Es usted bienvenido a México,
donde el pueblo sencillo y
creyente lo espera con gran
Fe y esperanza.
donde el pueblo sencillo y
creyente lo espera con gran
Fe y esperanza.
En esta ocasión su visita, como
ocurre en todo el mundo, ocasiona controversias y disensos entre la burguesía ilustrada, que no son nuevos para la Iglesia, pues como lo expresó Jesucristo:
“¿Piensan que he venido para dar paz en la tierra? Les digo que no”. Y sin embargo, de la misma manera que siempre, su mensaje para todos, y en este caso especialmente para nosotros los mexicanos, es de amor y reconciliación.
En esta ocasión, los mexicanos inmersos como estamos en nuestros males añejos, que son la simulación, la corrupción y la violencia, percibimos que su visita es
para traernos un mensaje de esperanza.
Es precisamente por lo que como católico y ciudadano esperanzado en que la Iglesia asuma el papel de Maestra en el plano secular, le solicito a usted y a la Curia que tomando en cuenta que la función que cumplió el Celibato ya no subsiste, por lo cual ahora es innecesario, sea excluido como parte de las obligaciones sacerdotales.
Es precisamente por lo que como católico y ciudadano esperanzado en que la Iglesia asuma el papel de Maestra en el plano secular, le solicito a usted y a la Curia que tomando en cuenta que la función que cumplió el Celibato ya no subsiste, por lo cual ahora es innecesario, sea excluido como parte de las obligaciones sacerdotales.
Lo primeo que debo expresar para sustentar mi argumento es que en este siglo, como en ninguno otro, la
cultura occidental, acaso sin pretenderlo, se ha impuesto alrededor del mundo, los
signos de su economía, de su forma de organización política, de sus recursos
tecnológicos, y de su actual visión secular del mundo son el común denominador desde
un polo al otro.
Sin embargo la cultura occidental ha sido sometida a una
cruenta cirugía mayor, le han extirpado su corazón y su médula espinal, lo que
fue el motor y la razón de su nacimiento y formación: el Cristianismo.
Esta poderosa cultura, desprovista de la guía del
cristianismo es una maquinaria de opresión y de sufrimiento, que está ocasionando en el
mundo el mismo impacto que causó la cultura occidental ilustrada, que también fue hija del cristianismo, y que también sufrió su extirpación y libremente se
dedicó a la explotación sistemática de los seres humanos que fueron convertidos en mercancía, en esclavos. Hoy, como
en el Siglo de la Luces, la humanidad se reduce a su condición de objeto, de animal, de simple
organismo, de máquina animada, y así, se ha entronizado al Mercado como el único Amo y Señor, como al cruel Dios de la modernidad.
Los católicos somos los principales responsables de que esto haya ocurrido, de lo que está ocurriendo y de lo que ocurrirá si
no somos capaces de asumir una posición moderna y a la vez congruente con el
Evangelio. Por desgracia nuestra Iglesia vive alejada de las exigencias sociales de su grey,
desconcertada ante el fin y el nacimiento de una nueva edad, atribulada por los
pecados y debilidades de su sacerdocio y de su feligresía. El Siglo XXI es una réplica del Siglo XV en que surgió la
Edad Moderna y concluyó la Edad Media, en ese siglo la Iglesia se
convulsionó ante las exigencias de la burguesía en expansión, que como ahora era la actora de la Historia y el pueblo creyente, que como ahora la sufría.
En el Siglo XXI el ensoberbecido Capitalismo se encuentra en el pinaculo de su existencia, no tiene enemigo al frente, ni existen estados
que propongan contra él una alternativa, por lo que el capital, el materialismo y el
liberalismo se han fundido en una nueva doctrina de expolio y de crueldad, cuyos
frutos no solo son la explotación económica ilimitada de miles de millones de
personas en la pobreza, sin educación y sin esperanza, sino que además producen frutos amargos como el racismo, la xenofobia, la discriminación, el egoísmo y el desprecio vil a los desafortunados.
La Iglesia tiene la misión de enfrentar a esta doctrina contraria al mensaje de Cristo, y es la única que puede
hacerlo por su sabiduría, por su experiencia social y por su divina inspiración, pero para ello
debemos, modernizarnos. En este sentido es impostergable el
fin del Celibato, la Iglesia necesita que sus vocaciones no
sean limitadas por la imposibilidad de que los sacerdotes puedan tener
hijos "como Dios manda", y por ende no puedan unirse en matrimonio.
En su momento el Celibato respondió al sentido ético
de la sociedad que lo exigió, o cuando el mundo debía ser
recorrido penosamente en borricos y mulas, cuando los sacerdotes no podían llevar a sus familias de esa forma, y fue lo correcto en momentos en que el
sacerdote sin familia estaba mejor dispuesto a la tarea de evangelizar en
tierras donde eran mal recibidos o perseguidos, o donde los soberanos les exigían desapego al Evangelio y apego a ellos, pero esas condiciones son de un pasado que nada tiene que ver con el momento que vive el mundo ni la Iglesia hoy.
Necesitamos sacerdotes que sean la piedra de estirpes familiares
de sacerdotes, con todo lo que ello implica, ya que los factores positivos son
mejores y mayores que los negativos. El fin del Celibato crearía en la sociedad
moderna, la idea de que el sacerdote comparte los mismos problemas que vive
cualquier padre de familia, incrementaría el número de sacerdotes y con ello
la presencia de la Iglesia se haría más notoria donde mas se necesita, pero sobre todo, este nuevo sacerdote, padre y ciudadano impulsaría, desde sus convicciones, un papel activo en la vida social y política de la
comunidad.
La Iglesia nació como sociedad, como cuerpo de
Cristo, si deja de cumplir esta condición, lo cual viene ocurriendo por la cada
vez menor cantidad de sacerdotes, y por la necesidad de estos para dedicarse unicamente a la pastoral cristiana abandonado su Paideia inttegral. En estas lamentables condiciones progresivamente la
Iglesia pierde sentido en la sociedad materialista, pragmática y utilitaria donde campea la humanidad desacralizada y desvinculada de Dios.
La Iglesia Madre y Maestra es la única esperanza a largo plazo, su banalización, o de plano su reducción a una minoría o a una mayoría silenciosa y estática, harían inútil la muerte de Cristo. Además como bien dijo en Julio de 1993 el Papa Juan Pablo II: "El celibato no es esencial para el sacerdocio; no es una ley promulgada por Jesucristo."
La Iglesia Madre y Maestra es la única esperanza a largo plazo, su banalización, o de plano su reducción a una minoría o a una mayoría silenciosa y estática, harían inútil la muerte de Cristo. Además como bien dijo en Julio de 1993 el Papa Juan Pablo II: "El celibato no es esencial para el sacerdocio; no es una ley promulgada por Jesucristo."
Por Antonio Limón López.