Al poeta ilustrado Manuel José Quintana debemos el verso “Crimenes fueron del tiempo, y no de España”, y a José Ortega y Gasset le debemos la frase: “Yo soy yo y mi circunstancia”. Entre ambas existe la conducción del imponderable momento en que se vive, sea para un individuo en solitario, o lo sea para toda una nación. “No somos nosotros” nos grita con fe determinista la sabiduría del poeta, y después la del filósofo, y si no somos nosotros … entonces es el tiempo, la circunstancia, el momento histórico, acaso los hados o los demonios, pero no nosotros.
El último de abril, Juan Carlos Monedero, número tres de “Podemos” y responsable del programa de formación de ese fenómeno de partido español, presentó su renuncia a la dirigencia. Monedero deja apenas iniciado el programa de “rescate ciudadano” clave para la salvación moral de su país y en un descuido, del mundo.
Quedan en YouTube decenas de encendidas pláticas y conferencias de este muy moderno y todavía más laico Santo Tomás, que lanzado cual Quijote empitonó a toda la España corrupta, y no le faltaron molinos de viento, sino que tuvo a verdaderos gigantes frente a él, empezando por el Rey de España y a su parentela de espanto, a todo el gobierno español de la hora, al Partido Popular y a las derechas cínicas y corruptas.
Deja Juan Carlos Monedero una docena de libros bien escritos y de tono encendido --el último con el sugerente título “Curso urgente de política para gente decente”-- y decenas de artículos o capítulo de libros de autoría colectiva. Hoy en España solo le rivaliza en las letras y los temas morales Fernando Savater, pero este con muchos más años a cuestas y menos aparente pasión justiciera.
Monedero es apenas un cuarentón, catedrático de la Complutense, de gran talento frente a los micrófonos, por lo que es invitado frecuente a los programas de radio y televisión, es perseguido por los periodistas y por las jóvenes politizadas, sin duda es todo un fenómeno mediático, precisamente como lo es Pablo Iglesias el sorprendente líder, del también sorprendente “Podemos”.
Monedero vive para denunciar "socraticamente" la falta de honestidad y de decencia (palabra utilizada por él), en especial contra aquellas personalidades públicas, monárquicas o repúblicanas, que se aprovechan de la oportunidad que les brinda el cargo público o su primacía en la sociedad, para incurrir en la muy socorrida corrupción.
Así que para este joven, armado y vestido en la bruñida armadura de la honestidad más prístina, la vida le sonreía en todo su esplendor, pero por desgracia un tipo llegado desde Sur América, con un feo expediente contable, en que constan transferencias que suman la bonita cifra de 425.150.00 euros a la cuenta bancaria de nuestro moralista; Dinerillo que no había tenido ocasión de declarar a la Hacienda, ni a su partido, ni a la sociedad española, al parecer ni a su familia.
Monedero ya renunció a la cupula del partido, pero no ha su militancia, diciendo que "no ha cambiado sus convicciones" aunque solo le faltó precisar que lo único que ha cambiado, es el saldo de su "monedero" electrónico. Una minucia, o algo que por sabido se calla.
Pienso que su aferre a los dinerillos o a los mundanales bienes no es culpa de Monedero. La avaricia y la simulación son cosas del tiempo que vivimos, de nuestra circunstancia. El consumo y los bienes materiales no están fuera de nosotros, vivimos en ellos, con ellos y para ellos. Es el caso de los comunistas chinos adictos al lujo y a las marcas de mayor costo; es el caso de Fidel Castro que abandonó la ropa de campaña militar por la de Adidas y es el caso de su hermano Raúl, que ya se sueña con su propia franquicia de Mac Donald’s isleños, y de los campeones de nuestra izquierda, centro y derecha mexicana que viven para asaltar al Erario nacional, convertirlo en dólares y dilapidarlo en Las Vegas.
La impostura, aceptémoslo no es novedad para la España de hoy, todavía está fresca la tinta de las crónicas fantásticas del gran sindicalista y sobreviviente de los campos de concentración nazi, Enric Marco, que resultaron ser otro cuento chino. No, no es Enric Marco, ni Juan Carlos Monedero, ni Fidel Castro, ni Maduro, ni Cristina Fernández, ni Juan Carlos I de España, ni Enrique Peña Nieto, o de Rodrigo Rato, es cosa de los tiempos que vivimos, tiempos de pillos, de farsa, de simulación, de gesticuladores, de impostores. Es su tiempo, nuestro tiempo; su circunstancia, nuestra circunstancia.
