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LAS LECCIONES QUE APRENDIMOS CON EVO.


Todos los días los maestros dan miles de lecciones, son lecciones que a su vez han aprendido de la historia, de la Ciencia y de su vida misma, aspiran a que sus alumnos aprendan lo que otros han sufrido, lo que la Ciencia ha descubierto, o en su caso, a enseñar lo que su propia experiencia les ha mostrado, no quiere decir que el destinatario de esa lección, el alumno, vaya a aprenderla, quizás no le interese, o le interese muy poco, pero en todo caso, todos podemos aprender.
Evo Morales, ex presidente de Bolivia nos ha dado su lección y hay que admitirlo, es una gran lección, de la misma manera que un maestro, que la historia o la ciencia misma nos muestra, Evo nos ha mostrado un rostro inédito sobre la república, el pueblo y la Democracia que por primera vez y tenemos la oportunidad de conocer en este siglo.
A diferencia del pasado, en que no importaba cualquier razón o sin razón, y que tampoco importaba la democracia, el gobierno de Evo Morales se cimentó en una elección democrática, y en un gobierno que sin duda fue un gran gobierno, supo aprovechar la época en el mundo de los grandes yacimientos de materias primas que Bolivia tiene en abundancia, y con la dosis de honestidad necesaria, supo salir de la miseria y colocó a su pueblo en una etapa superior, no de riqueza, pero si distribuyó mejor la riqueza y dio a millones una oportunidad de salir de la pobreza y llegar a la clase media. Sin duda un gran logro.
Gran cambio para Bolivia, pero también ocurrió un cambio para Evo Morales, que de trabajador y luchador harto, que supo canalizar su afán de cambio en la Democracia, en la elección pasó en casi 24 años a considerarse indispensable. Un viejo mal que ha lastrado las democracias latinoamericanas, un viejo mal que encontramos en Porfirio Díaz, que envejeció en el poder y llegó al extremo de considerarse indispensable para resolver todos los problemas en México, un viejo mal que también tuvo Benito Juárez que duró casi veinte años en el Poder y para el cual, siempre hubo motivo para retrasar las elecciones democráticas que lo sacarán de Palacio Nacional, hasta que una angina de pecho puso fin a su vida.
Evo también se consideró y se considera “especial”, pero simplemente el pueblo boliviano se cansó de verlo en el poder, a pesar de su juventud, a pesar de sus buenas razones, a pesar de todo se cansó de verlo en el Poder. También él equivocó sus aliados, tendiendo a los mejores al alcance de su mano, teniendo al partido, teniendo a sus militantes, teniendo a sus aliados civiles, eligió mal, eligió a los militares, los mismos a los que pidió reprimieran a su pueblo, los mismos que intentaron fijar un cerco sobre ciudades rebeldes pero que no obedecieron, también se eligió a sí mismo y no permitió que su partido eligiera otro candidato en su lugar, eligió a los militares y cuando estos dijeron que “no” y le sugirieron renunciar, ....., renunció.
La gran lección de Evo Morales que sin embargo no supo ver y que terminó por dar y sufrir, fue la de elegir el gobierno civil y nunca depender de los militares, tampoco debió eternizarse en el gobierno alegando que el pueblo “aún lo necesitaba”, pues el siglo XXI a diferencia de los anteriores, el pueblo puede reaccionar contra el “eterno servidor” y demostrar que es muy frágil, y peor si termina por aliarse a los militares que tranquilamente pueden enviarlo al exilio o a algo peor.
Desde luego que al darle el Poder máximo al Ejército, terminó por ser expulsado por el Ejército, y que al convertir a la sociedad en débil, a la postre acabó con los ejes democráticos de su poder y en unas cuantas horas, partió para el destierro.
México y López Obrador deben aprender de Evo Morales, quien ahora que es nuestro asilado y debe comportarse como tal, como un asilado que respeta nuestra amistad con el pueblo y gobierno de Bolivia, al cual seguimos honrando con nuestro aprecio y con nuestra amistad. Atrás queda el gobierno de Evo Morales, pero adelante sigue el gobierno de Bolivia con el cual seguimos teniendo amistad y reconocimiento a plenitud.
        
Por Antonio Limón López.
@antoniolimon

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