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DEMOCRACIA DIRIGIDA CON AMETRALLADORAS


(Con profundo agradecimiento a la maestra María Belén Rosas Magallón Camacho por haber invitado a quien esto escribe, como uno de los presentadores de esta primera re-edición del libro escrito en 1960. Gracias por un honor tan inmerecido, a continuación el texto de mi intervención pronunciada el 2 de agosto de 2009 en el Centro Cultural de Tijuana -CECUT- ante 400 ciudadanos tijuanenses, héroes del 59, sus hijos, sus familiares y nosotros sus deudores)

La historia de Baja California pareciera insignificante si tomamos en cuenta los libros con que nuestros hijos son educados, o aquellos que esperan por nosotros en las librerías o los que están siendo custodiados en nuestras bibliotecas, pero en realidad la historia de nuestro estado esta formada por acontecimientos de cimera altivez, llevados a cabo por personas anónimas, carentes de recursos económicos, sin instrucción formal, pero guiadas por el buen sentido ético que recibieron de sus padres y que con el mismo celo transmiten a sus hijos, dotadas de un patriotismo genuino, de una generosa voluntad para hacer el bien y de un talante tan desinteresado que jamás esperaron premio o reconocimiento alguno por su generosa entrega.

Esta grandeza puede apreciarse desde la fundación de las misiones californianas que afianzaron nuestra frontera frente a la avidez de nuestros vecinos del norte, en la defensa del territorio peninsular contra los filibusteros que quisieron cercenar a Baja California del seno patrio e incluso en épocas mas recientes, con la dignidad de quienes defendieron sus derechos y no se sometieron al imperio de la gavilla de bandoleros que vinieron a estas tierras, desde nuestra metrópoli, para apropiarse de ellas a título de botín y que creyeron que los bajacalifornianos seríamos reducidos y envilecidos por la fuerza de las armas, de las amenazas o por la pedagogía de la indignidad, de la corrupción y de la sumisión.

Contra todo pronostico y contra toda lógica, las mismas fuerzas que vinieron a sojuzgar, a amenazar, a imponer y a mistificar el sentido ético de nuestra comunidad sirvieron de catalizador y en lugar de degradarnos, nos sacudieron de nuestra calma y confianza para despertarnos y avivar nuestra responsabilidad cívica, hasta convertirnos en ciudadanos demócratas, libres y exigentes, capaces de soportar y sobreponernos a cualquier adversidad, tal y como es el signo y actualidad de Baja California.

Las páginas de este libro contienen un relato electrizante que cautivará a los ciudadanos íntegros, los que encontrarán en sus paginas la razón de nuestra singularísima evolución cívica, única en todo México y a la par, será un balde de agua helada para los complacientes, para los cínicos y para los olvidadizos por perversión o por profesión, pero sobre todo, gracias al esfuerzo de quienes hicieron esta última edición se cumplirá el propósito del autor, confesado varias veces en el libro, que los hechos ocurridos en el estado entre 1958 y 1960 sean conocidos y recordados.

Carlos Ortega escribió en las 250 hojas de este libro, una crónica inesperada, la de un pueblo que a diferencia de la mayoría, se opuso al poder de la fuerza bruta, un pueblo que escogió a la democracia y que se alzó altivo y que ahí se conserva, es la historia de un pueblo de héroes, de ciudadanos libres y de buena voluntad, es la memoria de mártires cívicos, de personas ejemplares que fueron heridas o muertas bajo el fuego de ametralladoras, de cachiporras, de tubos, es el relato de la persecución del estado contra personas dignas y probas que fueron detenidas en las mazmorras braulianas (prisiones particulares) es también un ensayo sobre las contradicciones de nuestro periodismo nacional, donde dominaba la ruindad entre excepciones brillantes de rectitud, es la denuncia contra la degradación de nuestras instituciones a manos de una pandilla que en lugar de democracia practicaba el dedazo y la designación de candidatos, que en lugar del respeto al sufragio practicaba el fraude electoral más vil, que en vez de dignificar a nuestro ejército lo utilizó para cometer el indigno robo de urnas, para amenazar a los pacíficos, para detenerlos, para tirotearlos, que convirtió a nuestros policías en asesinos, a nuestros bomberos en represores, a nuestra representación social, es decir a nuestros agentes del ministerio público en represores al extremo de lo ridículo y que exhibió a nuestros sistema judicial formado rigurosamente por títeres y mequetrefes.