Por Antonio Limón López.
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El último de abril, Juan Carlos Monedero, número tres de “Podemos” y responsable del programa de formación de ese fenómeno de partido español, presentó su renuncia a la dirigencia. Monedero deja apenas iniciado el programa de “rescate ciudadano” clave para la salvación moral de su país y en un descuido, del mundo.
Quedan en YouTube decenas de encendidas pláticas y conferencias de este muy moderno y todavía más laico Santo Tomás, que lanzado cual Quijote empitonó a toda la España corrupta, y no le faltaron molinos de viento, sino que tuvo a verdaderos gigantes frente a él, empezando por el Rey de España y a su parentela de espanto, a todo el gobierno español de la hora, al Partido Popular y a las derechas cínicas y corruptas.
Deja Juan Carlos Monedero una docena de libros bien escritos y de tono encendido --el último con el sugerente título “Curso urgente de política para gente decente”-- y decenas de artículos o capítulo de libros de autoría colectiva. Hoy en España solo le rivaliza en las letras y los temas morales Fernando Savater, pero este con muchos más años a cuestas y menos aparente pasión justiciera.
Monedero es apenas un cuarentón, catedrático de la Complutense, de gran talento frente a los micrófonos, por lo que es invitado frecuente a los programas de radio y televisión, es perseguido por los periodistas y por las jóvenes politizadas, sin duda es todo un fenómeno mediático, precisamente como lo es Pablo Iglesias el sorprendente líder, del también sorprendente “Podemos”.
Monedero vive para denunciar "socraticamente" la falta de honestidad y de decencia (palabra utilizada por él), en especial contra aquellas personalidades públicas, monárquicas o repúblicanas, que se aprovechan de la oportunidad que les brinda el cargo público o su primacía en la sociedad, para incurrir en la muy socorrida corrupción.
Así que para este joven, armado y vestido en la bruñida armadura de la honestidad más prístina, la vida le sonreía en todo su esplendor, pero por desgracia un tipo llegado desde Sur América, con un feo expediente contable, en que constan transferencias que suman la bonita cifra de 425.150.00 euros a la cuenta bancaria de nuestro moralista; Dinerillo que no había tenido ocasión de declarar a la Hacienda, ni a su partido, ni a la sociedad española, al parecer ni a su familia.
Monedero ya renunció a la cupula del partido, pero no ha su militancia, diciendo que "no ha cambiado sus convicciones" aunque solo le faltó precisar que lo único que ha cambiado, es el saldo de su "monedero" electrónico. Una minucia, o algo que por sabido se calla.
Pienso que su aferre a los dinerillos o a los mundanales bienes no es culpa de Monedero. La avaricia y la simulación son cosas del tiempo que vivimos, de nuestra circunstancia. El consumo y los bienes materiales no están fuera de nosotros, vivimos en ellos, con ellos y para ellos. Es el caso de los comunistas chinos adictos al lujo y a las marcas de mayor costo; es el caso de Fidel Castro que abandonó la ropa de campaña militar por la de Adidas y es el caso de su hermano Raúl, que ya se sueña con su propia franquicia de Mac Donald’s isleños, y de los campeones de nuestra izquierda, centro y derecha mexicana que viven para asaltar al Erario nacional, convertirlo en dólares y dilapidarlo en Las Vegas.
La impostura, aceptémoslo no es novedad para la España de hoy, todavía está fresca la tinta de las crónicas fantásticas del gran sindicalista y sobreviviente de los campos de concentración nazi, Enric Marco, que resultaron ser otro cuento chino. No, no es Enric Marco, ni Juan Carlos Monedero, ni Fidel Castro, ni Maduro, ni Cristina Fernández, ni Juan Carlos I de España, ni Enrique Peña Nieto, o de Rodrigo Rato, es cosa de los tiempos que vivimos, tiempos de pillos, de farsa, de simulación, de gesticuladores, de impostores. Es su tiempo, nuestro tiempo; su circunstancia, nuestra circunstancia.
Por Antonio Limón López.
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