La lucha contra la delincuencia
organizada que en otras partes del mundo es llevada y soportada estoicamente,
en México adquiere rasgos inusitados, se convierte en un motivo de escarnio y
de descredito generalizado, entre nosotros es la “Guerra de Calderón”, y sin
duda esta "guerra" fue otro protagonistas de la elección, en primer lugar por el gran efecto
económico y social que tuvo dentro de las finanzas de todo s los gobiernos,
pues los presupuestos tanto de las fuerzas armadas como de la Secretaría de
Seguridad Pública se vieron incrementados sensiblemente, y por otra parte la estructura gubernamental sufrió varias fracturas, la primera puso en duda la legalidad de la participación
del ejército como agencia investigadora de ilícitos, como es el caso de los delitos de delincuencia
organizada o contra la producción y comercialización de las drogas, otra desacreditó la viabilidad de las fuerzas policíacas locales, estatales y municipales, frente a las federales, ya que
el presidente de la república abiertamente promovió la centralización de todas
las fuerzas de policía bajo el "mando único" y ante la imposibilidad de materializar
este propósito, se creó un sistema de castigos y premios con los recursos económicos que la federación debe entregar a los municipios y estados, mediante el cumplimiento de ciertos “controles de
confianza”.
El presidente Calderón dio la
cara a las críticas desde que estas aparecieron, algo que fue mucho antes de la
elección presidencial, desde el inicio de su gobierno, sus defensas eran las que
se podrían esperar de un abogado, “mientras existan los delitos contra la
producción y comercialización de las drogas en México, será la obligación del
gobierno aplicar esas leyes y castigar a quienes cometen esos delitos” pero abiertamente
agregó que si las fuerzas policíaca ordinarias no eran suficientes o se carecía
de la confianza en ellas, entonces se recurriría a las fuerzas armadas, esto no
fue ninguna novedad, pues desde tiempos del presidente Luís Echevarría el
ejército realiza labores de policía en Sinaloa, instalando retenes en las
carreteras de todo el norte de la república, efectuando detenciones y
destruyendo plantíos de drogas, en tiempos del presidente Carlos Salinas fue
incluso utilizado para detener al líder petrolero Joaquín Hernández Galicia,
“la Quina”.
En sus primeras etapas la
producción de drogas fue combatida por autoridades estatales y federales, pero
ante el crecimiento de la actividad criminal durante finales de los años
sesenta, se optó por concentrar la competencia en las autoridades federales
exclusivamente, lo que desembocó en un proceso de corrupción irreversible de la
policía judicial federal y de los agentes del ministerio público de la
federación, sin embargo la corrupción no se limitó al ámbito policiaco o
judicial, se extendió a las autoridades políticas de todo tipo y nivel, a los
medios de comunicación y a los negocios de prominentes empresarios, a las familias
ilustres y de buen nombre. Nadie parecía estar ajeno a la tentación de los
recursos ilimitados de los traficantes y la corrupción dio a todo el que quisiera la oportunidad de llevarse una tajada de las utilidades del narcotráfico, negocio
cuyos clientes únicos eran nuestros adinerados vecinos del norte, que desde el término
de la guerra de Vietnam se convirtieron en grandes consumidores de todo tipo de
drogas.
Cuando en el 2000 el Partido
Acción Nacional ganó las elecciones, los mexicanos esperaban que
este cambio histórico trajera grandes cambios en el país, incluso los adversarios
priistas y perredistas simpatizaban con Vicente Fox y todos daban por
descontado que el primer objetivo del nuevo gobierno sería la corrupción
generalizada y un ataque a la delincuencia organizada más en serio que en el
pasado, sin embargo pronto quedó claro que el único interés del nuevo gobierno fue
el de tratar de materializar las reformas que, con nula fortuna, había
intentado antes el presidente Ernesto Zedillo Ponce de León y que eran las de abrir
PEMEX a la inversión extranjera en ciertos rubros y en lo fiscal, cobrar el IVA en medicinas y alimentos. Nunca
estuvo entre las prioridades de Vicente Fox acabar con la corrupción, o
enfrentar el enorme poder de la delincuencia organizada.
Por cierto que el tema del
narcotráfico ha vendido millones de libros, algo notable en un país que es
ejemplo de malos lectores, esas historias relatan crueles guerras entre
carteles de narcotraficantes, amoríos entre amapolas y matas de mariguana, son
historias de familias enteras marcadas por el dinero, las armas y la muerte, son
crónicas de políticos venales y de comerciantes astutos que van por su parte, de
venganzas, de lealtades absolutas que terminan con un tiro en la nuca, de secuestros,
de violencia. Es claro que el narco creó una cultura con su
propia música, su ropa, sus anécdotas y con su propia herejía religiosa, con su
propia forma de honrar a sus muertos, héroes y santos.
