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Historia y presente de los casinos mexicanos


Fue Lázaro Cárdenas, quien al expulsar de México a Plutarco Elías, le expropió los casinos que eran de su propiedad a través de diversos prestanombres, con esto lo despojó de los enormes recursos en metálico que adquiría el fundador del PRI por el juego, la venta de alcohol y la prostitución, en una época en que Las Vegas no eran competencia y en la que el puritano Estados Unidos de América prohibía precisamente esas tres lucrativas actividades "comerciales". El falso moralismo de Cárdenas fue un acertado cerco económico contra quien lo impuso pero que ahora era su enemigo: el “Jefe máximo de la revolución mexicana”

Gracias al cierre de los casinos en México, era inevitable que se fundaran los casinos norteamericanos, fue en la proximidad de la frontera con México, en Las Vegas, Nevada y eso disparó un formidable "boom" económico y el reconocimiento al giro moral que Estados Unidos había efectuado desde hacía años. La “Ciudad del pecado”, se construyó en un páramo, en el desierto más inhóspito de Estados Unidos de América -en contraste la palabra “vega” significa lugar fértil- y esas condiciones adversas: gran distancia de otras ciudades, clima extremo, desierto inmenso, soledad total, se convirtieron en ventajas estratégicas de la ciudad que nunca duerme, pues era un lugar en el que se tenía que vivir dentro de los casinos, hoteles y restaurantes, pero además contaba con el agua del Río Colorado, y estaba a pocas horas de los grandes centros urbanos de California y la propiedad raíz valía unos centavos el acre, su principales aliados fueron el estado de Nevada que necesitaba ese tipo de inversión, pues las cajas recaudadoras estaban llenas .. pero de telarañas y en un lugar de honor la veleidosa y desastrosa política mexicana, tristemente Las Vegas no tiene un estatua para dignificar a su gran héroe y benefactor, Lázaro Cárdenas del Río.

Los mafiosos que fundaron Las Vegas, vieron en ella una tierra de promisión, mientras que el resto del mundo veía un infierno, así que sus inversiones obtuvieron un beneficio total, pues en la nada crearon un imperio de alcance mundial, donde, los mismos mafiosos colaboraban con la policía para evitar que los clientes fueran asaltados, robados o defraudados, mientras que en Chicago, Los Angeles y Nueva York los ciudadanos vivían aterrorizados, en Las Vegas los turistas podían caminar por las calles llevando la cartera en la mano y no tenía ninguna preocupación por su seguridad o por sus bienes –ahí nació el dicho mafioso de que en Las Vegas podías dormir con la puerta abierta y que nadie te robaría, también el de lo que sucede en Las Vegas, se queda en Las Vegas- por cierto, dentro de los clientes más asiduos destacaban, claro está, los mexicanos, que solían llegar a los casinos cargando el erario nacional para dilapidarlo rápidamente. Por entonces en el “revolucionario” México, no había casinos.

En los años ochenta y noventa, otras ciudades de Estados Unidos autorizaron nuevos casino en la frontera con México, concretamente en San Diego, California donde se establecieron al menos 10 grandes casinos cuyos clientes potenciales eran los acaudalados y dispendiosos mexicanos. Algunos empresarios mexicanos, que ya disfrutaban de permisos de apuesta en línea o de carreras de hipódromo, empezaron a promover la creación de los casinos en México aduciendo, con toda razón, que los únicos que se enriquecían desplumando mexicanos eran los norteamericanos, porque nuestros compatriotas seguían viajando a Estados Unidos a jugar en las maquinas tragamonedas, al blakjack, al pokar, al bingo y a la ruleta y a lo que fuera.

En 1947 el Presidente Miguel Alemán publicó la Ley de Juegos y Sorteos, que declaraba prohibidos todos los juegos de apuestas del tipo de los casinos, pero al mismo tiempo faculta el “Ejecutivo Federal” por medio del Secretario de Gobernación para expedir permisos especiales para practicar esos mismo juegos prohibidos, otra vez, al estilo mexicano, todo estaría en manos del Secretario de gobernación. Desde entonces gobernación autorizaba precariamente juegos tipo casinos en los palenques, en las ferias de pueblo o en la fiestas patrias, pero hasta el gobierno de Ernesto Zedillo se abstuvo de entregar permisos permanentes para juegos de azar y apuestas, con todo tipo de maquinas y juegos de mesa.

