 1982, por sexta ocasión, la
libertad a Mandela, pero este la declinó diciendo:
"¿Qué
clase de libertad se me ofrece cuando la organización de mi pueblo sigue
estando prohibida? ¿Qué clase de libertad se me ofrece cuando puedo ser
detenido por no llevar un pase? ¿Qué clase de libertad se me ofrece para vivir
mi vida en familia mientras mi querida esposa permanece exiliada en Brandfort?
¿Qué clase de libertad se me ofrece si debo pedir permiso para vivir en una
zona urbana? ¿Qué clase de libertad se me ofrece si incluso mi ciudadanía como
surafricano no ha de ser respetada?... No puedo, ni pienso hacer promesas en un
momento en el que vosotros, el pueblo y yo, no somos libres."
Nelson Mandela, cautivo en la prisión de Robben
Island, cautivó a Sudáfrica. La presión internacional y la persistencia de
Madiba convirtieron al centro penitenciario
en el eje desde el cual se construyó la paz para una Sudáfrica cautiva por el
Apartheid. El gobierno de Pretoria se allanó progresivamente al líder preso,
que se preocupaba no solo por la opresión blanca, sino también por la negra. Antes que
el sistema racista sudafricano, el norteamericano, la Segregación
racial, ya había caido.
Durante los 27 años de resistencia y reflexión,
no solo cambió su país, sino también él, abandonó al marxismo, pero no a la
amistad de aquellos marxistas en los que creyó, como Fidel Castro, en su
reflexión dejó atrás la idea de combatir al régimen con sabotajes o con
cualquier forma de violencia, se convirtió en un pacifista, en el referente mundial
del reo de conciencia, en el camino de la convivencia pacífica para los
sudafricanos.
En 1990, un año después de la Masacre en la
Plaza de Tianmen, un año después del triunfo de la democracia en Polonia y un
año después de la caída del Muro de Berlín, el gobierno de Sudáfrica se liberó del
Apartheid y al hacerlo liberó a Nelson Mandela, el pueblo se unió en jubilo,
participaron por igual el 22% de la población blanca y la restante de negros y
mulatos, para que un momento después todos fueran la misma raza, la humana y un
pueblo, que después de mucho sufrimiento encontró su camino, el triunfo de la
cusa pacífica y democrática de Madiba.
Ingenuamente se consideró el advenimiento de una
nueva era, poco después cayó el Muro de Berlín y la URSS colapsó en 1991. Pero
en Ruanda, en 1994, se escenificaron masacres contra miles de “tutsis” en el afán de extinguir a esta
tribu del territorio ruandés. A finales del siglo XX la violencia racial
convulsionó a los Balcanes y el momento de optimismo de 1990, pronto fue
opacado por la cruel realidad.
El 5 de diciembre del 2013, Nelson Rolihlahla Mandela, falleció. El mundo
entero reaccionó en homenajes, lágrimas y tributos, a lo largo de su vida
cosechó rencores y odios, incluso en su juventud él mismo los abrigó, pero a la
postre su sincera fe en la igualdad humana se impuso. El mayor tributo para
Mandela es el que le rinde Sudáfrica, el único que realmente añoró Mandela en
sus 95 años de vida, aquél por el cual dijo en 1964 estar dispuesto a morir, ver
a su patria democrática, en paz y en armonía.
Por Antonio Limón López.