La mortandad es tan grande en ciertas regiones del país, que las autoridades forenses delegan en algunos pueblos plenas facultades a las funerarias, que son habilitadas para hacer necropsias, recoger muestras biológicas, tomar huellas digitales, identificar a los cuerpos, fotografiarlos y sepultarlos de acuerdo a los deseos de los familiares, cuando se hicieren presentes. Si aceptamos el término “guerra” para darle algún sentido a esta matanza, deberemos también decir que no es una guerra de precisión, ni de baja intensidad, por el contrario es una guerra a gran escala, que ha causado más muertes que las ocurridas durante todas las batallas de la revolución mexicana o durante las de la guerra de independencia y reforma, más que las que arrojó la intervención francesa y solo las guerras contra Estados Unidos las superan.
Las organizaciones delictivas son
acosadas por las autoridades, pero en mucho mayor medida por la guerra
permanente entre ellas, ya que su misma existencia es amenazada por otras
organizaciones criminales que les pelean las rutas de tráfico, los clientes,
los proveedores, los plantíos y además se enfrentan a enemigos en el interior
de sus organizaciones que a la primer oportunidad se rebelan y atacan a sus
jefes, para separarse y formar sus
propias organizaciones, es una guerra donde se utilizan las mismas estrategias
militares desde Julio César, los carteles viven bajo la amenaza de divisiones
internas fomentadas por sus enemigos externos, y no solo los lideres sino
algunos lugartenientes son altamente cotizados vivos o muertos tanto por las
autoridades como por los carteles rivales, por lo que sostenerse en el
liderazgo y mantener el rumbo de la empresa es algo que merece reconocimiento
aunque sean criminales.
Pero en cuanto a la participación
en la política, no existen estudios seriamente documentados sobre la probable
participación en elecciones anteriores y
con seguridad no los habrá sobre la recién transcurrida, ni sobre la forma en
que operan los carteles en nuestra vida política, por desgracia este tipo de
investigaciones científicas carecen de lugar en el esquema de la lucha contra
la criminalidad en México, por lo que si existiera un centro de estudios sobre
la delincuencia organizada, estará solo en proyecto en las gavetas de algún
escritorio empolvado en el sótano de la Secretaría de Seguridad Pública. Sin
embargo es un hecho que la delincuencia organizada actúa en lo político, recientemente
la fundación Konrad Adenauer dio a conocer en el libro “Siguiendo la ruta del
dinero en Centroamérica: lavado de dinero y sus implicaciones en la seguridad
regional” que en México se lavan 10 mil millones de dólares al año y los
criminales cuentan con enormes recursos económicos para poner contra la pared a
nuestros cuerpos famélicos policiacos locales, que son perseguidos por los
sanguinarios carteles multimillonarios y por la burocracia de la Secretaría de
Seguridad Pública, que los mantiene mal armados y a pan y agua en el frente de
batalla, y también los recursos de los delincuentes se utilizan para apoyar
campañas políticas.
Más allá de lo anterior, en
México contamos con pruebas de la participación de la delincuencia organizada
en nuestra política nacional, algunos alcaldes han sido asesinados, el
candidato a gobernador del estado de Tamaulipas Rodolfo Torre Cantú fue
asesinado en plena campaña electoral, y por otro lado pero precisamente en
relación a las elecciones de ese estado, el 2 de febrero del 2010, el dirigente
nacional del PAN Cesar Nava, de manera formal y con la caradura que le es
propia, dijo: "En el caso de Tamaulipas, el Comité ha aprobado designar
candidato que es el método excepcional", previsto en el Estatuto, pues
"es de todos conocidos la posible influencia del crimen organizado en la
designación de candidatos" y "Estaremos conscientes y tranquilos, sin
someternos a ninguna presión y a ningún chantaje"
Por desgracia en la mayoría de
los casos el gobierno del presidente Calderón que es el competente en materia
de delitos federales como los vinculados a armas de uso exclusivo del ejército,
tráfico de drogas no ha sido muy exitoso en sus investigaciones contra los
grandes delincuentes ni contra los políticos a los que ha procesado penalmente tal es el caso de Gregorio Sánchez, al que se acusó de diversos delitos relacionados con la
Delincuencia Organizada en particular con el de “lavado de dinero” supuestamente
proveniente del narcotráfico, justo cuando era el candidato del PRD al gobierno
de Quintana Roo, durante el mismo gobierno de Felipe Calderón fueron detenidos
una veintena de alcaldes de Michoacán acusados de colaborar con la delincuencia
organizada en sus municipios, tanto los alcaldes como el propio Gregorio
Sánchez fueron liberados después de un tiempo, por lo que respecta al candidato
a Gobernador de Guerrero y ex alcalde de Acapulco Manuel Añorve, se filtró al
cierre de la campaña desde la PGR que un testigo protegido, declaró a la
fiscalía que este habría recibido 15 millones de dólares, salvo el desprestigio
la cosa no pasó a mayores y la procuraduría así lo hiso saber pasadas las elecciones, otro caso distinto es el del ahora exdiputado
federal Julio César Godoy Toscano, que en 2010 tomó posesión de su encargo y
posteriormente fue desaforado para que se le siguiera un proceso por delitos
tipificados por la legislación contra la delincuencia organizada y continúa
prófugo. Es cierto que se sospecha que el presidente Calderón recurría a todo con
tal de tomar ventaja electoral o para asegurar el paso franco a sus favoritos,
pero es un hecho que el asesinato de Torre Cantú, el desafuero a Godoy y la
aprehensión de los alcaldes michoacanos, entre ellos varios panistas, son
pruebas de que la delincuencia organizada si interviene en la política.