Durante el gobierno de Zedillo se formó un importante grupo de cabilderos que proponían, la creación de una Ley de Casinos, que previera que  los casinos se autorizaran en los más exclusivos hoteles con visitantes extranjeros, como un complemento turístico y para que no se propagara la cultura del juego entre la población mexicana; Que se construirían desarrollos urbanos tipo Las Vegas en zonas económicamente deprimidas, donde se invertirían cuantiosos capitales privados para esos nuevos centros turísticos,  conforme a modernos planes de desarrollo urbano, con lo cual se competiría desde nuestro territorio con Las Vegas y se ofrecerían nuevos destinos de montaña, desierto, playa y casino; Que no se permitiría que los casinos se establecieran en zonas con alta concentración de educandos, obreros o en zonas habitacionales o comerciales mixtas, es decir que el casino sería siempre un detonante del desarrollo económico y urbano de zonas deprimidas o aisladas y no una carga oportunista en nuestras comunidades; Que los casinos contarían con personal altamente calificado en las mesas y salas de juego, personal de seguridad altamente entrenado y debidamente equipado para garantizar la seguridad de los clientes y del efectivo circulante, así como la seguridad de personas y bienes, tanto en los casinos como en los estacionamientos y en las áreas de uso común y que estarían en coordinación con todas las autoridades locales y federales.

El asunto salió a debate durante los primeros días del gobierno de Fox, quien había prometido que en su gobierno nada se resolvería bajo la mesa y que todos tendrían el derecho de proponer lo que quisieran y que todo se discutiría públicamente, entonces se pusieron a trabajar los diputados en el proyecto, pero repentinamente los cabilderos abandonaron a los diputados y nadie volvió a hablar de la famosa ley, pues para entonces Santiago Creel Miranda, el flamante Secretario de gobernación, ya estaba dando permisos gratuitos, cobrando solo los derechos de certificación, en un principio fueron relativamente pocos los casinos autorizados pues se sabía que los embutes eran multimillonarias fortunas bajo la mesa.

Los permisos carecen de restricciones y todos los buenos propósitos de los que se había hablado quedaron en el cesto de la basura, los casinos no son el detonante de las zonas deprimidas o aisladas o de nuevos centros de desarrollo turístico, sino que son garitos que se pueden establecer a la vuelta de la esquina, en nuestra colonia, frente a la puerta de la escuela de nuestros hijos, en cualquier lugar, al amparo de la Secretaría de Gobernación, con lo cual los estados y municipios deben aguantar, cerrar los ojos, los oídos y la boca, so pena de perder participaciones federales o de sufrir represalias como es lo normal.

Pero el gran negocio de la era Creel-Fox, se convirtió en un mercado de pulgas durante el gobierno de Felipe Calderón y de su amigo del alma y socio José Francisco Blake, pues los permisos se empezaron a vender como si fueran birotes, y todos los que tuvieran dinero para repartir en grandes cantidades se acercaron a los personeros del secretario y adquirieron sus permisos, en tanto desde las grandes ciudades y hasta en los pueblos empezaron a surgir los casinos, como carcinomas cancerosos, amparados por el gobierno federal, no había manera de detenerlos, pues no existen reglamentaciones municipales sobre los casinos y aunque estas existieran, los nuevos casinos podían defenderse de ellas aduciendo que no existían al momento de adquirir su permisos y por ende no les pueden causar perjuicio en sentido retroactivo.

Hoy en día, los casinos mexicanos se parecen mas a garitos, a tugurios y a cantinas que al concepto moderno de casino, no tienen seguridad de ningún tipo, ni personal calificado y menos certificado, carecen de medidas de protección dentro y fuera del establecimiento y no sabemos, siquiera a quienes se otorgaron los permisos, ni si esos permisos pueden transferirse a mafiosos, no sabemos si los casinos están siendo amenazados por los carteles de la delincuencia organizada mexicana o extranjera, la SSP no los cuida y de plano lo que ocurrió en el Casino Royale va a seguir ocurriendo, como lo prueba el hecho de que el Presidente de la República y el Secretario de Gobernación y de Seguridad Pública, así como la PGR están tan desconcertados como nosotros. No es bueno darle una pistola cargada a un niño, como tampoco es bueno darle tanto poder a los ineptos y corruptos, hacer esto es precisamente jugar a la ruleta....pero a la ruleta rusa.

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