Somos un pueblo que quiere, o necesita creer en
alguien, la historia desde que somos “independientes” así lo demuestra, la
historia reciente también, pasamos en fechas recientes del PRI al PAN y ahora a
Morena y lo único que es común en nuestra presidencias, es el deseo de aumentar
el centralismo, tener e incrementar el “Mando único” no solo policiaco sino
político, social, administrativo y total, todos los presidentes quieren todo
para ellos y sus amigos. El Centralismo totalitario en México cuenta con
grandes aliados imperceptibles, como es nuestro pueblo con su nula vocación
democrática, la también nula vocación federal, y el inexistente pero simulado
aprecio por la “honestidad”, y cada seis años los candidatos antidemocráticos,
anti federales y deshonestos se proclaman federales, demócratas y honestos para
llegado el momento ser lo que son, y no parece haber manera de cambiar las
cosas.
El gobierno es solo una prolongación de lo que es la personalidad del Presidente, los funcionarios que se van, generalmente bien forrados, enfermitos de tanto “inflarse”, casi todos son perdonados y olvidados, Carlos Salinas de Gortari quiso romper esta regla y metieron preso a Raúl su hermano, que era un rata pero no un asesino, al final le regresaron todo, en otro sexenio, lo que se midiera como dinero y no pago ni impuestos, los norteamericanos se dieron cuenta desde hace mucho de nuestra generosidad con el patrimonio público, y periódicamente detiene uno que otro pillo nuestro y le sacan todo el dinero de nosotros y se lo quedan, Nuestros presidentes y nuestros gobiernos son dispendiosos con el dinero público, pues alegan que el dinero público es aquel que no es de nadie, que proviene de nuestros inagotables “recursos” como la Plata, el Petróleo, la Pesca, y las mineras extranjeras que no quieren pagar impuestos pero que ansían dar “mordidas”, que son más baratas y crean mayor seguridad.
Esto favorece que los presidentes enloquezcan,
pronto se dan cuenta que esos grandes cambios pueden tener costos tan elevado como su propio gobierno y su propia investidura, pues todos los
gobernados están dispuestos a permitir apropiarse de lo ajeno, a centralizar el
poder en él, y a darle facultades legales e ilegales ilimitadas.
López Obrador dice que no es igual a sus predecesores, y es cierto, es un poco diferente a sus predecesores, que son unos ladrones
por regla general y particular, AMLO en
cambio es un ministro evangelista, colmado de un lenguaje moral que surge de sí mismo sin control alguno, pues su partido, formado por arrodillados que antes
anduvieron de pie, están dispuestos como todos a morir antes que a perder la
chamba. En suma que por así ocurrir desde 1924, López Obrador descubrió las mieles
de la presidencia, pues todos le dicen que sí, todos se agachan ante él, y toda
idea que emana de él por idiota que sea, es calificada de magnífica, de excelente.
Es necesario recordar que en el mundo hay tres
tipos de personas, personas de ideas, personas de personas y personas de cosas,
es decir personas que siempre hablan de ideas, que en México prácticamente no
existen pues a nadie le interesa hablar de ellas y menos discutir sobre ellas,
existen también las personas que hablan siempre de personas, cada vez son
menos, pues las personas reconocidas temen convertirse en candidatos a “pagar
piso” o a ser secuestradas, por último abundan las personas de cosas, que aman
los viajes y siempre hablan de ellos, de autos, del futbol, de sus propiedades
o de las que quieren, digamos pronto, aquellos que siempre hablan de su dinero.
López Obrador no es un hombre de cosas, sino un
hombre de ideas escasas personas que cuando existen, nunca están cercas del
poder. Ese es López Obrador, un hombre de ideas e ideales en la presidencia,
por desgracia su pobre educación, sus limitados libros, sus conocimiento de historia,
y en suma sus ideas causan risa entre
los ilustrados y elogios entre sus colaboradores y seguidores, por su parte los
periodistas cuidan sus preguntas y expresiones en ese “show” tempranero que son
las conferencias, que casi diario da nuestro Presidente, el cual se siente entre
ellos en medio de una congregación cristiana.
Si, somos un pueblo ansioso por creer en su
presidente, el problema no es el pueblo, sino nuestro Presidente que al principio
tiene altos índices de aceptación, y por razones de su inmoralidad van
perdiendo ese enorme crédito. López Obrador todavía vive su “Luna de Miel” con
los mexicanos, no eta manchado por la inmoralidad, pero esas ideas tan raras y
peligrosas como la rifa del avión presidencial, crean un nuevo tipo de
problema, que llamaré el “alocamiento” de nuestro Presidente, y eso es nuevo.
Por Antonio Limón López.