Los mexicanos somos benevolentes con la humanidad, en especial con aquella parte de la humanidad que vive en los países ricos del mundo. Lo somos y lo hemos sido con Estados Unidos quien ya nos tiene tomada la medida e incluso nuestra generosidad ha engordado los bolsillos de Suiza, sí, ese hermoso país de los Alpes, donde acostumbran los muy ricos y los muy rateros a esconder su dinero.
Despilfarramos nuestras miserias para dar lustre al banquete del rico y nosotros a cambio, quedamos afuera del convite. Parece que ni siquiera nos dieramos cuenta de esta obsequiosidad a contra natura, y acaso por ello ni nuestro ánimo se perturba ni a nadie le importa. Sin embargo, no es por incapacidad para percibir el entuerto, sino porque en algún momento perdimos la capacidad para indignarnos.
Cito cuatro ejemplos de nuestra servilidad; uno enfriado por los muchos años, otros dos, tibios porque ocurrieron hace cosa de un mes y el último aún se cocina en el horno de la historia. Veamos al primero: En 1994 fue asesinado José Francisco Ruiz Massieu y aunque inicialmente la investigación se llevó con normalidad, incluso se aprehendió a un sospechoso que tenía motivos económicos para asesinarlo, Ernesto Zedillo y su secuaz Antonio Lozano Gracia decidieron cargarle el muertito a Raúl Salinas de Gortari, en venganza contra Carlos su hermano, porque contra toda la tradición política salió del retiro, para aclarar que el “error de diciembre” era de Zedillo y no suyo.
Ya no hablaremos de esa farsa de juicio, sino de que en medio de esta venganza zedillista, salieron a la luz las raterías de la familia Salinas de Gortari, que cínicamente convirtieron a México en un botín entre 1988 y 1994, lo cual todos sospechábamos, pero que gracias a los acontecimientos, se demostró la montaña de dinero sustraído del Erario en negocios turbios y componendas infames.
Ocurrió y esto es lo importante, que como buen súper ratero, el Sr. Raúl Salinas de Gortari había depositado a su cuenta en Suiza, con nombre falso, 75 millones de dólares en esplendoroso efectivo, pero Paulina Castañón, esposa del ratero, fue seguida por las autoridades Suizas en noviembre del 2005 y cuando intentó retirar el dinero fue detenida por las autoridades a nombre de un tal Juan Guillermo Gómez Gutiérrez, que resultó ser Raúl Salinas. La fiscal helvética Carla Del Ponte aseguró el dinero, hasta que casi 13 años después, en 2008, se habían acumulado 55 millones de dólares en intereses, para sumar 130 millones de dólares. Para entonces, Raúl Salinas tenía tres años en libertad, y entonces el gobierno Suizo regresó a México solo 74 millones de dólares, es decir que nos birlaron 55 millones, que supuestamente eran propiedad de los amigos de Raúl Salinas de Gortari, pero que en realidad eran nuestros.
Este feo asunto terminó peor de lo esperado, el 28 de noviembre del 2013, un Tribunal Colegiado ordenó la devolución de los dineros a quien demostrara ser el propietario de la cuenta a nombre de Juan Guillermo Gómez Gutiérrez, también conocido como Raúl Salinas de Gortari. Lo demás ya lo puede usted colegir: le llevaron el oro a la puerta de su mansión.
La segunda historia se refiere a otro ladrón, Humberto Moreira Valdés, quien gobernó al estado de Coahuila entre 2005 y 2011, que fue acusado por los diputados del Partido Acción Nacional de haber desviado recursos para su propio patrimonio, para su fortuna, los panistas no ratificaron nunca la denuncia, su hermano Rubén fue electo gobernador para el período 2011-2017, y entre los involucrados estaba el Secretario de Hacienda Ernesto Cordero, quien por ineptitud avaló los créditos solicitados por el pillo.
