La retirada de los temibles Caballeros Templarios
de Michoacán con todo y ser una buena noticia entre tantas malas, no es para soltar
las campanas y celebrar una nueva época para los mexicanos, en realidad los
caballeros templarios no son sino una franquicia de los verdaderos y más
temibles carteles mexicanos.
Con ello no me refiero ni a los zetas, ni a los
Beltrán Leyva, ni al Cártel de Sinaloa o del Chapo, sino a los verdaderos
carteles que permiten como auténticos delincuentes organizados, la prosperidad
de los franquiciarios menores de nuestra delincuencia organizada, como lo son
todas esas pandillas que tributan una deuda enorme a nuestros verdaderos
carteles criminales y cuyos capos en jefe, frecuentan libremente los
restaurantes de postín, fumando largos puros, vistiendo trajes de corte inglés
o italiano y repartiendo brillantes y policromas tarjetas de presentación.
Ya sea Beltrones quien como dice una cosa, dice tranquilamente la contraria, o Luís Alberto Villarreal que se deja invitar a sus francachelas por narcos, o por senadoras como Iris Vianey, célebre por su improductividad legislativa, su disciplina y el aprovechamiento de su condición de privilegio que le permite tener a
su esposo dentro de su corte personal de servidores a costillas de la
república, o Gustavo Madero que viajaba de aventón en el avión de "Oceanografía" sin saber quien lo pagaba, ni de donde sacaba ese dinero.
Otra sabandija es el senador José Luís
preciado, senador también “de partido” por el PAN, que aprovecha los recursos
de la nación para celebrar fiestas familiares en los sacrosantos salones de la república, pagados con los impuestos
cobrados por el SAT a los trabajadores mexicanos muertos de hambre. En el
Senado brilla la escoria de los partidos políticos y casi la mitad, llegó sin
ganar ni una elección popular.
Ni que decir de Gustavo Madero, un empresario
que explota su personal mina de oro: el apellido del mártir de la democracia
Francisco Ignacio Madero. Quien acepta en silencio las acusaciones infamantes
de prácticas corruptas entre sus cercanos colaboradores, y en situación similar
se encuentran las bancadas de priistas, sometidos a una disciplina de
obediencia perruna y ciega a la realidad patria, pero con los ojos bien
abiertos al tesoro nacional y a las buenas oportunidades de grandes negocios.
Los partidos políticos son, en este momento, los
grandes carteles de delincuentes organizados, manejan la riqueza del petróleo repartiéndosela
impunemente en sueldos y privilegios faraonescos, para ellos y sus familias,
solo tienen que demostrar -como en todo cartel- unidad, obediencia ciega, disciplina,
sometimiento, e indignidad absoluta.
Ahora lo saben la “Tuta” y el “Tío”, el Chapo y todos sus camaradas y competidores de negocios. Saben que
no son carteles de nada, sin simples pandillitas dependientes de las decisiones
de los verdaderos carteles, son franquicias que se pueden retirar por cualquier
cosa, por cualquier exceso, por cualquier desacato, ahora saben que en lugar de
ser el Cartel de los Caballero Templarios, debieron organizarse como el Partido
de los Caballeros Templarios y entonces sí, ni quien los molestara.
No basta a las franquicias criminales apoyar a
los partidos políticos, ni a sus candidatos, pues nada de eso es tomado en
cuenta cuando los carteles celebran entre ellos pactos en lo oscurito, de nada
sirve “ablandar” a los electores, disciplinar a los inconformes, pues en
realidad ellos son simples piezas prescindibles en el tablero que juegan los
partidos políticos mexicanos, que son los verdaderos carteles de delincuentes organizados
y a los que sostenemos dispendiosamente con el Erario nacional.
Para pensar diferente!