Nadie
sospechó en 2006 lo que la diosa fortuna deparaba a Andrés Manuel López Obrador para doce años después, ni él mismo, y no me refiero a ganar la Presidencia de la
República, suponiendo que México sea una de ellas. Nadie imaginó que viajaría en la
cresta de la ola de las Redes Sociales impulsado por una fuerza irresistible, como nunca antes nadie lo hizo para depositarlo suavemente en la silla presidencial.
Existe una
especie de derrotismo histórico ancestral que nos ha convencido de que nunca
podremos adelantarnos en nada, que siempre seremos los últimos en subir
al cabús de la Historia, de la Ciencia y de la Tecnología, pero en esta
elección de 2018 ocurrió lo inesperado, el ciudadano mexicano y candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador se subió ansioso por "hacer Historia" a la
locomotora líder de la Ciencia, la Tecnología aplicada a las redes sociales, y ahí se atrincheró para no ceder terreno a nadie, mientras sus adversarios se empantanaban atrás y en su afán por avanzar solo se hundieron. Así se fraguó un triunfo único, que no lo
ha tenido ningún otro candidato jamás, ni Obama, por más que se pretenda colocarlo en un
segundo plano frente a otras candidaturas exitosas en el mundo,
La
victoria de López Obrador tiene varios motores: Una juventud de menos de 45 años
que es mayoría aplastante, un compromiso ético político de honestidad, y la exigencia de poner fin al imperio de los partidos que son la causa directa de los
males del país, y lo más importante: Lograr la hegemonía absoluta en las redes sociales, las que desbancaron a la televisión, a la radio, a los medios impresos y a
cualquier otro medio de propaganda política, dando al ciudadano de a pie, a cualquiera de nosotros, todo el poder.
¿Fue
una estrategia de campaña urdida en un despacho? Creo que es posible que se haya
iniciado en alguno, pero el éxito de la campaña en redes sociales no tiene paternidad en este caso, y seguramente
sorprendió a todo el mundo. Fue como una ola que nace sin que nadie la perciba, impulsada por los movimientos caóticos de la Tierra, de la gravedad, de las masas oceánicas y que levantó una gigantesca pared de agua, que incontenible, súbita,
atronadora, imbatible viajó como un tren a toda marcha y reventó con furia contra el continente como un Tsunami, que transportó a salvo al candidato, convertido en héroe social y político. Nadie pudo prever esto, pero al ver la fuerza incontenible en
que se convirtió la campaña de este hombre, sus adversarios se rindieron, transformando en unas pocas horas del primero de julio, a toda una larga
historia de indecisiones y de dudas en una certeza
absoluta, en una victoria total sin consensos. sin negociaciones y sin concesiones.
Todo
eso se debe a las redes sociales, a Facebook y a Twitter concretamente, en las que el candidato propuso un
lenguaje semi-religioso, admonitorio, agresivo, desafiante, auto calificándose de izquierda, de liberal y
de progresista. Empujó a su propio partido MORENA, fundado un 12 de diciembre en plena fiesta
de la Virgen Morena, inspirado en ideas como la infalibilidad no del Papa, sino del
Pueblo, con la tesis bíblica de la Salvación del Pueblo por la gracia del propio
pueblo. Así fue como seducidos por los acordes de esta melodía, creyentes, escépticos, agnósticos, ateos siguieron la predica, y fuertemente respaldado por
la clase media y media alta, por los universitarios y personas altamente
educadas logró un éxito aplastante, no solo para él, ya que el olivo de la victoria también cubrió las sienes de todos los
candidatos de MORENA.
En todo esto existen al menos dos lecciones y una amenaza al mundo: Las redes sociales tienen ahora el Poder y
cualquiera con arrojo y una base juvenil, motivada e inspirada en valores éticos
comunes a la gente va a ganar en cualquier elección, en cualquier parte del mundo. La amenaza reside en que esto acaba con las ideologías ilustradas o tecnocráticas tan populares en los gobiernos, y que este poder escapa a toda previsión, carece de todo control y puede cambiar el destino de cualquier dictadura o democracia a donde llegue esta tecnología. Es otra caja de Pandora o un buen salvavidas.
Del buen gobierno ni hablar, nada tiene que ver con todo lo anterior.
Del buen gobierno ni hablar, nada tiene que ver con todo lo anterior.