Una de las primeras posturas abiertamente políticas de los carteles criminales, fue la asumida por los “Zetas”, quienes se extendieron por toda la república, no solo en plazas donde pudiera haber grandes ganancias, sino incluso en regiones empobrecidas, llegaron ofreciendo “protección” a los pequeños comerciantes legítimos, organizaron grupos de sicarios para cometer todo tipo de delitos que produjeran ingresos, entre ellos destaca el “cobro de piso”, el secuestro y los asesinatos bajo contrato, así como el cobro de deudas impagadas por deudores morosos a sus acreedores, deudas legítimas, e impartían justicia expedita pero en nada salomónica, todo esto implica una organización “política” con fuerzas disuasiva y de represión, con líderes sociales y agentes recaudadores, hasta con un escudo oficial, tan grande fue su éxito y tan desmesuradas sus pretensiones, que pronto surgieron otras organizaciones criminales para liberar a los ciudadanos de los “Zetas”, así surgió “La Familia” que se propuso como un escuadrón de limpieza contra los “Zetas”, pero que se dedicaba a lo mismo pero con mejores “funcionarios”, este modelo ha seguido evolucionando pues compite contra los gobiernos legítimos desalentados por la pobreza y por la carencia de medios para defenderse.
Entre las filtraciones que se
escuchan, se dice que el imperio de Joaquín Guzmán, el “chapo” se extiende por
todo el norte de México, gobernando literalmente a cientos de miles de
personas, con un ejército regular de medio millón de sicarios, con una fortuna
personal que lo coloca en la cima de los más encumbrados multimillonarios del
mundo, a pesar de que cuándo dijo sus generales ante el agente del Ministerio
Público, dijo ser un modesto agricultor, apenas con educación básica.
Si la delincuencia organizada
como brazo armado y como gran alforja de riquezas faraónicas pone a temblar a
México, desde la intelectualidad mexicana y latinoamericana se forjó un
movimiento alimentado por nuestra animosidad contra Estados Unidos y por el triunfo de las ideas mercantilistas
o capitalistas, que aseguran que todos los males sociales son corregibles por
la oferta y la demanda. La lista de intelectuales, políticos y empresarios que
abogan por la supresión de todos los delitos que prohíben la producción y libre
venta de todo tipo de drogas es impresionante, incluso existe un
movimiento encabezado por el poeta Javier Sicilia que abiertamente propone al
gobierno mexicano que legalice el comercio de todo tipo de drogas, el ex presidente
Vicente Fox ha propuesto un “arreglo” con los delincuentes para permitirles que
realicen sus actividades, sin causar víctimas inocentes.
Durante las elecciones
presidenciales del 2012, la delincuencia organizada fue también un protagonista,
pero no porque se haya demostrado que apoyara a algún partido, ni con dinero,
ni con amenazas o con violencia selectiva, al menos no existen acusaciones
directas en este sentido, los donativos, incluso los ilegales si se demuestra
que los hubo, provendrían de empresas legítimas como bancos, medios de
comunicación, abarroteras y donantes particulares en lo personal, pero no se ha
señalado que ningún cartel estuviera apoyando específicamente alguna
candidatura, como abiertamente ocurriera en Colombia, donde incluso Pablo
Escobar Gaviria jefe del poderoso cartel de Medellín llegó a ser Senador suplente e incluso en 1982 fue uno de los invitados a la toma de posesión de Felipe González. Pero el verdadero protagonismo de la
delincuencia organizada o del narcotráfico se debe a que fue un tema central de la campañas
políticas este 2012, estuvo presente en todos
los debates como tema oficial bajo la denominación de "Seguridad", y la sociedad debatió larga y profusamente el
tema y las posturas de los candidatos, que en casi todos ellos fue la misma,
combate a la delincuencia criminal y no a la legalización de las drogas.