Es también la obra de un periodista independiente y apartidista que quedó cautivado por la voluntad y fe ciega de un puñado de panistas que dieron un sesgo inesperado a nuestra historia, es la voz de un testigo directo que presta testimonio sobre el abogado del pueblo Salvador Rosas Magallón, sobre el estoico maestro Zeferino Sánchez Hidalgo, sobre el joven Isidro Miranda, sobre un modesto sastre Raúl Gutiérrez, sobre un panadero de Mexicali, Juan Montoya, sobre el dirigente regional panista, el banquero: Enrique “el güero” Silva -banquero porque, como él decía, a diario utilizaba el banco de su taller mecánico- sobre don Víctor González Príncipe y es el testimonio de un ejército de jóvenes valientes y creativos y de mujeres heroicas, verdaderas heroínas de Baja California y de México.

Mas que la campaña electoral por la gubernatura de Baja California, el libro que hoy se presenta tiene como tema central el reinicio moderno de la Insurgencia democrática en México, este renacimiento aparece de manera espontánea, abrazado por todo el pueblo, pero que a diferencia de Fuenteovejuna no busca saciarse con un acto de justicia sino que de manera impensada crea a un nuevo tipo de mexicano, que surge de la nada política, para instalarse en nuestra historia de manera definitiva y subsistir hasta nuestros días. Todo esto surge en un proceso de gestación complejo y rico, el cual fue captado por el autor desde el antecedente del gobierno corrupto y francamente inmoral del Gobernador Braulio Maldonado Sandez, que convirtió al Estado de Baja California en un estado lenón, donde la prostitución adquirió las proporciones de un poder insaciable, como lo demuestra el hecho de que Maldonado Sandez inició el despojo, sin procedimiento legal alguno, contra los tijuanenses asentados en la zona del Río Tijuana, con la intención de apropiarse de sus valiosos terrenos y establecer en ellos lupanares, casinos y similares, lo cual a la postre quedó al descubierto y levantó al pueblo ante la injusticia y brutalidad del gobierno-lenón.

La providencia quiso que el despertar del pueblo coincidiera afortunadamente con el ascenso de la figura de Salvador Rosas Magallón, cuya rectitud y pasión justiciera lo convirtió en el abogado de las numerosas víctimas del gobierno, así que cuando Rosas Magallón asume la candidatura a Gobernador por el PAN en 1959, se confrontan el desprestigio profundo de Braulio Maldonado y el prestigio de hombre limpio y desinteresado, como lo demostró a lo largo de toda su vida, Salvador Rosas Magallón quien en su lenguaje evangélico diría con gran certeza en 1989, que él y el pueblo de Tijuana de 1959 fueron el trigo de prueba para que surgiera el trigo limpio del México nuevo.

Con la candidatura de Rosas Magallón en Baja California, el trigo de prueba crece y se multiplica en cada bajacaliforniano, que se convierte al credo de la democracia, en realidad no era difícil elegir tomando en cuenta al Atila brauliano en todo su esplendor, a los “chemitas” que fueron una organización parajudicial de hampones, asesinos y torturadores al servicio de Maldonado, a nuestras policías y bomberos al servicio de la represión y a nuestro ejército mancillado por quienes lo manipularon lanzándolo contra el pueblo, con lo que sumado todo se formó el fertilizante para que la semilla democrática germinara en cada mujer, hombre y joven de bien.

La insurgencia democrática que nace en la campaña de Baja California de 1959, tiene matices únicos en la historia de México y quizás en el mundo, pues no imita a ningún modelo preexistente y a diferencia de las campañas actuales que están en manos de de mercadologos, publicistas y vendedores de dentríficos y detergentes aquella estuvo enteramente en manos del pueblo, si del pueblo liso y llano, pero el éxito fue tan grande que creó un modelo nacional de proporciones históricas, que pudiéramos denominar modelo panista, pues fue de inmediato el modelo que el PAN asumió e imitó en toda la república, y que de nueva cuenta reprodujo en el estado en las elecciones de 1968 y en las de 1989, en las elecciones de Yucatán de 1969, en sonora, en Chihuahua, en Nuevo León, en Sinaloa. Si bien observamos en todas ellas existe la constante de la frescura, de la imaginación elevada al poder, de la juventud creativa; de lemas como “un voto por el PAN es un voto por México” al “Si se puede” o a la “Ruffomanía” existe un cordón umbilical que gestó a tres campañas que en realidad son una sola, la de un pueblo civilizado, pacifista, agredido, inteligente y verdaderamente revolucionario que quiere darse democracia y con ello justicia.

