Ernesto Cordero es la punta de
lanza del calderonismo. Para algunos esto suena a dislate, pues alegan que el
“calderonismo” no existe, pero existe y Ernesto Cordero es la prueba en carne y
hueso de su existencia. Cordero es lo que es por Felipe Calderón. Cordero no
era nadie antes de diciembre del 2006 en que Felipe Calderón lo hizo secretario
de su gabinete y a la usanza priista, en ese momento se convirtió en uno de sus
“tapados”. Por cierto, el método no lo inventó Felipe Calderón, fue inventado
por Lázaro Cárdenas.
Pero Ernesto Cordero no es
candidato a la presidencia de la república, pues esa candidatura la perdió el
calderonismo frente a Josefina Vázquez Mota en 2012, y tampoco el PAN está en
el poder, pues lo perdió por la pésima gestión política de Felipe Calderón. En
2012, el PAN, fue sacado a votos de Los Pinos, reinstaurándose el priismo no
solo con un presidente priista, sino con todos los hábitos priistas.
Conforme a las leyes no escritas
del PRI, Felipe Calderón como ex presidente no puede opinar nada sobre el
actual presidente, salvo elogiarlo. No puede combatir al PRI, no puede
intervenir en la política activa de México, por ello se encuentra expatriado.
Pero por medio de sus fieles sigue luchando para recuperar al único botín a su alcance... el PAN.
Ernesto Cordero es el candidato de
Felipe Calderón a presidente del CEN del PAN. Un puesto que a dedazo limpio y
sin esfuerzo alguno, Felipe calderón concedió a Germán Martínez en diciembre
del 2007 y a César Nava en el 2009. Dos de sus “niños” que por cierto, mal, muy
mal, dirigieron al PAN, pues lo deformaron y lo degradaron al poner fin a su
espléndida democracia interna y convertirlo en una pandilla.
Ahora Calderón está en
desventaja, solo dispone del dinero de las comisiones que presiden los senadores
calderonistas. Oceanografía no puede ayudarlo. El escenario es difícil, Ernesto
Cordero debe vencer a la maquinaria oficial del PAN, que ahora esta en manos de su
enemigo Gustavo Madero. Un enemigo que en el pasado fue su aliado.
En esta lucha no existe un David,
ni un Goliat, pues tanto Madero como Cordero son personajes funestos para el
PAN, ninguno está en la batalla por idealismo, ni por la democracia, ni por
patriotismo, sino solo por los bastardos intereses de pandilla. Cada uno tiene
su propia pandilla.
Por el momento Felipe Calderón
está “operando” tenazmente, sabe que esta batalla es la única oportunidad que
tiene para recuperar al PAN, si lo lograra, recuperaría al partido e impondría al
candidato presidencial en 2018. No tiene otra oportunidad y lo sabe, la derrota
en la contienda interna implicaría la desaparición de su debilitada mafia.
En caso de que Ernesto Cordero pierda,
Felipe Calderón no podría imponer a dedazo a los candidatos a diputados pluris
del 2015, ni meter mano --o mejor dicho “dedo”-- a los miles de puestos de
elección que se designarán antidemocráticamente a partir del 2014 y hasta el
2018. Tendría que ver el festín desde la calle. Con Madero no puede negociar,
ya vivió eso y sabe que solo obtendría migajas.
La derrota de Ernesto Cordero
significaría la desbandada de los calderonistas que aún quedan. Sin nómina, sin
chambas, sin pluris, el calderonismo languidecería, Calderón mal acostumbró a sus
simpatizantes a actuar solo por intereses mezquinos, por pluris, por dinero,
por contratos, por chambas, por comisiones, y por eso sin las arcas, ni los privilegios del
partido, él y su pandilla estarían perdidos.
Pero ni la victoria ni la derrota
de Ernesto Cordero significarían mejoría para el PAN, tanto Gustavo Madero como
Ernesto Cordero simpatizan con la antidemocracia interna, con los dedazos y con
la expulsión a todo aquel que objete la corruptela y el poderío de la alta
burocracia panista. Esta es una batalla por intereses económicos y privilegios personales. Por esto, simplemente por esto, la batalla es a
muerte.
Para Felipe Calderón, Madero se convirtió en Caín cuando lo traicionó, ya que en 2006 le dio una comisión clave en el Senado
y le abrió toda la cancha para que prosperara. Para Madero, Calderón no puede
ser traicionado pues es incapaz de lealtad personal alguna, solo vive para su
propio y personal interés, es un caín por naturaleza. Ambos tienen razón, pues a la vista tenemos la batalla de un caín contra otro caín.
Por Antonio Limón López