La peor acusación que puede hacerse a un
ciudadano, es la de traidor, no existe otra peor. El traidor va contra la
esencia de la sociedad a la que pertenece, decide por mezquindad o perversidad negar
su pasado, la herencia moral de sus padres, de sus antepasados o de sus
predecesores. Contra la oportunidad que tiene de servir con lealtad a todo lo
que sin embargo decide destruir, deformar, negar, coartar, acabar, ofender,
degradar.
El traidor no es un “salvaje bueno” que
ignorante de la cultura en que nace decide terminarla como si fuera un obstáculo en su camino, es al contrario el ciudadano consciente de su
cultura, de su nación del colectivo social al cual pertenece. Es un producto
histórico y no un accidente. El traidor se alimentó también de las ideas, de los
sacrificios, de las aspiraciones y de la sociedad creada por sus antepasados. El
traidor no es un salvaje sino un civilizado, no irrumpe sino que forma parte,
no es un extraño, es alguien de casa.
En tanto que el ciudadano ejemplar cumple
consigo mismo y con sus iguales, con el pasado común y está dispuesto incluso a morir
por esa herencia, el traidor rompe con el pacto social fundamental que lo une a
los suyos. No puede haber mayor culpa, mayor dolo, mayor perversión social y
política que la que le corresponde al traidor, por eso los traidores son
marcados no solo por lo que resta de sus miserables vidas, sino para el futuro,
sus nombres se manchan y manchan a su descendencia.
Los pueblos y sociedades que se precian de su
propia dignidad señalan al traidor con índice de agravio eterno, el traidor es
inasimilable, no tiene redención, no puede limpiar su nombre. Tan gran acusación, solo un cretino
podría aceptarla pasivamente, lo peor es ser señalado como un Judas. Solo un traidor puede
guardar compostura ante tan grave y trascendental acusación. Por cierto que no
todos los traidores tienen el mismo grado, existen además los “traidorcetes”,
que son insignificancias humanas que traicionan impulsados por su condición de
granujas, aunque sus acciones son indignas, malignas y perversas sus alcances
son menores.
México vive desde su nacimiento entre
traiciones, los nombres de Lorenzo de Zavala, Mariano Guadalupe Vallejo Antonio López de Santa Anna no se pierden en un
pasado remoto, sino que vuelven o simplemente permanecen entre nosotros,
representan una especie exitosa entre los mexicanos y tal vez ningún otro
pueblo los posea en mayor número, los nombres de muchos traidores se encuentran
plasmados en letras de oro en nuestra cámara de diputados.
En este escenario trágico el PAN fue la única
opción para la democracia y la única vía para escapar de los derroteros en que
caímos, como el fraude electoral, la simulación política, la antidemocracia, la
deformación de nuestro pasado, la justificación de la tiranía, el centralismo,
los gobiernos tutoriales, la falsía y el derrotismo.
A contracorriente el PAN se constituyó con ciudadanos empeñados en educar y transformar a México para convertirlo en una nación demócrata y de demócratas, auspició el estado de derecho sometido al bien común y a la equidad, su credo fue nacionalista y de todo ello dio constancia con legisladores limpios y ejemplares. Fueron otros tiempos.
A contracorriente el PAN se constituyó con ciudadanos empeñados en educar y transformar a México para convertirlo en una nación demócrata y de demócratas, auspició el estado de derecho sometido al bien común y a la equidad, su credo fue nacionalista y de todo ello dio constancia con legisladores limpios y ejemplares. Fueron otros tiempos.
A partir de 1988, la tentación nos tocó,
entonces se llamó pragmatismo, pero ya era traición, traicionamos a la
democracia, y por desgracia lo hicimos en su nombre. En un principio los signos
de la traición no los comprendimos, pero pronto la generación de traidores que se
incubó se hizo notoria, ese proceso de corrupción se puede seguir minuto a
minuto, fue una transformación como la de Gregorio Samsa que se convirtió según
la Metamorfosis de Kafka, de una persona normal a una sabandija. En el caso del
PAN no fue un proceso fantástico, sino uno real, en el que intervinieron de manera
nefasta muchos “panistas distinguidos” metamorfoseados en sabandijas.
Al final de este texto doy los nombres de los
traidores, traidorcetes y de los simples trepadores u oportunistas, que
aprovechando la debacle se subieron a un PAN degradado para hincar en él sus
dientes, en el entendido que estas listas tan solo son preliminares y que
pueden y deben ampliarse. Los traidores son aquellos que por sus decisiones el
PAN se transformó de un partido democrático, nacionalista e igualitario, a una
pandilla antidemocrática, entreguista y clasista, que desviaron al PAN de su
sentido trágico al de una comedia fársica de tartufos, ellos pudieron evitar
esa degradación, pero por indignidad personal, por pandilleros, por codiciosos
o por descojonados no lo hicieron.
Son traidores al PAN, a todo lo que fue y
representó, a sus principios, a su sentido histórico la siguiente canalla: Don
Luis H. Álvarez, Felipe Calderón Hinojosa, Vicente Fox Quezada, Diego Fernández
de Cevallos, Gustavo Madero, Pancho Barrio, Manuel Espino, Ernesto Ruffo Appel,
todos ellos tuvieron el poder de conservar al PAN fiel y sin embargo
contribuyeron a su transformación en una especie de PRI chiquito y apestoso.
Son traidorcetes, porque traicionaron al PAN,
pero nunca tuvieron ni la cabeza para cambiar las cosas, ni el poder de hacerlo,
pero colaboraron con los traidores a cambio de dinero, de chambas,
gubernaturas, diputaciones y senadurías, de privilegios y acomodos a sus
familiares y socios comerciales, entre ellos están Javier Corral Jurado,
Eugenio Elorduy, Alberto Cárdenas, German Martínez Cazares, César Nava, Luís
Felipe Bravo Mena, José González Morfín, Fernando Gómez-Mont, Francisco Javier
Ramírez Acuña, Antonio Lozano Gracia, entre otros bichos .
Si en el reino de las sabandijas los traidores
se equiparan a los arácnidos más ponzoñosos, los traidorcetes se equiparan a
las cucarachas y los simples trepadores o escaladores a desangelados chapulines.
Los escaladores, son aquellos que aprovecharon a
un panismo degradado y dominado por la estupidez, hicieron lo que les resultó
fácil, tomaron ventaja de la oportunidad que los traidores les ofrecieron,
algunos aparentaron ser panistas y hasta presumieron serlo de rancia cuna, como
Santiago Creel, pero lo cierto es que llegaron en tiempos de las vacas gordas,
y se dedicaron a ordeñar al PAN, en esta categoría se encuentran todos los que
aceptaron diputaciones pluris y senadurías de partido sin tener antecedentes
reales en el PAN anteriores a 1988, y también los residentes del Distrito
Federal, que ahora tienen más de 50 años y que ingresaron al PAN después del 2000 o que fueron candidatos pluris en la elección de ese año.
Son simples escaladores: Ernesto Cordero,
Josefina Vázquez Mota, Rafael Moreno Valle, Marcos Alberto Covarrubias, Luís
Pasos, Juan Camilo Mouriño, Alonso Lujambio, los Yunes de Veracruz, Mario López Valdés de Sinaloa, Javier Lozano, Alejandro
Poiré, entre otros cientos de esta gentuza que se aprovechó, simplemente porque
había modo.