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DIEGO FERNANDEZ DE CEVALLOS



Al momento en que fue secuestrado, Diego Fernández de Cevallos, carecía de trascendencia política, no es que fuera un desconocido o que no tuviera nexos con las fuentes del poder en México, es decir con el Presidente de la República, o con las dos grandes empresas televisoras o con los propietarios de las grandes empresas mexicanas, no claro que Diego Fernández de Cevallos era en ese momento un hombre conocido a nivel nacional, un referente entre todos los dirigentes nacionales políticos, de empresa, asediado por todos los periodistas y además, en caso necesario con derecho de picaporte en Los Pinos, en la Secretaría de gobernación donde despacha uno de sus asociados, pero a pesar de todo eso, la recomposición política dentro del PAN y el cambio de los objetivos de ese partido lo separaron de la dirigencia nacional y relegaron a nada su influencia sobre el Consejo o la Asamblea Nacional.

En ese momento simplemente era uno más de los muchos multimillonarios beneficiarios de nuestro sistema político, premiado espléndidamente por su talento, pero sus opiniones ante el Presidente de México, ante el del PAN o ante el Consejo nacional panista o ante la opinión pública nacional tenían el mismo valor que un cacahuate; en la actual debacle panista Diego no era ni un baluarte, ni un líder y su rompimiento con el partido pasó casi desapercibido, a nadie le importó. Cuando Fernando Gómez Mont renunció al PAN (que no a la chamba) Diego se solidarizó con él y se separó del partido del que fuera candidato presidencial al precisar: "..lo único que puedo hacer en función de mis convicciones más profundas es estar distante y marginado de esta dirigencia, no tengo nada que hablar con César Nava",

Para el Presidente fue una victoria anunciada y varias veces pospuesta, nunca hubo proximidad entre ambos, Felipe Calderón que presumía de demócrata -ahora sabemos que solo era una postura- reprobaba la conducta de Diego Senador y litigante, incluso Luisa María Calderón Hinojosa presentó una iniciativa dirigida personalmente contra Diego en el Senado y cuando Diego se sumó a la campaña de Santiago Creel contra Felipe, el distanciamiento fue insalvable, en especial por el corazoncito vengativo de nuestro entonces Presidente, y ni siquiera los actos posteriores de sumisión de Diego a Felipe los acercaron. Felipe Calderón planteaba asuntos de ambigua resolución para dejar que Diego opinara y de inmediato arremeter contra él y su solución, simplemente porque en el PAN o se pertenecía al grupo del presidente o al de sus "enemigos", donde sin duda Felipe Calderón se esforzó en colocar a Diego.

Diego intentó en el 2009 contener la catarata de dedazos de Felipe Calderón Hinojosa y sus dirigentes achichincles, en ese momento el Presidente del partido era el imbécil lacayo Germán Martínez Cazares, pero ante la reacción de los consejeros nacionales -todos enchufados a la nómina- optó por ponerse del lado presidencial y hasta argumentó “Partido que se divide es partido que pierde” y "En principio no son deseables las designaciones que provienen de los comités centrales, pero si las circunstancias nos llevan a ver que en esas competencias hay agravios y confrontaciones que rebasen las buenas formas políticas, es necesario que los partidos tomen decisiones de ese tipo".

En suma, Diego intentó por todos los medios sumarse al grupo de Calderón pero este le cerró la puerta y lo rechazó una y otra vez, la estrategia de Felipe Calderón consiste en atacar, con todo, a sus adversarios y no contemporizar con ellos en nada y si usted piensa que el PRD es adversario de Felipe Calderón la respuesta es no, Felipe solo cataloga como adversario a todo aquel que no rebuzne y que pueda tener influencia moral o intelectual al dentro del PAN, al que considera de su exclusiva propiedad y al que planea seguir manipulando una vez que sea expresidente, mediante peleles o mequetrefes del perfil de Germán Martínez y César Nava, por ello Diego era -en el delirio calderonista- un formidable adversario real o al menos potencial.

Para acabar pronto, el asunto de la renuncia al PAN -que no a la nómina de gobernación- de Fernando Gómez Mont propició el retiro de Diego del PAN, quizás porque finalmente se dio cuenta de que hiciera lo que hiciera,  Calderón continuaría exigiéndole disciplina para exhibirlo ante los panistas, no es que Diego quisiera retirarse por su edad ni por razones de salud, o por razones económicas, pues estaba rejuvenecido, se había divorciado, conforme a la moda panista y se casó de nuevo, la fortuna le había llevado oro en carretillas y en ocasiones en tractocamiones, hizo grandes negocios litigando y claro que nunca lo ocultó, ni lo disimuló, Diego carece de cualquier forma de doblez y la abundancia económica es en él tan notoria como su barba.

Es cierto que la vida política de Diego tiene sombras, en particular la elección de 1994 cuando se retiró totalmente de la campaña presidencial dando pauta para que el candidato del PRI se recuperara de los demoledores efectos del primer debate presidencial de nuestra historia, en que Diego apabulló a Ernesto Zedillo y a Cuauhtémoc Cárdenas, la expectativa de ese debate y el talento dialectico del queretano, lo impulsaron como lo que era, un político excepcional, un polemista insuperable, un campeón de la esgrima retorica, un fuera de serie y eso es lo que México quería, por ello fue colocado muy por encima en todas las encuestas, al grado que sólo retirándose perdería ….y eso fue precisamente lo que hizo.

