El diario Reforma publica hoy una
encuesta que coloca a Andrés Manuel López Obrador a 4 puntos porcentuales del
candidato Enrique Peña Nieto, Reuters por su parte aventura que el ascenso en
la candidatura del candidato del PRD se debe a la movilización juvenil del 11
de mayo. En general existe la percepción de que el ascenso en la candidatura de
López Obrador es real y que viene siendo impulsado por la desilusión de los
panistas con su candidata Josefina Vázquez Mota, cuyos seguidores se desgranan
en el sacrificio de un voto útil en favor del PRI o del PRD, o simplemente de
repudio a los cinco años de calderonismo degradante para el PAN.
Así que no es ocioso imaginar esos
escenarios que todo mundo quiere ignorar: Otra elección cerrada donde los
últimos votos en computarse sean los del noroeste, el escenario de Enrique Peña
Nieto perdiendo las elecciones o el de Andrés Manuel López Obrador enfrentando
otra derrota por unos cuantos miles de votos, el de otra elección de estado, el
de el Zócalo lleno celebrando o protestando, el de un Presidente que se pone la
banda presidencial desde el balcón central de Palacio Nacional o el de un
Presidente impugnado que se inviste con ella en una cámara de diputados acordonada, en
todo caso la imagen de un presidente saliente Felipe Calderón despidiéndose bajo
una silbatina monumental, de recordatorios de su madre y entre los que
participan, algunos millones de panistas agraviados.
Los hechos que podemos dar por
descontados son los siguientes: El primero de julio por la noche, el IFE va a
informar que con los datos al corte del final del día, computados la mayoría de
los resultados de la República, esa declaratoria dirá sin duda el nombre del
candidato victorioso, así que a más tardar a las 00:15 horas del 2 de julio, ya
sabremos el nombre del nuevo presidente de México.
Es improbable que se presente un
escenario tan cerrado como el que presentó la elección del 2006, para este primero de julio uno de los dos candidatos habrá de tomar ventaja, la que de sería definitiva y
contundente si tiene un margen de cuatro o más puntos de ventaja, por
lo cual en este escenario no existiría ningún conflicto postelectoral, esto sería así aún en el caso de que el candidato derrotado fuera Andrés Manuel López
Obrador, quien reconocería al candidato triunfador, no obstante insistir en la
diferencia de ideas y de propósitos. El triunfo de Andrés Manuel López Obrador
anunciado por el conteo rápido por el margen mencionado, acarrearía el inmediato
reconocimiento de Enrique Peña Nieto.
En caso de que el IFE, según su
conteo rápido, otorgara el triunfo a cualquier candidato por tres puntos
porcentuales o menos, entonces la resolución quedaría en manos del Tribunal
Electoral del Poder Judicial de la Federación, así que este escenario post
electoral sería simplemente desastroso, pues el desprestigio del IFE sería
irreparable.
Cinco factores decisivos están en
juego y operan en favor de Andrés Manuel López Obrador: En primer lugar la “DFcentralización" de México, que privilegia en el país a todo lo que gire en torno al “DF”, como el
epicentro de toda vida cultural, social, económica, mediática y política, así
que el candidato fuerte en el DF puede contagiar fácilmente al resto de la
República; En segundo lugar, el antipriismo de nuestra juventud, descubierto a
raíz de la protesta del 11 de mayo en la Ibero y potencializado desde entonces
como el abierto repudio al PRI y por extensión, a Enrique Peña Nieto, esto implica la posibilidad de que los 14 millones de nuevos electores presidenciales -jóvenes
de 18 a 24 años- decidan limpiamente la elección; En tercer lugar, el terror
sembrado en el duopolio televisivo y sus achichincles: Mitofsky, estaciones de
radio, cadenas de cable, diarios nacionales, periodistas chayoteros, todos los
cuales están esforzándose por recuperar un cierto prestigio y por ende, sufren
de una catatonia que los inmoviliza como factores decisivos, además de que
compiten con las redes sociales que les son totalmente adversas; El cuarto
lugar es la decadencia y degradación moral y política del PAN que trae como
consecuencia la desesperanza de los panistas y una postura más bien
abstencionista o anulista, por lo que definitivamente el PRI no contará con el
voto útil de los panistas norteños y por último, en quinto lugar, el perfil
personal del candidato del PRI, que definitivamente no despierta simpatías apasionadas,
pues su ascenso se debe únicamente a los pocos pero intensos años de
envilecimiento del PAN, a manos del grupo de familia y amigos del presidente
Calderón y del oro con el cual cebó a la Hidra mediática nacional.
López Obrador asciende la cuesta de la elección pisando en los escombros del PAN, arrojados por Felipe Calderón y el abotagado panísmo al que corrompió; Pisando sobre los escombros de un PRI al que nadie considera honorable ni digno de nada, pero sobre todo, apoyado en sus propias fuerzas: la perseverancia y la prudencia y sin embargo, a pesar de todo esto, sigue caminando como si estuviera sobre una cuerda vacilante que si bien lo puede llevar a la presidencia, solo lo hará si tiene el cuidado, la sabiduría y la paciencia para sostenerse de ella.
Por Antonio Limón López
Por Antonio Limón López