En Estados Unidos la historia fue otra, los texanos atraparon a Héctor Javier Villarreal, ex tesorero y brazo derecho de Humberto Moreira, pues encontraron que el señor tenía una cuenta de ahorros abierta en 2008, con 6.7 millones de dólares. El 29 de agosto recién pasado, el acobardado contador y ex tesorero de Coahuila, ofreció dar en propiedad ese dinero a las autoridades texanas, a condición de beneficios procesales y migratorios que por ahora desconocemos en México. El gobierno de Coahuila y la República mexicana, no verán un centavo de esos dineros, pues en México ni Moreira ni Villarreal tienen órdenes de aprehensión.
Si los suizos se quedaron con 55 millones de dólares con el asunto de Raúl Salinas, y los texanos se quedaron con 6.7 millones dólares en el otro asunto del tesorero de Humberto Moreira, es porque ni lo s suizos ni nuestros primos nos tiene ni el mínimo respeto como país o pueblo, pues esos dineros no eran de Salinas, ni de Villarreal, eran de nosotros, pero claro, como andamos en el limbo, más nos merecemos y como veremos, más nos dan.
En 1984 el Sindicato de PEMEX, bajo el liderazgo de Joaquín Hernández Galicia “la Quina”, celebró un contrato con una empresa norteamericana a efecto de venderle petróleo. La Quina nunca cumplió, ni contestó la demanda que le interpuso la empresa norteamericana, la sentencia norteamericana subsecuente obligaba al Sindicato de PEMEX a pagar 426 millones de dólares, que tampoco pagó. La deuda creció y actualmente llega a 1.4 mil millones de dólares. El sindicato tendría que pagar su adeudo o declararse en quiebra y abonar lo que pudiera, como pudiera, con eso el sindicato perdería su capacidad para hacer negocios por fuera y tampoco podría gastar en apoyos políticos. Los trabajadores no perderían pues si algo les paga el sindicato es porque es dinero de ellos, a ellos no los afectaría en un centavo siquiera.
El caso es que para no dejar malas impresiones a una empresa petrolera que compra petróleo tramposamente, pero que es un empresa norteamericana y para no dejar mala impresión a los jueces norteamericanos que nos tratan con la punta del pie, entonces la república, es decir el Congreso de la Unión, decidió pagar a la empresa petrolera los 1.4 mil millones de dólares, más lo acumulado durante el último mes. Y nosotros pensando en la musarañas.
El cuarto caso, que se encuentra en pleno proceso es el fallo de un juez norteamericano contra British Petroleum (BP), la super poderosa empresa petrolera, acostumbrada a dejar un paso de corrupción, es famosa porque sus funcionarios prefieren pagar mordidas que impuestos en los países bananeros en que hacen de la suyas. En 2010 BP, Transocean y Halliburton protagonizaron uno de los más grandes derrames petroleros en el martirizado Golfo de México, ocasionado por negligencia en la plataforma “Deepwater Horizon”. La mancha del derrame llegó desde Tamaulipas hasta la península de Yucatán, pasando por Veracruz y Campeche.
El derrame de la BP afectó a cuatro variedades de tortugas –catalogadas en peligro de extinción–, mamíferos y aves. También ocurrieron cuantiosas pérdidas en pesquerías de camarón, sardinas y atunes, además del turismo cuya actividad se colapsó durante un año. BP ofreció en Estados Unidos 4.5 mil millones de dólares en indemnizaciones y a México nos ofreció 20 millones de dólares que seguramente aceptó el gobierno de Felipe Calderón.
Hace un par de días un humilde juez norteamericano sentenció a la todopoderosa BP como responsable por grave e inexcusable negligencia, por lo que podría pagar hasta 17 mil millones de dólares en indemnizaciones a los norteamericanos. Ese pago aun es insuficiente pues los daños económicos en Norte América y los que sufrió la flora y fauna marina del golfo son incuantificables, pero en México no pasa nada, ¡nada! Nuestros gobiernos se contentaron con cacahuates o menos que eso y ahora el gobierno de Enrique Peña Nieto ni oye, ni ve, ni dice nada, seguramente ni siquiera pedirá copia de la sentencia para saber si podemos sumarnos a los reclamantes, no sea que se enoje la BP o los jueces norteamericanos nos consideren unos aprovechados.
