Solo existen dos tipos de “izquierdas”
en México, una representada por los marxistas leninistas, maoístas o troskistas
que por ahí todavía deambulan, desde luego no en la Habana, ni en Caracas, ni
en Buenos Aires, ni en Atenas, pero si en México, y la segunda representada por
los izquierdistas burgueses y vividores de Erario que visten a la última moda,
viajan en primera clase, vacacionan en Dubai, cobran en la UNAM, Conaculta, Televisa
o Azteca, asisten a Casa Lam, y a otros sacrosantos templos de la burguesía nacional de “izquierda”.
La “izquierda bien aceitada” es otro producto del proceso inacabado pero constante de degradación nacional. Surgió a instancias de los caciques nacionales Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas del Río, Luís Echeverría y José López Portillo que se beneficiaron de estos sicarios intelectuales y políticos, que odiaban las creencias de los mexicanos de su tiempo, de su visión ética, de su fe religiosa y en cambio adoraban al becerro de oro, o a los centenarios, o a lo que fuera siempre y cuando se permutara en oro.
A la par, otros mexicanos de izquierda, desde fuera del gobierno y contra este, luchaban honestamente por crear una sociedad distinta, cambiar también al mexicano, pero lo hacían con el ejemplo de sus vidas impolutas, a diferencia de la “izquierda oficial” formada por astutos pillos que a la postre “triunfarían”.
La “izquierda” de postín triunfó porque fue amamantada con el dinero de los mexicanos, porque se adaptó a las instrucciones del gobernante en turno, porque salía a gritar cuando se lo ordenaban y se callaba cuando les tronaban los dedos o les chiflaban.
Esta “izquierda perfumada”
engordada artificialmente no solo sobrevivió sino que se injertó exitosamente dentro
de la política mexicana. El oportunismo de la política mexicana y la idea de
que se puede vivir en lo personal de una manera distinta a como se predica
favorecieron a la “izquierda” farisea.
La izquierda auténtica se extinguió entre la coptación y el desengaño. El gobierno creo entidades culturales, premios, chayotes, embajadas, distinciones que pronto enfermaron de codicia e inutilidad a la izquierda genuina, hasta que para colmo, la URSS desapareció. El monero Rius se atragantó con sus afirmaciones de que solo huían de Alemania Oriental los criminales, y como él otros ingenuos pero sinceros creyentes perdieron la fe roja o al menos el coraje para luchar por ella, ya que todo el santoral soviético resultó falso.
Solo quedó la “izquierda” de los
“chuchos” y la de los priistas, que ya estaban en el negocio de proclamarse de
izquierda y vivir como plutócratas, a cambio de arrastrarse y lamer las suelas
de sus amos. ¿Qué de izquierda tienen Jesús Ortega, Marcelo Ebrard o los
“intelectuales” que pedían el linchamiento de Octavio Paz por exigir elecciones
democráticas en la Nicaragua Post Somoza? Nada.
A un costado de la izquierda centavera bien perfumada y educada en el extranjero, quedaron los “profes” apestosos a sudor, empolvados por la pizarra, y pobremente educados en las normales populares y campesinas, que abrevaron de la miserable ideología cardenista. Estos profes sin prebendas personales, se tienen que conformar con salarios de hambre, y con el dinero que obtienen sus organizaciones sindicales, que para sobrevivir golpean la mesa y salen a las calles mostrando violentamente su desconcierto y desilusión.
Andrés Manuel López Obrador escapa a estos dos tipos de izquierdas, y escapa porque es un líder religioso metido a la política, que nada tiene que ver con las izquierdas mexicanas salvo que se sirve de ellas porque le ofrecen banderas y emblemas de batalla, a las que va en solitario, seguido por un ejército de pobres, ingenuos y esperanzados, así como por una diminuta corte de acomodaticios y tramposos políticos de "izquierda-extrema derecha" que van a lucrar, con lo que les caiga en metálico del Cielo Lopezobradorista.