Sin embargo, hubo una campaña cultural
de consecuencias políticas prácticas, fue una campaña de tono pacifista, que exigía “No
más sangre” y que al mismo tiempo acusaba al gobierno del presidente Calderón
de sostener una guerra fratricida y perdida de antemano, es obvio que esa “guerra”
era el combate a la delincuencia organizada y en específico contra los
narcotraficantes. Tan importante fue esta corriente social y cultural que las
redes sociales se saturaron pronto con ese “pacifismo”, se elaboraron avatares para
los usuarios de internet y desde las redes sociales se atacó al presidente
Calderón y al PAN preferentemente, pero también a los medios de comunicación y
a cualquier político o periodista que apoyara “la guerra de Calderón”, entre
los más destacados objetores esta la casi totalidad de los intelectuales
mexicanos empezando por Jorge Castañeda, Aguilar Camín y el actual Secretario
Ejecutivo de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos Emilio
Álvarez Icaza , entre otros muchos.
A diferencia de los objetores
pacifistas de Estados Unidos que casi en su totalidad lo eran por razones
religiosas o éticas, los objetores mexicanos lo hacen por razones ideológicas,
en este caso inspirado en que la “mano invisible del mercado” que todo lo
corrige, corregirá el problema de manera sencilla, económica y duradera. La
teoría aduce que la violencia y la delincuencia asociada a las drogas, no son
producto de ellas, sino de la prohibición que las coloca como delito o como
bienes que no están en posibilidad de comerciarse, que es una batalla perdida
toda prohibición pues en la medida en que esta intenta imponerse mejoran las
condiciones de mercado de los que quieren satisfacer la demanda, aumentando el
precio y las consecuencias indeseables, por todo ello al momento en que dichas
prohibiciones sean retiradas, y entonces sean “legalizadas” todas las drogas y se
conviertan en mercancía legítima, los productores y comercializadores de las
drogas lo harán al amparo de la ley y pagarán grandes impuestos, para combatir
los efectos nocivos de las mismas en la sociedad, dejando a los delincuentes
sin posibilidad de seguir actuando como tales.
En las redes sociales, que ahora tuvieron una gran importancia, aunque no decisiva, el lema y los avatares de “No más sangre” fueron dominantes al inicio de la campaña, pero poco a poco fueron dejados de lado, lo mismo el tema intelectual de la legalización de las drogas inició como uno de los grandes temas electorales, pero poco a poco perdió relieve, sin embargo benefició a la candidata del PAN que ganó en tres estados donde nunca antes había ganado elección alguna y que están siendo asolados por la delincuencia organizada, como lo son Durango, Tamaulipas y Veracruz, además ganó solo en Guanajuato, pero obtuvo el segundo lugar en estados donde la criminalidad tiene sus más altos indicies de actividad. En plena campaña Josefina Vázquez Mota felicitó a la Secretaría de Marina por lograr la aprehensión de uno de los hijos del chapo Joaquín Galicia, pero esto fue una pifia, confundieron a un pobre muchacho con el peligroso delincuente.
Es llamativo el hecho de que ya transcurrida la elección y a un par de meses de entregar la presidencia de la república, Felipe Calderón, el presidente que llevó hasta sus máximas consecuencias la lucha contra el tráfico de drogas y la delincuencia organizada, haya acudido a pedir ante la Asamblea de las Naciones Unidas, que estas realicen un “estudio sobre la posibilidad de una solución “de mercado” a la lucha contra el narcotráfico” Esto es algo pasmoso, pues lo dice ya cuándo se va, después de más de 60 mil personas asesinadas en todo el país, con miles más desaparecidas, con pueblos que se convirtieron en fantasmas, con decenas de miles de presos, anegados no solo en sangre sino en un proceso de corrupción y con una sociedad que pasó de la impotencia en que vivía antes del 2006, a una guerra cruel desde ese año y a una situación de desconcierto y estupefacción con la última postura de Felipe Calderón. Vaya destilando sangre y pidiendo lo que debió pedir seis años antes, esto solo es posible en México, no porque seamos un pueblo guerrero, que no lo somos, sino porque somos un pueblo tolerante con la estupidez y con muerte, vivimos en ellas desde la independencia y parece que no tenemos escapatoria.