A unos cuantos días de entregar el
gobierno a su nuevo gran amigo -de quién espera mayor rentabilidad que de
Mouriño, Germán Martínez, Ernesto Cordero y otros “chavos”- el presidente Felipe
Calderón presentó la iniciativa de reforma constitucional para cambiar el
nombre a nuestro país: “Estados Unidos Mexicanos” que es su nombre real, jurídico y
político, por el de “México” que hasta el momento es su apodo, o como dicen en
Estados Unidos (el de a de veras) un “nickname”.
En realidad cuando alguien en el mundo dice “Estados Unidos” sabemos que se refiere a “Estados Unidos de
América”, el país ubicado entre Canadá y ¡México! Que por su enorme influencia
decenas de países tienen banderas que imitan a la bandera norteamericana, como
es el caso de Chile, Corea del Norte, Cuba, Liberia, Malasia y Panamá que ni
siquiera intentan ocultar su servidumbre, como otros país que imitando el
formato norteamericano utilizaron signos netamente nacionales, como es el caso
del Uruguay y muchos otros.
Otra cosa es el nombre propio, que habla de quien somos y deja en
claro a nuestro padre y madre (en caso de tenerla), no es cualquier cosa, es lo
que dice al mundo quienes somos, por ello los que se sienten satisfechos y
honrados con su nombre lo muestran con dignidad absoluta, lo gritan y quienes
se avergüenzan de él, lo ocultan. Ese fue el caso de “Estados Unidos do Brasil”
que durante algunos años soportó esa infamia, pero finalmente y patrióticamente
lo extirpó como si se tratara de una lacra vergonzosa.
En nuestro caso, Venustiano Carranza con el apoyo norteaméricano
logró imponerse como el triunfador de ese movimiento norteamericano en México
que se conoce como "Revolución Mexicana”, ya para entonces Estados Unidos
(el de a de veras) no tenía mucho tiempo para seguir jugando en nuestro país,
vendiendo armas y municiones según su capricho primero a Pancho Villa y después
a Carranza, pues su participación en la primer guerra mundial era inevitable,
el 3 de febrero de 1917 rompió relaciones con Alemania y dos días después se “proclamó”
la constitución mexicana, así que Carranza, en dos días, se quedó sin el apoyo de su benefactor y esto
le costó que Obregón lo asesinara para terminar siendo el verdadero triunfador.
El caso es que esa constitución hija de la imposición militar norteamericana
y de la demagogia mexicana, nos impuso el nombre de “Estados Unidos Mexicanos”. Desde entonces “México” solo es el
sobrenombre de Estados Unidos Mexicanos, pues nuestra constitución no lo
reconoce, pero simulamos llamarnos “México” pues con ese nombre van a las
justas olímpicas mundiales nuestros representantes, a ese nombre se refiere
nuestro juramento a la bandera cuando dice: “Bandera de México, símbolo de ..”,
incluso nuestro himno nacional se llama “Himno Nacional de México” y no himno
nacional de “Estados Unidos Mexicanos”.
En nuestro país y fuera de él los mexicanos nos sentimos parte de
México, así de sencillo y así de natural. Cuando fuera de nuestro solar patrio
alguien nos pregunta ¿De dónde es usted? Siempre contestamos “De México”, sin
importar como suene la “j” y como suena la “x” y nadie dice “Soy de los Estados
Unidos Mexicanos”.
Con toda certeza la propuesta del todavía presidente Felipe Calderón
va a navegar en las aguas del olvido, en parte porque al PAN de Calderón solo
le interesan los re$ultado$ y en parte, porque a los “cuentachiles” solo les importan los ahorros, pues alegan que
toda la papelería oficial y toda la moneda circulante se tendría que cambiar en
un instante, lo cual es una tontería pues ese problema se resolvería en los transitorios
de la reforma, seguro que se reconocería la documentación y la moneda hasta en
tanto sean substituidas por nueva papelería y nueva moneda, pero el verdadero
grupo de opositores a la reforma es el de los dogmáticos, que por odio al PAN y
a Felipe Calderón están dispuestos a cualquier mezquindad, incluso la de soportar
una indignidad tan grande, tan grande que ningún otra nación en el mundo la padece.
En este punto debo decir que en lo personal, considero a Felipe
Calderón un traidor a la democracia panista, nadie hizo mayor daño al PAN que
este farsante que solo promovió a su pandilla de estultos, creo también que fue
un pillo vulgar que se enriqueció con los casinos y con PEMEX y la CFE, donde
tuvo a sus favoritos a cargo de los negocios, y pido a la Justicia, que Felipe
Calderón termine sus días vistiendo el traje a rayas de los presidiarios en
algún CERESO. También debo decir que admiro a Estados Unidos (el original) por
su capacidad de cambio, por su papel en el escenario internacional como superpotencia
democrática y por su cualidad de sociedad exitosa, sin pretender ser una
nación.
Pero lo dicho no impide, que reconozca la enorme importancia por
razones de estricta dignidad patria, que implica dejar de ser la caricatura del nombre
de Estados Unidos de América y ser leales a nuestra propia realidad histórica, a
nuestro sentimiento de pueblo independiente y autónomo, diferenciado de nuestro
poderoso vecino y ciertamente con el nombrecito que tenemos actualmente: "Estados Unidos Mexicanos", ni nos muestra como autónomos y mucho menos respetables. En suma, a pesar de la indignidad
personal de Felipe Calderón, la iniciativa que presentó contiene una exigencia
patria del tamaño de más de 130 millones de mexicanos, avalada por dos siglos de tormentosa
relación y por un futuro, todavía incierto, de dignidad y de igualdad con el vecino de las barras y las estrellas.
Por Antonio Limón López