En fin, que seguimos en las mismas de siempre, seguimos estúpidamente fascinados y asombrados ante el carácter de nuestros vecinos del norte, que ni se rinden ni se someten, pero sin comprenderlos y sin capacidad para imitarlos o para seguir discretamente su mismo camino.
Por Antonio Limón López.
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Despilfarramos nuestras miserias para dar lustre al banquete del rico y nosotros a cambio, quedamos afuera del convite. Parece que ni siquiera nos dieramos cuenta de esta obsequiosidad a contra natura, y acaso por ello ni nuestro ánimo se perturba ni a nadie le importa. Sin embargo, no es por incapacidad para percibir el entuerto, sino porque en algún momento perdimos la capacidad para indignarnos.
Cito cuatro ejemplos de nuestra servilidad; uno enfriado por los muchos años, otros dos, tibios porque ocurrieron hace cosa de un mes y el último aún se cocina en el horno de la historia. Veamos al primero: En 1994 fue asesinado José Francisco Ruiz Massieu y aunque inicialmente la investigación se llevó con normalidad, incluso se aprehendió a un sospechoso que tenía motivos económicos para asesinarlo, Ernesto Zedillo y su secuaz Antonio Lozano Gracia decidieron cargarle el muertito a Raúl Salinas de Gortari, en venganza contra Carlos su hermano, porque contra toda la tradición política salió del retiro, para aclarar que el “error de diciembre” era de Zedillo y no suyo.
Ya no hablaremos de esa farsa de juicio, sino de que en medio de esta venganza zedillista, salieron a la luz las raterías de la familia Salinas de Gortari, que cínicamente convirtieron a México en un botín entre 1988 y 1994, lo cual todos sospechábamos, pero que gracias a los acontecimientos, se demostró la montaña de dinero sustraído del Erario en negocios turbios y componendas infames.
Ocurrió y esto es lo importante, que como buen súper ratero, el Sr. Raúl Salinas de Gortari había depositado a su cuenta en Suiza, con nombre falso, 75 millones de dólares en esplendoroso efectivo, pero Paulina Castañón, esposa del ratero, fue seguida por las autoridades Suizas en noviembre del 2005 y cuando intentó retirar el dinero fue detenida por las autoridades a nombre de un tal Juan Guillermo Gómez Gutiérrez, que resultó ser Raúl Salinas. La fiscal helvética Carla Del Ponte aseguró el dinero, hasta que casi 13 años después, en 2008, se habían acumulado 55 millones de dólares en intereses, para sumar 130 millones de dólares. Para entonces, Raúl Salinas tenía tres años en libertad, y entonces el gobierno Suizo regresó a México solo 74 millones de dólares, es decir que nos birlaron 55 millones, que supuestamente eran propiedad de los amigos de Raúl Salinas de Gortari, pero que en realidad eran nuestros.
Este feo asunto terminó peor de lo esperado, el 28 de noviembre del 2013, un Tribunal Colegiado ordenó la devolución de los dineros a quien demostrara ser el propietario de la cuenta a nombre de Juan Guillermo Gómez Gutiérrez, también conocido como Raúl Salinas de Gortari. Lo demás ya lo puede usted colegir: le llevaron el oro a la puerta de su mansión.
La segunda historia se refiere a otro ladrón, Humberto Moreira Valdés, quien gobernó al estado de Coahuila entre 2005 y 2011, que fue acusado por los diputados del Partido Acción Nacional de haber desviado recursos para su propio patrimonio, para su fortuna, los panistas no ratificaron nunca la denuncia, su hermano Rubén fue electo gobernador para el período 2011-2017, y entre los involucrados estaba el Secretario de Hacienda Ernesto Cordero, quien por ineptitud avaló los créditos solicitados por el pillo.
En Estados Unidos la historia fue otra, los texanos atraparon a Héctor Javier Villarreal, ex tesorero y brazo derecho de Humberto Moreira, pues encontraron que el señor tenía una cuenta de ahorros abierta en 2008, con 6.7 millones de dólares. El 29 de agosto recién pasado, el acobardado contador y ex tesorero de Coahuila, ofreció dar en propiedad ese dinero a las autoridades texanas, a condición de beneficios procesales y migratorios que por ahora desconocemos en México. El gobierno de Coahuila y la República mexicana, no verán un centavo de esos dineros, pues en México ni Moreira ni Villarreal tienen órdenes de aprehensión.