El libro de Carlos Ortega con mirada aguda descubre la singularidad propagandística de la elección de 1959 y en cada capítulo descubre las estrategias que se fueron utilizando, fruto todas ellas del ingenio y de una malicia política simplemente increíble, de tal manera punzante y efectiva que los millones de pesos del gobierno no pudieron contra ella, los jóvenes hicieron gigantescas pintas en lugares estratégicos, elevaron papalotes enormes que rivalizaron con los aviones oficiales hasta ganar el cielo de Tijuana y Mexicali, de la absoluta inopia económica del PAN, a la abundancia del pueblo que aportó desde todas partes, un día un grupo de jóvenes emigrados, llegó al PAN con toneladas de carteles de una calidad insuperable para la época que se colocaban y no podían ser arrancados, lemas como “Si el pueblo quiere, el pueblo puede..”, hasta estrategias verdaderamente dignas de Alejandro el Grande, que convirtieron a los empistolados en simples brutos, el régimen se esmero en sus estrategias eternas, presionar a los sindicatos, obligar a los taxistas y camioneros a repartir propaganda, a la PEPSI COLA la obligaron a utilizar corcholatas con la imagen de Eligio Esquivel el candidato oficial, todo lo cual les rindió magros frutos, en tanto que el pueblo se multiplicó en miles de actos talentosos que hicieron ver al gobierno y a su apéndice el PRI, como a elefantes intentando insertar el hilo en una aguja, en tanto los jóvenes panistas se apoderaron de las esquinas mas concurridas, organizaban excursiones de información del proceso electoral por todas partes, ingresaban y escapaban de prisión y no hubo aspecto de la campaña en que no vencieran, dando además esa imagen tan panista de independencia y de limpieza.

Claro que un régimen fundado en la intolerancia, en la fuerza de las pistolas, en los matarifes no podía contenerse y si al principio se contentó con negarle al PAN la posibilidad de celebrar en algún local rentado su Convención democrática, para elegir a sus candidatos -cosa indispensable para estos demócratas-, los panistas entonces celebraron su Convención en la vía pública y sin el permiso que les exigía ilegalmente la autoridad municipal, esa convención fue un éxito arrollador, pues fluyeron a Mexicali miles de testigos y cientos de militantes-delegados con voto. Por último el régimen sin tentarse el alma ordenó disparar en varias ocasiones contra el pueblo inerme, estos hechos que debieran cubrir de oprobio a quienes los cometieron y de vergüenza a quienes se beneficiaron de ellos o que simplemente los solaparon, están narrados con lujo de detalle en esta obra, precisando el nombre de los heridos de bala y describiendo las dantescas escenas de violencia criminal contra un pueblo incapaz de agredir a nadie.

Contra la brutalidad, los panistas y el pueblo que gradualmente se fue convirtiendo al panismo por la vía de su propio testimonio, utilizaron por escudo a la ley, cientos, miles de amparos se solicitaron, cientos de audiencias penales se abrieron en las agencias del Ministerio Público y si el régimen presentaba a decenas de testigos falsos ante los fiscales, entonces miles, literalmente y sin metáfora alguna, miles de testigos del pueblo se ofrecieron ante los jueces penales y los agentes del Ministerio Público para precisar los hechos y a pesar de ello, varias decenas de limpios ciudadanos fueron procesados injustamente por delitos imaginarios.

Hasta donde llegaría la impudicia de nuestros funcionarios de justicia que acusaron a Salvador Rosas Magallón de tener escondida en la Colonia Libertad –un reducto total de panistas- a un ejército dotado de armas de fuego de alto poder, de cañones y de tanques de guerra, o a un ejército oculto en la rumorosa, todo para justificar a las ametralladoras Thompson que utilizaron para disolver mítines y reuniones cívicas e incluso asesinar a mansalva. Creo sin embargo, que en el concurso de ruindades y bellaquerías tres sobresalen, una que está en el campo de de la comedia bufa: los agentes del Ministerio Público acusaron a Salvador Rosas Magallón, para obtener de los jueces penales una orden de aprehensión, de haberse robado el submarino nuclear Nautilus repleto de armas nucleares y cañones para bombardear a Tijuana, es increíble que nuestros jueces hayan “obsequiado” esa orden de aprehensión, pero así fue; otra bellaquería también en el plano de lo tragicómico, cómico por lo que urdieron nuestras autoridades y trágico porque murió otro inocente, fue la colocación de un cartucho de dinamita a la espalda del cine donde tomaría posesión el usurpador Ing. Eligio Esquivel Méndez, que como gobernador moriría en un hotelucho en comprometida situación con una señora ajena, por parte de agentes del gobierno que venían haciéndolo asegurándose de que los cartuchos nada mas dañaran apenas propiedad para justificar detenciones arbitrarias al gusto, en esa ocasión “encontraron” el cartucho y le quitaron la mecha, pero un policía incauto pateó el cartucho ya sin mecha de fuego y explotó, el pobre policía murió a consecuencia de las lesiones.

