La historia del PAN está plagada de anónimas vidas
extraordinarias, de héroes verdaderos e ignorados que entregaron su vida, su
patrimonio, su comodidad a un ideal esplendido, el de la
Democracia para México. En general eran personas sencillas y sin grandes
recursos, pequeños empresarios como abarroteros, vendedores de refacciones, la
mayoría eran empleados y la profesión más frecuente era la de maestro o
contador privado, ninguno ostentaba posgrados en Harvard, ninguno era el “rico
del pueblo”, eran personas sencillas, idealistas y comprometidas para lograr
que la voluntad de todos fuera la que impusiera a los gobiernos, de esa forma y
solo de esa forma sería posible un México mejor, donde la ley se respetara,
donde no se despreciaran las creencias de las personas, donde cada uno contara
como cualquier otro.
De esos héroes que abundaron en la provincia
mexicana, en Yucatán, en Baja California, en Sonora, en Jalisco, en Michoacán,
incluso en San Luis Potosí, nada se habla, el éxito del panismo en los noventa
no impulsó el recuerdo por los panistas del pasado, el PAN fue desdeñoso y desmemoriado, se preocupó por honrar a pillastres, a convenencieros, acomodaticios,
bribones y escaladores que prosperaron dentro del PAN y esto en particular fue
así a partir del 2000, en que solo valían los que hablaran inglés, estudiarán en el extranjero y fueran unos expertos oportunistas.
La llegada de Felipe Calderón hijo de un panista
y con toda la vida dentro del partido hizo esperar que las cosas cambiaran,
pero al contrario, fue peor de elitista y antidemocrático que Vicente Fox,
apuntaló a su familia política, a sus amigos y a una casta antipatriótica a la
que le entregó todo tipo de candidaturas a base de antidemocráticos dedazos. El
PAN democrático del pasado fue asesinado en los salones de Los Pinos, los
ideales fueron substituidos por ocurrencias de dirigentes impuestos por
mecanismos pandilleriles, el perfil nacional del PAN fue substituido por el
perfil de la parentela política del presidente Calderón y todo se hizo según su
ánimo, sus ocurrencias y sus deseos. Eso
claro que tendría un costo, lo tuvo, lo tiene y lo estamos pagando.
Desde hace muchos años, al menos desde los principios
de los años ochenta, se estableció que los partidos políticos y sus candidatos
deberían suspender sus campañas con tres días de antelación a la fecha de la
elección, esa norma se ha trasplantado en todas las legislaciones electorales mexicanas desde entonces y nadie la ignora. Sanciona a todos, al simpatizante de a
pie y al dirigente nacional, a quien quiera que realice propaganda política a
favor de cualquiera candidato o partido en esos días y en especial el día de la
elección. No existe nada igual en Estados Unidos de América,
ni en Venezuela, ni en Guatemala.
En la era priista la propaganda y el acarreo de
electores continuaba hasta en las filas para votar, los dirigentes priistas se
colocaban a un costado de la casilla y los votantes obligados por su trabajo
debían mostrar la boleta marcada por el tricolor, así que el PAN batalló contra
esas prácticas y poco a poco pudo llevar a la ley ciertas prevenciones: La
tinta indeleble para evitar que se votara varias veces en distintas casillas,
la credencial de elector con fotografía, la lista nominal del padrón con
fotografía, las boletas en papel infalsificables y foliadas, incluso firmadas
por los representantes, las mamparas para votar y la presencia exclusiva de los
funcionarios y representantes de partidos en las casillas electorales y claro,
la prohibición de hacer cualquier tipo de propaganda por cualquier medio el día
de la elección, fueron medidas prácticas para evitar al fraude electoral
profusamente practicado por Gobernación desde siempre.
La paradoja es que nunca antes se había ordenado
sancionar a un abogado debidamente estudiado y viajado por hacer propaganda el día
de la elección, es una prohibición de muchos años, obvia, clara y sería una
osadía estúpida tratar de cometerla y creer que se escaparía a cualquier
sanción. En los años ochenta, en la frontera norte, algunos priistas pagaron
propaganda en las estaciones de radio de Estados Unidos el día de la elección,
pero fueron identificados, denunciados y castigados los autores de semejante
idea, ahora está prohibido contratar propaganda en el extranjero en cualquier
momento de la elección.
Sin embargo, Juan Ignacio Zavala Gómez del Campo,
cuñado del todavía entonces presidente Felipe Calderón, desde su columna en el
diario Milenio publicó el artículo “Mi voto por Josefina”, descaradamente propagandístico en favor de la
malograda candidatura de Vázquez Mota, fue un acto osado, lleno de soberbia y
de ignorancia histórica de lo que fue el PAN, lo hizo el mismo día de la
elección y alcanzó a entrar en el tiraje matutino del 1 de julio del 2012, ¿Acaso
esperaba Zavala Gómez de Campo que su atrevimiento no fuera descubierto? ¿Acaso
esperaba que quién pudiera denunciar su conducta se acobardara y no lo hiciera?
¿Acaso se creyó por encima de las leyes? … Tal vez pensó que era una especie de
ave cuyo plumaje puede tocar las aguas de la Ley sin mojarse, tal vez se creyó
impune por el parentesco, por sus amigos, por sus muchas relaciones.
No han llegado las sanciones contra Monex, acaso
por la oportuna protección del entonces secretario de Hacienda José Antonio Meade
y ahora flamante funcionario del equipo priista, pero finalmente llegó la
instrucción de sancionar a Juan Ignacio Zavala Gómez del Campo por hacer
propaganda el mismo día de la elección.
A partir de que la noticia se divulgó Juan Ignacio Zavala Gómez del Campo se
pretende convertir en una especie de héroe del PAN, cuando en realidad solo es
un pobre tonto que violentó una prohibición clara y conocida por todos, un
hombre soberbio que merece ser sancionado con severidad, tanto por el IFE, como
por el propio PAN al cual traicionó al hacer propaganda prohibida por la ley.
Lo importante es que el PAN no sea quien pague la multa
que el IFE le impondrá a Juan Ignacio Zavala Gómez del Campo porque éste no
obró por instrucciones del partido, del cual era el "vocero de la candidata
presidencial" quien tampoco lo pidió que lo hiciera, fue un acto personal del infractor.
Además es deseable que la sanción que imponga el IFE sea severa, ejemplar, para que en lo
sucesivo los familiares de los presidentes no se sientan por encima de las
leyes, ya que estas conductas indeseables que tampoco son nuevas en México, se repitan, pues en el pasado remoto y reciente las parentelas de los presidentes han hecho y deshecho, y si Juan Ignacio Zavala no puede pagar de su propio
patrimonio, entonces que le pida ayuda a su cuñado el ahora ex presidente de
México, Felipe Calderón o a la multitud de sus amigos parásitos, que por ahí deambulan con las bolsas repletas.