Por algún secreto maleficio, los mexicanos recibimos con palmas a todo lo que sea antidemocrático y si por cualquier medio nos llega alguna idea democrática, bueno pues de inmediato la mimetizamos, la enmascaramos, la prostituimos para finalmente convertirla en una aberración y entonces sí la hacemos nuestra, y si duda de esto, vea en que situación tan lamentable se encuentra el federalismo enano, deforme, contrahecho que tenemos, vea a nuestra república convertida en un botín para las pandillas depredadoras de todo tipo y estirpe, vea usted a nuestra Suprema Corte de Justicia con sus ministros insaciables de oro, pero incapaces de mover un dedo por puro patriotismo, vea usted para no ir mas lejos, que clase de señora de mala nota es nuestra democracia.
Así que nada tiene de extraño que en México tomemos esta noción, la de ciudadano y hagamos caso omiso de su noble origen, de su enraizamiento al corazón mismo de la Democracia, nada tiene de extraño que olvidemos que el ciudadano no es un simple gobernado, sino que es quien gobierna, que está revestido por los poderes supremos que la Democracia es capaz de otorgar, ni mas ni menos que el de formar y reformar al gobierno, al Estado y a la postre a la misma sociedad. Un poder comparable solo al divino: pues crea y recrea al Poder, que defiende a la propia soberanía y determina la forma de vivir al elegir y sostener a todo su gobierno. Esto en las democracias de todos los tiempos no solo ha sido un derecho, sino una obligación; Sócrates, a manera de ejemplo, como ciudadano era un hoplita, un soldado de infantería que tenía el privilegio de luchar por Atenas. Sin duda alguna el trabajo de ciudadano es arduo pero a diferencia de su contraparte extrema el militar que lo traen a fuerzas, que no sabe de dónde viene, ni quien lo trae, ni donde está, ni a donde lo llevan, el ciudadano por el contrario viene porque quiere, sabe de dónde viene, como viene, donde está y hacia dónde va.
La moderna Sociedad Civil que nació del antepasado del ciudadano moderno, el burgués europeo quien a su vez rompe con el linaje milenario de súbditos, que tiene la sola excepción de los ciudadano griegos y romanos que fueron un oasis en el desierto del autoritarismo, pero suficiente para que de sus aguas abrevaran los viajeros hartos de tanto despotismo, de tanto poder en tan pocas manos; gracias a esto el ciudadano deja de ser objeto de la historia para convertirse en protagonista y así corta de tajo toda justificación a las tiranías para crear su propio orden económico bajo el imperio de la Democracia. El Estado que nace de esta manera es liberal democrático, liberal porque establece las libertades que todo gobierno debe respetar en favor de cualquier gobernado y democrático porque ese gobierno se renueva por la voluntad de todos, expresada en la formula democrática: “todos pueden votar y el que puede votar puede ser votado” y nadie tiene justificación para impedir esos derechos o como en el caso mexicano, deformarlos hasta hacerlos una caricatura.
Por esa deformación del modelo democrático y del profundo desengaño que sentimos por los partidos políticos y los gobernantes que de ellos emanan, surgen voces inconformes -muy justificadas, como usted puede darse cuenta- que exigen cambios profundos, pero por desgracia han tomado el sendero equivocado y enarbolan el estandarte del “ciudadano”, pero no del ciudadano al que nos referimos anteriormente, sino otro que solo es un adversario del gobernante en turno y que desprecia al militante comprometido en una legítima y digna causa partidista. Pero ¿Donde están esos ciudadanos? en cualquier parte, incluso en el gobierno y en los partidos políticos porque carecen de un común denominador ideológico o de una meta común, simplemente están hartos y quieren una revancha, sin importar su costo o sus consecuencias.
Este sencillo razonamiento y por ende dotado de un gran poder de convocatoria, esta calando hondo entre todos los gobernados que no se sienten representados por los partidos ni por sus gobernantes, acaso por la hiriente ineptitud y bajeza de nuestros gobernantes por lo que el sentimiento de engaño y los agravios recibidos exigen una revancha ya, y esto es lo que precisamente les ofrece el ambiguo “movimiento ciudadano o ciudadanizado” integrado supuestamente por legiones de ciudadanos apartidistas y apolíticos que consideran que la política es una “cosa sucia”, que desprecian a los políticos y que se autocomplacen diciéndose: “soy limpio y puro”. En realidad este tipo de “ciudadano” no defiende ninguna postura política, ni la discute, ni la confronta y cuando sus hijos los interrogan sobre algún tema político de actualidad, les contestan diciendo: “eso no tiene importancia” , “ ponte a trabajar” o ”no pierdas tu tiempo en tonterías”. Estos "ciudadanos" marca "patito" son, como lo demuestra la experiencia, una masa maleable al martillo del primero que la quiera moldear y que se conforma con muy poco, generalmente se satisface escuchando: “los gobernantes y los militantes políticos son indignos e ineptos y no te merecen" y por desgracia no va más allá.
