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EL ROMPIMIENTO



Entre los grandes misterios políticos del siglo XXI se encuentra la denominada “izquierda”, simplemente porque no se ha encontrado en el mundo una sola constante que sea su común denominador, pero si en el mundo encontrar los rasgos constantes y repetidos de la “izquierda política” es una tarea de titanes, en México es simplemente un imposible.
En la “izquierda” mexicana caben con la misma comodidad que en la “derecha”, o en el “centro”, buenos y malos, ricos y pobres, crueles y piadosos, creyentes y escépticos, explotadores y explotados, leones y corderos y se sientan en la misma mesa tanto los gatos como los ratones, hay que decirlo, hay de todo y de todo en cantidades abrumantes, así que pensar en unificar a la izquierda o en dividirla es exactamente lo mismo, un imposible, pues se divide lo homogéneo y la izquierda mexicana etérea, es una invención personal al gusto de cada cual, lo que en la mar de izquierdas personalísimas, es cualquier cosa o ninguna, en realidad nuestra “izquierda” es simplemente una ficción a la medida del que la sueña o del que la explota, del que vive de ella o para ella.
El 9 de septiembre Andrés Manuel López Obrador, se dirigió en el zócalo de la ciudad de México a sus seguidores, quienes concurrieron inquietos ante la estrategia que habría de proponer al público, la cual sería votada a viva voz por los prosélitos del carismático líder tabasqueño, hace seis años convocó a una protesta en forma de plantón en la zona del centro histórico de la capital, ahora se esperaba otra propuesta para combatir al “fraude electoral” cometido en la elección presidencial. El contenido del mensaje se guardó como un secreto hasta que palabra a palabra fue develado por AMLO, los asistentes bebieron cada palabra como si fuera agua para el sediento, repetían cada frase como si fuera el verbo divino, memorizaban cada gesto del hombre que con una blanca y pura camisa oraba por la salvación de la patria, que pedía fe a cada mexicano y que exaltaba el ánimo declamando grandes y míticas frases de los héroes eternos de nuestro olimpo, Juárez, Morelos, Zapata, etc.
Al final de su fervorosa plegaria gritó “Viva México, Viva México, que reviva México” como si fuera a revivir a su tercera candidatura presidencial y no al tercer día, como lo hiciera el mártir del Gólgota, aquel al que no menciona por su nombre, pero es el que realmente anima todos sus actos y sus momentos de pasión o de esperanza. El discurso de López Obrador no solo fue una catarsis, sino también la  epifanía de un nuevo momento en su vida política y por ende en la de sus miles de seguidores, y que consiste en el rompimiento con los partidos que conformaron el “Movimiento Progresista”, PRD, PT, y MC, rompimiento “en buenos términos” pero rompimiento, que como en todos los casos, nunca es en "buenos términos".
La decisión de Andrés Manuel es vital o fatal para “las izquierdas” pues desde el 2001 solo él las mantenía unidas, no por sus convicciones religiosas, ni políticas, ni por su plan de lucha o por su evangélica devoción por los humildes, sino por los enormes dividendos que le ha producido en cada elección, a diferencia de Cuauhtémoc Cárdenas que su éxito fue solo en 1988, el de Obrador se ha repetido cada vez que visita las urnas como candidato de las izquierdas.
Pero hay que decirlo, Andrés Manuel López Obrador es el mejor negocio político de los últimos 11 años, nada ni nadie ha producido tantos dividendos a los partidos que lo han explotado, nadie ha despertado tanto odio ni tanta devoción como este aguerrido combatiente, pero él, a pesar de ser el único motor del PRD, PT y MC, ha vivido solamente de los despojos que estos partidos le han dado a cuentagotas, asi que lo que ocurrió el 9 de septiembre fue un "hasta aquí" un acto de hartazgo. Se hartó de alimentar parásitos, buenos para nada, se cansó de arrastrar a tanto lastre, de empujar a tanto vanidoso indigno, se fastidió de los detritus de la izquierda y finalmente decidió que Andrés Manuel López Obrador sería, en lo sucesivo, única propiedad de Andrés Manuel López Obrador y de nadie más.
Por el momento las cloacas PRD, PT y MC falazmente le aplauden y le desearon todo tipo de éxitos, pero en realidad están sufriendo un rápido cuadro de anemia política, pues sus militantes de a pie prefieren al irreductible López Obrador que a los amarillos mercaderes de la política. Si bien el 1 de julio las izquierdas rozaron el Cielo con la mayor cosecha de votos de toda su historia, lo cual los colmó de diputaciones, senadurías, alcaldías, gubernaturas y dinero a manos llenas, pero el 9 de septiembre sintieron los helados dedos de la huesuda, apretando sus regordetes cogollos.
En todas partes se reconoce la decisión de López Obrador que no llamó ni a la huelga, ni se proclamó “Presidente legítimo”, sino que planteó un rompimiento con las pandillas partidistas, una postura crítica frente a la peor cara del poder, la de las cúpulas dirigentes de los corruptos partidos políticos, pero en este caso con los que conformaron el precario "Movimiento Progresista". 
Con este paso quiere ser dueño de su propio destino, por lo que si logra constituir a MORENA como su propio partido político, entonces en el 2018 podrá maniobrar sin pedir permiso a ningún patán, asi fuera "el carnal Marcelo" pues si bien su partido tendrá, como todos, los infaltables "juanitos", una corte de parásitos, de lacayos y de adocenados, también contará con millones de personas de buena fe que sinceramente confían en él, esto es un caso único de confianza ajeno a todo partido político mexicano, al punto de que es algo sorprendente y nada tiene que ver con la "izquierda" real ni con la mítica, ni con ninguna otra de las inexistentes geometrías políticas, es algo que solo tiene que ver con la fe, pues Andrés Manuel López es un solitario rayo de esperanza para millones y hasta los que no coincidimos con él, debemos admitir que en un país de escépticos, pusilánimes y acomodaticios, López Obrador camina paso a paso, pero con firmeza y con rumbo, por el duro sendero de las derrotas ... sin perder la fe.  

Por Antonio Limón López



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