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LAS "DEMOCRACIAS" DE ANDRES MANUEL LOPEZ OBRADOR



Todos los gobiernos del mundo se califican a sí mismos como “democracias”, excepto unos pocos como Arabia Saudita donde impera un rey a la usanza europea del siglo XVIII, es decir un rey absoluto y sin ningún contrapeso, ese fue el caso de las “democracias” europeas sometidas a la Unión Soviética y que se desplomaron tras la caída del Muro no de Trump, sino de Berlín. Eran dictaduras auto etiquetadas como “democracias”, y ese era también el caso de nuestro país, pues México no era una democracia a finales del siglo XX, ni lo es ahora en pleno siglo XXI.
Durante la era del PRI-Gobierno fue necesario ponerle adjetivos a la palabra Democracia, para así convertirla en algo digerible para el mundo y para la misma sociedad mexicana que sabía que todo eso era una farsa, así la democracia “a la” mexicana era “Democracia Social” “Democracia Dirigida” “Democracia Directa” “Democracia Popular” “Democracia Participativa” “Democracia Progresista” “Democracia de Guerra” “Democracia Económica” “Democracia Austera” “Democracia Revolucionaria” “Democracia Institucional” “Democracia Nacionalista” todas las cuales tenían en común que ninguna era un verdadera Democracia, todas eran farsas de las que se saltaba de una a otra para justificar precisamente la ausencia de Democracia.
Esta Democracia con Adjetivos no engañaba a nadie, ni a sus beneficiarios que eran el PRI-Gobierno, los empresarios enchufados al Gobierno y a su apéndice el PRI, tampoco engañaba a los opositores panistas (sin relación con los rufianes del PAN de hoy), ni al pueblo en general que los consideraba viles hampones, apropiados del gobierno como ocurría desde 1824, los mexicanos eramos memoriosos y sabíamos que todos nuestros gobiernos eran los mismos, con nuevas caras, nuevos discursos. nuevas promesas de amor al pueblo bueno pero ignorado y nuevos adjetivos, pero siempre los mismos pillos.
De esa generación priista es Andrés Manuel López Obrador, y fue parte de los jóvenes favorecidos por el PRI-Gobierno después de la masacre de 1968. La Mafia en el poder optó por atraer jóvenes de la UNAM para provocar con buenos sueldos el olvido de la matanza, fueron las desmemoriadas "juventudes priistas”, formadas por ambiciosos, cínicos  y bien dispuestos a perdonar a los rateros y asesinos de su pandilla, y carecían de remordimientos, pues creían en el ideal ilustrado: "Todo por el pueblo, pero sin el Pueblo” Conforme a este ideal todo se justificaba invocando al Pueblo pero ignorándolo.
En 2018 Andrés Manuel López Obrador logró su objetivo, dueño de su propio partido, a la imagen y semejanza del PRI de Miguel de la Madrid, el expresidente que lo cobijó y que es su mayor influencia política junto con Manuel Bartlett Díaz su gran benefactor. También ahora es Presidente de México, y sin más ideas en la cabeza que la de la democracia con adjetivos, vuelve a todo vapor para restituir en pleno siglo XXI al PRI del siglo XX.
Con él vuelve el militarismo omnipotente de entonces, vuelve el centralismo absoluto, vuelve el control de la clase política y vuelven los capitalistas enquistados en el gobierno, pero sobre todo vuelve la democracia con adjetivos: La “democracia participativa” (¿Acaso existe alguna que no lo sea?) y la “democracia directa” pero esta sin los instrumentos necesarios para que exista, ambas variantes no de la Democracia sino de la anti democracia de siempre.
¿Qué hacer ante esta farsa? Lo único es evitar que siga siendo una farsa, es decir participar en cada "consulta", por muy trampeada que sea, pues de otra manera se cederá ante la anti democracia y esta se asentará sin oposición, el gran problema es que los partidos políticos "opositores" son también unos farsantes y hampones, indignos de confianza, que cuando pudieron optar por una Democracia sin Adjetivos, prefirieron su parodia en beneficio de sus bolsillos y de sus organizaciones delincuenciales, así que no contamos con ningún partido político confiable y probo para oponernos a esta re edición de la pantomima política mexicana de siempre.
Pero hay que fijar las trincheras y votar en cualquier convocatoria.








Por Antonio Limón López

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