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¿PARA QUÉ SIRVE UN PRESIDENTE?



Esta pregunta se debe hacer cuando se estudia Derecho Constitucional, cuando se estudia “Política” o “Teoría del Estado”, y por extraño que parezca, siendo la misma pregunta, las respuestas son distintas desde cada punto de vista.
Esto importa porque los mexicanos estamos en párvulos políticamente hablando, nuestros jóvenes y también los viejos nunca estudiamos Política ni en la Preparatoria, ni en la Universidad, y me refiero a “Política” como Filosofía y como Ciencia, pues la Teoría del Estado se estudia exclusivamente entre los estudiantes de Derecho. Esta limitación en la formación académica del mexicano a la postre es costosa, como se puede apreciar por la enorme confusión en el planteamiento de todos los asuntos públicos más elementales y en la pobreza de los debates políticos en nuestro país.
Aprovecho para exigir que la Política sea materia obligatoria en el bachillerato mexicano, que esta se estudie en primer lugar por su aspecto filosófico, luego sociológico y finalmente por su derivación en la Ciencia Política, así debe ser, porque los jóvenes de cualquier manera van a incursionar en la política y es mejor que lo hagan a partir de una base consolidada de conocimientos. Además los problemas de México son primero políticos y luego educativos.
Para el estudioso del derecho constitucional un presidente sirve para ejecutar las facultades y obligaciones contenidas en la veintena de fracciones del artículo 89 de la Carta Fundamental, agregando otras insertas en los artículos 26, 27 y 108 del mismo texto, sin ignorar que nuestra constitución se refiere al Presidente de la República en 67 ocasiones para diversas facultades y obligaciones. 
Sin embargo desde el punto de vista de la Política ¿Para qué sirve un Presidente en un sistema presidencial? ¿Para qué sirve el jefe de Estado? Vamos pues ¿Para qué sirve nuestro Presidente, el presidente de México?
Aquí la respuesta se vuelve esquiva, porque las preguntas no apuntan a una respuesta clara: ¿Cuál de todas las decenas, casi una centena de facultades y obligaciones constitucionales del Presidente es la principal, la esencial? ¿Acaso la función principal del Presidente se encuentra en la Constitución, o tal vez fuera de ella?
Pues bien, creo que la tarea principal y más grave de nuestro Presidente, de cualquier jefe de Estado en el mundo, es la de decidir, sí, la de decidir por nosotros los gobernados a cada instante, en las múltiples situaciones o alternativas que se presenten y que representen un riesgo o una oportunidad para la República, para eso es que sirve un Presidente, para decidir por cada uno de nosotros los gobernados en todos los asuntos que se puedan presentar. Para eso los electores lo elegimos, para que cuando se presente un problema él lo resuelva, para que nos lleve con mano firme fuera de la tormenta, pues confiamos en él, en su cultura para comprender los problemas, en su fortaleza para decidir con firmeza, en su calidad moral para actuar correctamente, en su experiencia y talento para considerar todos los factores.
A nuestro Presidente le competen miles de decisiones: Quien va a ser cada uno de los funcionarios de su gobierno, que políticas asumirá en cada materia, con quien celebraremos tratados y sobre que temas, y en qué condiciones; llegado el momento él decidirá a quien declararemos la guerra o la Paz, y en cada facultad y en cada obligación del Presidente, existe una decisión que tomar, una alternativa para elegir. ¡Para eso es nuestro presidente! Por su valentía, tenacidad y capacidad para decidir bien, y hacerlo por todos nosotros.
Cualquier Jefe de Estado moderno o de la antigüedad, desde Alejandro, hasta Kennedy, pasando por Julio César, Nerón Calígula, Constantino, Lorenzo de Medici, desde los reyes y príncipes del siglo XVII y XVIII, los jefes de estado de los siglos XIX, XX y del actual siglo XXI, incluyendo a los revolucionarios, todos ellos de frente al juicio de la Historia se merecen nuestro respeto o desprecio por sus decisiones, y por la forma de llevarlas a la práctica. 
Esta no es una disquisición puramente teórica, pues tiene que ver con la primera decisión del Presidente Electo Andrés Manuel López Obrador, y con la última decisión del Presidente Enrique Peña Nieto, respecto al tema del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
En campaña electoral López Obrador prometió poner fin a la construcción del aeropuerto sobre el lago de Texcoco, alegando corrupción en sus contratos, graves inconvenientes técnicos, y en su lugar, construir otro aeropuerto en la base militar de Santa Lucía, pero una vez que ganó la elección ha ido cambiando de opinión abruptamente, al punto que ha optado por renunciar a tomar él la decisión que le corresponde, y dejarla en manos de una “consulta” al “pueblo de México que nunca se equivoca”, sin que al momento se sepa exactamente en qué consistirá la consulta, ni quien la hará, ni cuánto nos costará.
Es un pésimo primer paso rumbo a la presidencia, pues el Presidente Peña Nieto ha insistido en que su decisión es correcta y correcta la obra, y que seguirá con ella hasta el último día de su mandato, en tanto que López Obrador sigue relegando y postergando una decisión que le corresponde a él, y no a un grupo ciudadano que no fue electo por nadie, pues precisamente para tomar esas decisiones es que es él, el Presidente de México, no hacerlo, eludir o declinar en otros su responsabilidad es traicionar la confianza de sus electores por falta de carácter o peor aún, por cobardía.
Es momento de rectificar.



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