El sábado 24 de julio acompañe a mi hijo Rodrigo (15 años) a la ceremonia con que la Preparatoria Federal Lázaro Cárdenas de Tijuana recibió a la generación de nuevo ingreso, tres sábados antes, en el mismo lugar fue la ceremonia de egresados, entre ellos mi hijo Antonio (18 años) que por cierto ya ingresó a la universidad, en ambos casos el lugar fue la explanada ubicada entre el Minarete y la Alberca, un zócalo donde cómodamente cupieron los 100 maestros, los 1,700 recién ingresados y los aproximadamente 3,000 padres de familia. Unas 5,000 personas estábamos entre esos dos emblemas de Tijuana, que datan de la época del Casino Aguacaliente y que se conservan conforme a la arquitectura original. Sin embargo, era la presencia de estudiantes, maestros y padres de familia emocionados lo que electrizaba el ambiente.
Mientras la ceremonia transcurría, veía los rostros de los muchachos, confiados, alegres, con sus celulares en la mano o con sus radios, algunos con audífonos, eran en todo sentido ejemplos de su generación y mientras veía el presente imaginé lo que debió ser el ingreso de la generación de 1960 –la prepa existe desde 1946- es decir la generación que dista a 50 años, mucho para una vida pero poco para la historia, aquella generación llegó a su prepa en un entorno totalmente distinto a la de mi hijo, el mundo vivía en plena Guerra Fría, las superpotencias se amenazaban con la total y recíproca aniquilación, estaban fabricando bombas nucleares, experimentaban con gases y armas biológicas, al mismo tiempo que incubaban conflictos armados como el de las coreas o la guerra del Vietnam, o la dilatada sangría africana y en tanto alimentaban a las dictaduras de América o a sus sucedáneos y cercenaban a Europa con el Muro de Berlín; la pobreza sin esperanza, la hambruna en todo el mundo, el saqueo de los recursos naturales, la amenaza de un crecimiento desproporcionado en los países pobres y la consecuente amenaza para el “primer mundo”, el racismo y la segregación racial en ascenso, todo ese conjunto debió ser para aquellos jóvenes un escenario perturbador, quizás paralizante.
Cualquiera hubiera justificado que aquella generación fracasara o viviera estancada, pero no fue así, aquella generación popularizó al Rock And Roll, cambió la música para convertirla en el idioma de los jóvenes, hizo otro tanto con la moda, inventó la minifalda y el bikini, por cierto que casi mata de hambre a los peluqueros por su aversión a las tijeras y a los peines, esos muchachos enfrentaron a los tanques de guerra en la “Primavera de Praga”, combatieron a la guerra de Vietnam con flores y palomas, protestaron en las universidades de Estados Unidos, de México, de Francia por el mundo que recibieron, aquella generación inventó las computadoras, el Internet, la música, la fotografía y el video digital, pusieron en el cielo satélites para la paz, desactivaron la “bomba demográfica”, transformaron los procesos quirúrgicos, elaboraron una nueva cultura de la salud, hicieron de la Ecología una bella y familiar palabra para defender al mundo de nuestra codicia depredadora, descubrieron a los animales que peligraban y los incluyeron en la categoría de “en peligro de extinción” para salvarlos, desmantelaron los misiles nucleares ¿Qué más hicieron? Bueno inventaron los celulares, los Ipod, los Iphone, las Lap top y todo eso que cualquier joven del 2010 tiene que poseer para salir a la calle.
Pensando en eso, me pregunté ¿Qué podemos esperar de esta nueva generación? Al verlos sonrientes y felices, no parecían ni impresionados, ni sorprendidos por el esplendor de los inmaculados edificios de la prepa o por la importancia del momento en su breve vida, en tanto que los padres “estábamos que no cabíamos de orgullo”, así que por un instante dudé, ¿Acaso a esta generación solo le corresponde dar testimonio y disfrutar? Pero de inmediato deseché la idea, en estos alegres y aparentemente despreocupados jóvenes se encuentra ya la inconformidad humana, la misma de hace cincuenta, cien, mil, dos mil años, y entonces caigo en la cuenta que solo en parte son nuestros, ellos se deben a sí mismos y a su propio futuro, ellos llegado su momento innovarán la medicina, extenderán el promedio de vida para si mismos y para sus hijos, cambiarán al automóvil, tendrán una diferente concepción artística y una nueva estética, reformarán el sistema educativo, económico y vivirán en una sociedad verdaderamente democrática , inventarán sus propios desafíos y los vencerán, tendrán dos o tres profesiones y las ejercerán, comprenderán mejor a la vida y a la atmósfera, al mundo y al universo mismo, no puedo imaginar los artilugios con que se comunicarán, pero estoy seguro que se entenderán mejor, tal vez diluyan las fronteras de los estados o al contrario, pero quiero creer que en cincuenta años la pobreza que veo en otros niños, sin escuela, sin alimentos, sin casa, sea una historia de horror del pasado y pensando esto me conmuevo, pero vuelvo a verlos hablando, sonriendo, tomándose fotografías, felices y claro...su alegría me contagia.
Por Antonio Limón López
Como domar a nuestra Hidra
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