Es difícil encontrar otro período en la historia de México tan triste y desalentador: La selección mexicana va de mal en peor, el peso se devalúa, llevamos a cabo unas elecciones que solo despertaron la codicia de los magnates partidistas, el Poder Judicial y el congreso son un par de circos, las reformas estructurales tendrán sus primeros efectos positivos para el siglo XXIII, nuestras universidades son cuevas de pandilleros, el petróleo a la baja, y no tenemos ni un gran escritor o artista por cuyos triunfos y méritos el pueblo se sienta recompensado, para colmo el presidente padece de una lividez de momia, y su viaja a Francia además de saludar a Florence Cassez, será para consultar a los maquillistas más reconocidos del mundo, ya que necesita de urgencia aparentar salud y vitalidad.
Por donde quiera que se le vea a México, estamos para dar lástima y ahogados por la ola del desaliento, por fortuna surgió desde lo más profundo del Penal del Altiplano, un súper anti héroe, el invencible “Chapo”, superior a Superman, más escapadizo que Houdini, más elegante que Fantomas, y con más serenidad y paciencia que Kaliman. El Chapo de manera clara y sin discursos, nos demostró a los alicaídos mexicanos que “sí se puede”, y lo hizo por medio de un túnel que es orgullo de la ingeniería mexicana, construido bajo las copetudas testas de los aturdidos funcionarios del momento y las barbas del tío Sam.
Desde París,
lívido cual personaje de Walking Dead, el presidente Peña Nieto calificó a la
fuga del Súper Chapo como una “afrenta al Estado mexicano”, aunque en realidad sea
una afrenta no al Estado Mexicano, sino al pueblo mexicano cometida por la burocracia del Estado, pues gastamos miles de millones de pesos en sostener a tanto parásito
inútil y desvergonzado, empezando por el Secretario de Gobernación y su ávido sequito de chupasangres que no sirven para nada útil, mientras que el Chapito no nos cuesta ni un
centavo.
El Chapo, a diferencia es nuestros caciques, reparte dinero entre la gente necesitada de
trabajo, por eso en lugar de repartirles dinero a los corruptazos miembros del poder
judicial, jueces, magistrados o ministros que estaban que se les caía la baba
con el negociazo, el buen Chapo prefirió mandarlos por un tubo, y hacer un largo túnel que proporcionó
trabajo a cientos de mexicanos discretos y laboriosos, a ingenieros altamente capacitados,
a modestos albañiles, quienes en caso de ser descubiertos, seguramente gustosos pasarán los años de su vida que sea necesario en prisión, mientras sus hijos estudiarán con
generosas becas en Harvard y con suerte, alguno de ellos podría ser presidente de este
sufrido país.
La
escapatoria hollywoodense de Súper Chapo conmovió hasta la risa a todo mundo, el
gobierno es la burla de todos, dicen que en Sinaloa salieron las bandas a
celebrar, mientras en una operación a destiempo y solo para mayor gloria del
Chapo, nuestro desorientado ejército salió a molestar automovilistas, al tiempo
que el fugado descansa en una playa atendido por un nutrido grupo de bellas enfermeras que lo atienden a cuerpo de rey.
Por
desgracia Súper Chapo tiene una gran empresa a la que se debe de por vida, el
omnipotente Cártel de Sinaloa, y no tiene aspiraciones políticas sexenales, que
si lo deseara, para el 2018 estaría en las boletas de la elección presidencial y
a él sí, ni quien carajos se atrevería a hacerle chanchuyo el día de las elecciones.