Si los suizos se quedaron con 55 millones de dólares con el asunto de Raúl Salinas, y los texanos se quedaron con 6.7 millones dólares en el otro asunto del tesorero de Humberto Moreira, es porque ni lo s suizos ni nuestros primos nos tiene ni el mínimo respeto como país o pueblo, pues esos dineros no eran de Salinas, ni de Villarreal, eran de nosotros, pero claro, como andamos en el limbo, más nos merecemos y como veremos, más nos dan.
En 1984 el Sindicato de PEMEX, bajo el liderazgo de Joaquín Hernández Galicia “la Quina”, celebró un contrato con una empresa norteamericana a efecto de venderle petróleo. La Quina nunca cumplió, ni contestó la demanda que le interpuso la empresa norteamericana, la sentencia norteamericana subsecuente obligaba al Sindicato de PEMEX a pagar 426 millones de dólares, que tampoco pagó. La deuda creció y actualmente llega a 1.4 mil millones de dólares. El sindicato tendría que pagar su adeudo o declararse en quiebra y abonar lo que pudiera, como pudiera, con eso el sindicato perdería su capacidad para hacer negocios por fuera y tampoco podría gastar en apoyos políticos. Los trabajadores no perderían pues si algo les paga el sindicato es porque es dinero de ellos, a ellos no los afectaría en un centavo siquiera.
El caso es que para no dejar malas impresiones a una empresa petrolera que compra petróleo tramposamente, pero que es un empresa norteamericana y para no dejar mala impresión a los jueces norteamericanos que nos tratan con la punta del pie, entonces la república, es decir el Congreso de la Unión, decidió pagar a la empresa petrolera los 1.4 mil millones de dólares, más lo acumulado durante el último mes. Y nosotros pensando en la musarañas.
El cuarto caso, que se encuentra en pleno proceso es el fallo de un juez norteamericano contra British Petroleum (BP), la super poderosa empresa petrolera, acostumbrada a dejar un paso de corrupción, es famosa porque sus funcionarios prefieren pagar mordidas que impuestos en los países bananeros en que hacen de la suyas. En 2010 BP, Transocean y Halliburton protagonizaron uno de los más grandes derrames petroleros en el martirizado Golfo de México, ocasionado por negligencia en la plataforma “Deepwater Horizon”. La mancha del derrame llegó desde Tamaulipas hasta la península de Yucatán, pasando por Veracruz y Campeche.
El derrame de la BP afectó a cuatro variedades de tortugas –catalogadas en peligro de extinción–, mamíferos y aves. También ocurrieron cuantiosas pérdidas en pesquerías de camarón, sardinas y atunes, además del turismo cuya actividad se colapsó durante un año. BP ofreció en Estados Unidos 4.5 mil millones de dólares en indemnizaciones y a México nos ofreció 20 millones de dólares que seguramente aceptó el gobierno de Felipe Calderón.
Hace un par de días un humilde juez norteamericano sentenció a la todopoderosa BP como responsable por grave e inexcusable negligencia, por lo que podría pagar hasta 17 mil millones de dólares en indemnizaciones a los norteamericanos. Ese pago aun es insuficiente pues los daños económicos en Norte América y los que sufrió la flora y fauna marina del golfo son incuantificables, pero en México no pasa nada, ¡nada! Nuestros gobiernos se contentaron con cacahuates o menos que eso y ahora el gobierno de Enrique Peña Nieto ni oye, ni ve, ni dice nada, seguramente ni siquiera pedirá copia de la sentencia para saber si podemos sumarnos a los reclamantes, no sea que se enoje la BP o los jueces norteamericanos nos consideren unos aprovechados.
En fin, que seguimos en las mismas de siempre, seguimos estúpidamente fascinados y asombrados ante el carácter de nuestros vecinos del norte, que ni se rinden ni se someten, pero sin comprenderlos y sin capacidad para imitarlos o para seguir discretamente su mismo camino.
Por Antonio Limón López.
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