La tercera obra consumada de ruindad, no tiene las proporciones grotescas de las dos anteriores, es mucho mas sencilla pero que revela el profundo desprecio a la mas poderosa de las fuerzas emancipadoras que emergieron de la campaña de 1959, en México hasta ese momento la mujer había tenido un papel exclusivamente testimonial en todos los eventos políticos, las adelitas de nuestra revolución fueron madres, esposas e hijas que acompañaron a sus hombres a la bola, pero en la elección del 59 surgieron de improviso las mujeres, ya no como madres, esposas o hijas sino como el motor mismo de la insurgencia democrática, estuvieron al frente como abanderadas del pueblo sosteniendo nuestro lábaro patrio y cuando fueron agredidas por nuestras autoridades, defendieron nuestra bandera, recordaremos a dos jovencitas Herlinda García Bello y Ana María Soria abanderadas heridas que con ellas se honran a las miles que defendieron las urnas el 2 de agosto de 1959, hoy hace justo 50 años, fecha en que nuestro heroico ejercito mexicano, al mando del General Hermenegildo Cuenca Díaz se cubrió de infamia en esos hechos, al robarse las urnas a punta de bayoneta, golpear y lesionar al pueblo.

Ahí surgió la mujer-ciudadana, mujer plena entera, libre, patriota sin ostentación, valiente y desde luego panista, lo que ellas sufrieron es una historia dentro del libro que hoy cometamos, Carlos Ortega ve a la mexicana de ese tiempo con una incontenida emoción y narra detalles estremecedores, pero aquí por brevedad mencionaré una muestra, la de María del Refugio Uribe “cuquita” ella fue detenida acusada del delito de “Disolución social” el 20 de junio de 1959, según las investigaciones ella estaba utilizando el micrófono de una camioneta para incitar al pueblo a acudir al mitin del PAN, incitando al pueblo de Ensenada a rebelarse contra las autoridades, el Juez penal dictó Auto de Formal Prisión contra ella, pues aceptó haber hecho uso del micrófono, así lo resolvió el Juez Faustino Zavala Ávila, a petición del M.P. Ferrer McGregor, esta mujer era especialmente amada por los ensenadenses porque las mismas autoridades trataron de sacarla de la cárcel valiéndose de un confesión en que acusara a los panistas de graves atrocidades primero, después solo a Rosas Magallón y después le ofrecieron premios y compensaciones para que “se arrepintiera” y sin embargo no modificó su declaración en el sentido de que solo invitaba al pueblo al mitin del PAN, En prisión nació el hijo de Cuquita y la de Ensenada fue la prisión más visitada y querida por los ensenadenses.

Carlos Ortega nos ofrece un libro que sobrepasa los limites de la crónica histórica, que va mas allá al tocar con gran talento temas de filosofía política, es un libro que está emparentado en la crónica con Benito Pérez Galdós, con la pasión de los libros de Vasconcelos y con la sabiduría democrática de los de González Luna donde a la par de la pasión brilla la inteligencia, el nombre mismo del libro es un reto y una ironía, pues entonces se hablaba, como ahora, de la “Democracia dirigida” por una minoría que decide por una mayoría, pero esa democracia resulta que es dirigida por las ametralladoras y no por la razón, ni por la justicia ni por verdad.

El libro de Carlos Ortega es también un catalogo de nombres, de personas que asumieron diversos papeles, por eso al leerlo prepárese para verdaderas sorpresas, quizás algún héroe de hoy resulte con pies de barro, o usted encuentre que esa persona a la cual conoce es hijo de un verdadero héroe cívico, por aquí andan los actores y sus hijos, podemos aceptar que entre los que se opusieron ferozmente a la democracia, se encuentren personas de buena fe que creían que la Demcoracia era mala para los mexicanos, pero hubo otros que fueron perseguidores, verdugos, torturadores y asesinos, han pasado 50 años, tiempo suficiente para perdonar lo que se puede perdonar, exigir justicia ante lo imperdonable pero nunca olvido.

Una sociedad que olvida es una sociedad que se desmorona en cada olvido y ese no debe ser el caso de Baja California.


POR ANTONIO LIMON LOPEZ

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