A pesar de su ausencia como candidato logró un segundo lugar, pero lo hizo en medio del desprestigio más hiriente, se filtró que había obtenido la entrega de cientos de hectáreas en el desarrollo de mayor valor de la República mexicana, en Punta Diamante, en un juicio que resolvió la super corrupta Suprema Corte de Justicia de la Nación. Por lo inexplicable del fallo y además por las autoridades que intervinieron en su fulminante ejecución se despertaron las peores sospechas, entre los coaligados en el megaembute se encontraban el ahora asesinado cuñado de Carlos Salinas, el Gobernador de guerrero José Francisco Ruiz Massieu y el propio Presidente Carlos Salinas de Gortari gran amigo y a no dudar, pupilo de Diego Fernádez de Cevallos.

De cualquier manera la fortuna de Diego se vio incrementada por el éxito de su despacho, de donde salió Antonio Lozano Gracia para realizar el peor de los papeles como Procurador General de la República. Durante el gobierno de Zedillo el despacho de Diego se elevó en prestigio y éxito hasta tocar los cielos, corría la fama de su poder infinito, había sido el primero que levantó el brazo de Zedillo y todos lo consideraban el capitán de las causas previamente negociadas, el gran concertacesionador. Sólo tenía un adversario en el PAN, un empresario excéntrico de Guanajuato de nombre Vicente Fox Quezada; había otro en el PRD, era de menor calado, una especie de amalgama entre un puritano predicador callejero y un marxista a la mexicana, un tal Andrés Manuel López Obrador, a quien se debe el descubrimiento de que Diego Fernández de Cevallos, como enemigo político, era una mina -que digo- una montaña de oro puro.

Andrés Manuel López Obrador sabía que Diego había ganado fama de hiper corrupto y que nadie lo respetaba realmente, pero que por pura farsa los panistas aparentaban hacerlo, Diego que se sabía en la mira del PRD y del PRI esperaba sobrepasarlos debatiendo y dando la cara, pero AMLO  resultó ser intratable, lo agarró, lo tachó de corrupto y no lo soltó, lo convirtió en su rehén y en el enemigo a la medida, para tupirle hasta con el balde, así López Obrador cada vez que necesitaba subir en popularidad iba por Diego a vapulearlo y en esto, el tabasqueño es insaciable. 

Por aquellos días AMLO no quería debatir con nadie que no fuera Diego, en especial cuando se corrió el rumor de que competiría por la presidencia de la República en el 2000 y después por la jefatura de Gobierno del Distrito Federal. En ese entonces Andrés Manuel López Obrador dijo “de aquí soy, yo lo vi primero, déjenmelo a mi solito” y tanto obtuvo del pobre Diego que en justicia López Obrador debería ponerle un monumento y del mas bruñido bronce, porque gracias a Diego, López Obrador esculpió su propia fama de “honesto” y de implacable, seis años después Vicente Fox sería su nuevo benefactor involuntario, el de Guanajuato resultó un aturdido a escala mundial y Andrés Manuel lo aprovechó hasta casi lograr la Presidencia de la República, dicen que cada quién agarra su zonzo, pero nadie ha sido tan afortunado en esto como López Obrador, hasta que su “carnal” Marcelo hizo lo propio. 

La última desafortunada postura de Diego fue la de la Ley Televisa, promovida por el entonces dirigente nacional Manuel Espino y el Senador Santiago Creel, para su infortunio de esa ley solo obtuvo mayor desprestigio y sospechas, pues a pesar de una victoria pírrica para aprobarla en las cámaras, esta fue declarada inconstitucional en una controversia constitucional por la suprema corte de Justicia, pero se ganó el respeto del duopolio televisivo, pues fue el único que no se retractó, quizás por ello es que ambas televisoras se han mostrado generosas con Diego Fernández.

Pero existe otro Diego, el que vive en el pasado, en una época donde dominaba la cerrazón, el cinismo, la total antidemocracia, el fraude electoral y la trampa más vil, Diego era entonces un joven idealista, un panista de convicción plena y un combatiente político de primera línea, el tipo de persona indispensable para cualquier partido y para cualquier país, varias veces fue candidato en condiciones adversas y (entonces, en la adversidad) nunca dio un paso atrás, este es el Diego que quiero recordar, aquel que representó al PAN y al Maquío en la elección de 1988, aquel que cautivó a México con su oratoria encendida y racional, aquel que podía ser sutil como un jurista italiano y rudo como el ranchero bronco al que nunca renunció ser. Recuerdo a Diego asustando a los farsantes priistas al afrontarlos con una barba a lo Maximiliano, lo recuerdo revirando fulminante, haciendo fuegos de artificio y disparando certeras municiones dialécticas, mayéuticas y de todo tipo. Nadie como él en los debates antes de Punta Diamante. La codicia lo perdió y temo que lo haya marcado para siempre.


POR ANTONIO LIMON LOPEZ.

Felipe Calderón se sincera 

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