Si el movimiento ciudadano fuera capaz de organizarse como un renuevo contra las mafias partidistas, implicaría el ingreso de mas ciudadanos a la acción política, lo cual sería plausible, pero resulta que eso no ocurre y por el contrario, son precisamente los políticos profesionales y los dirigentes de los partidos políticos más envilecidos, los que se dedican a explotar esta áurea veta a cielo abierto, para reforzar con mayor solidez a los propios políticos astutos y a los gobernantes venales. No es una ironía que esta causa termine al servicio de aquellos a los que debiera combatir.
Qué maravilla dicen los diseñadores de estrategias burocrático partidistas: “Aquí tenemos a estos aturdidos que se dicen 'ciudadanos' y que están buscando ‘candidatos ciudadanos’ pero como ellos son ‘puros’ pues consideran a la política ‘cosa sucia’ no van a mover un dedo para hacer efectiva su causa. Es nuestra oportunidad, lancemos a nuestros ‘candidatos ciudadanos‘ y de paso, aprovechamos para controlar a los militantes que se nos quieren salir de la sumisión en que los tenemos” Mientras se soban las manos diciendo ‘Nos sacamos la lotería con estos zonzos y sin comprar boleto”
Este furor falsamente ciudadano, es la llave que necesitan los dirigentes de los partidos políticos para cerrar las puertas de la verdadera democracia a los militantes de sus partidos y darle atole con el dedo al pueblo mismo, “nosotros, los dirigentes de los partidos, vamos a 'designar' candidatos (a vil dedazo, por supuesto), que serán 'candidatos ciudadanos' extraídos de la sociedad civil y no detestables políticos idealistas, como los miembros del partido”, “designaremos a ciudadanos ajenos al partido” Y como decía Cantinflas”: Ahí está el detalle.
Todo esto de los “ciudadanos” les permite a los dirigentes controlar al partido argumentando estar interesados en los ciudadanos, impidiendo a sus militantes de a pie –verdaderos ciudadanos- que elijan candidatos y así postergar ad infinitum la vida democrática dentro del partido, por ende al no existir la democracia interna -que es la primera, sin la cual no puede existir ninguna posterior- los militantes/ciudadanos se convierten en vasallos y los inconformes o se van por su propio pie, o son señalados como traidores.
¿Pero quienes resultan ser los candidatos ciudadanos designados? Bueno pues los amigotes y los amiguitos de los dirigentes nacionales o del Presidente en turno, y con ellos, entre la bola de escaladores y cortesanos, se cuelan las esposas de los amigos, o al revés, o sus novias o novios, o sus amantes y "movidas", también alguno que otro mafioso con dinerito extra, para compensar por una bonita diputación y en la rebatinga también agarran premio, alguna que otra celebridad egolatra o ambiciosa que nunca movió un dedo de gratis por su país, pero todos los “candidatos ciudadanos” saben que si quieren seguir parasitando tienen que aprobar en la criba de la inmundicia, para lo que deben ser leales como perros, idiotas como asnos y rápidos de manos para cobrar el cheque y compartirlo con sus mecenas y para votar bien amaestrados en manada. Estos sujetos son inmunes porque no le deben nada ni al pueblo ni a sus camaradas de partido, pues son impuestos por las burocracias despóticas de la pandillerocracia nacional, ante las cuales deben practicar la más absoluta sumisión, ya que a los únicos que les deben todo, es a los pandilleros que los impusieron y por ello saben, que si se portan como viles lambiscones y como babeantes serviles hasta la ignominia, con ello pueden ser candidatos a otra diputación, regiduría o quizás a una senaduría y en arrastrados extremos hasta una gubernatura.
¿Y donde quedaron los “ciudadanos” que no participan en política? los que se sienten “puros y limpios” los que dicen que la “política es cosa sucia”. Bueno en el mismo lugar de siempre, rumiando en su apatía todos los males de la antidemocracia. Pero ¿En que situación quedan los dirigentes indignos? Esos que se aprovecharon de todo esto, pues ahora, de plano, se convierten en dueños del partido y de sus candidaturas, tienen el monopolio del dedo designador, son amos y señores de un sistema donde los ciudadanos verdaderos no cuentan, Y ¿donde quedan los militantes de los partidos? quedan en el papel de humillados y reducidos a simple relleno, sujetos al “copelas o cuello” y sometidos a la pedagogía de la indignidad, porque fueron engatusados en un exitoso laberinto de engaños y o han renunciado o no saben como salir, pues la demagogia dizque ciudadana es abrumadora y por desgracia llegó para quedarse, pues permanecerá hasta que los verdaderos ciudadano asuman dentro de sus partidos, !sí dentro de sus partidos! el duro papel que les corresponde.
Por Antonio Limón López.
Una anécdota del fundador.