Bueno, los obreros y campesinos de las grandes economías de mercado viven en mejores condiciones económicas, tienen mayor poder político y disfrutan acceso a más y mejores bienes que sus sufridos iguales en los estados revolucionarios, obreristas y progresistas, cuyos gobernantes disfrutan apoltronados en el diván del privilegio y la abundancia, mientras se proclaman sin pudor alguno de “izquierdas”. Ni siquiera las sutiles consideraciones de Norberto Bobbio son suficientes, en estos momentos, para distinguir con claridad a la izquierda de la derecha, pues no existe doctrina política en Europa o América que claramente delimite las fronteras entre una y otra y menos aún que esta distinción sea lo suficientemente funcional para despejar todas las dudas, digamos que sirva para la teoría y también para la praxis.
Si algo caracteriza estos tiempos es el cero ideológico, el equilibrio perfecto entre la derecha y la izquierda simplemente se debe a que ambas fueron amputadas del cuerpo ideológico de nuestra sociedad, todas las parte en debate adoran a los pobres, a los desposeídos, todas pretenden ser ilustradas, creen firmemente en los derechos del hombre, desprecian las guerras ideológicas, religiosas o inspiradas en revanchas históricas, ni el más feroz de los capitalistas se atreve a decir que el dinero sea un fin en sí mismo, ni el más anticapitalista de hoy espera que el mundo se rija por el trueque, nadie quiere suprimir al Estado y al mismo tiempo todos lo vemos con desconfianza, en realidad todos coincidimos en estos aspectos que tanto distanciaron a nuestras sociedades desde el siglo XVIII, hasta que en 1991 reventó la Unión Soviética, el último Estado ideologizado con posibilidades de sobrevivir e influir a los demás.
Pero eso no significa que el mundo sea hoy una “tabula rasa” donde no haya discrepancias o discordancia, al contrario, nuestro tiempo está plagado de hondas injusticias, amenazado por minorías depredadoras que lo han convertido en su coto de caza, negros nubarrones se avizoran en nuestro futuro y facciones desideologizadas y sin compromiso ético se apoderan de los gobiernos, de los partidos, de los organismos sociales de todo tipo sólo para medrar y contra ellos sólo existe un armamento de largo plazo que puede garantizar una victoria, ese instrumento es el de la Democracia, que significa transparencia, poder compartido, igualdad para todos, representatividad legítima, dignidad para los que la exigen, oportunidades para todos, claro no es en si mismo alimento, todavía nadie come democracia en su mesa, nadie se cura una cortada con democracia, nadie bebe democracia en lugar de agua, la Democracia no es una cosa, pero es algo indispensable para que exista una república, para que existan gobernantes legítimos y para que nuestros lideres no sean pandilleros voraces, la Democracia puede hacer que florezca el gobierno visible y no el oculto, es la mejor forma de evitar que se firmen turbios acuerdos a nuestras espaldas y que así se nos engañe, pues nadie castiga mejor a los prevaricadores políticos.
Por ello, México se encuentra dividido en dos fracciones, enemigas entre sí de manera irreconciliable, que son el bando de los demócratas y el bando de los antidemócratas, el primero está formado por casi todo el país, descorazonado por la partidocracia y la ineptitud, que en realidad es pandillerocracia y desprecio, México se ha desilusionado de golpe de todos sus dirigentes, a los que ahora ve sin esperanza como a descarados ladrones, conculcadores y falaces convenencieros, es un México hondamente ofendido al que se le arrojan migajas y se insiste en darle atole con el dedo, es un México que sabe que su voto no es la fuerza de nada, pues en realidad existe un sistema medular e históricamente antidemocrático que amenaza con extenderse, pero a final de cuentas es el bando mayoritario que se impondrá en cuanto salga de su azoro y estupor.
El bando contrario, es el de los antidemócratas, que son aquellos que acuerdan en lo oscurito, que utilizan a los partidos como escuelas de servilidad, que copian deformando y desfigurando todo lo que se ha traido del resto del mundo, un federalismo de pacotilla, una Suprema Corte de Justicia de ministros indignos, un IFE de calculadores y de sujetos sin valor y sin dignidad, una clase política totalmente desprestigiada y que fríamente le voltea la espaldas a los gobernados, a sabiendas que quien elige es su dirigente de partido. En el bando de los antidemócratas están desde luego el supervillano favorito de México: Carlos Salinas de Gortari, pero también nuevas y lamentables adquisiciones como la de Felipe Calderón Hinojosa y César Nava, otras ya reconocidas como Beatriz Paredes, Andrés Manuel López Obrador, Manlio Favio Beltrones, todos los partidos políticos y sus dedocraticos y pandilleriles dirigentes, también todos los empresarios, intelectuales y celebridades del momento, que se acomodan a las reglas del cuchupo y le entran al trastupije nacional y no podemos exlcuir a los colaboradores ingenuos, los menos por cierto y a los maliciosos, los más.
Así que ni izquierda ni derecha, sino demócratas y antidemócratas, esta es la verdadera división de nuestro México y no otra. Por lo pronto ¿En qué bando estás?
Antonio Limón López
Carta a Mario Vargas Llosa