Los
presidentes de México, desde la segunda mitad del siglo XIX están
sometidos a los deseos de los presidentes norteamericanos, y en este
siglo, incluso hasta a los deseos de los candidatos a presidente del país vecino. La
prueba es que los aspirantes a la presidencia han utilizado nuestro
territorio para hacer campaña en Estados Unidos de América: Bernie
Sanders estuvo en nuestra frontera para hacer campaña entre los
demócratas de California, la Sra. Hillary Clinton anunció en
México que buscaría la presidencia de Estados Unidos de América en
2016.
Si tiene dudas sobre lo que digo, recordemos que en 2008, con motivo de la primera campaña presidencial de Barack Obama, el candidato repúblicano John McCain, acaso desesperado por el espectro de la derrota, vino a México y fue recibido por Felipe Calderón sin previa cita, sin invitación alguna, y Calderón salió diciendo “McCain conoce mejor a México que los mexicanos”, apenas traspasó los portones de Los Pinos, se fue a la Basílica de Guadalupe. Sin duda era una estrategia electoral, ya que la necesitaba para ganar votos entre los electores de origen mexicano, y la estrategia le funcionó, pues ganó más votos que los calculados antes de esa visita.
Así que para saber si la invitación la hizo oficiosamente Enrique Peña Nieto, o si fue Donald Trump quien le exigió dicha entrevista, hagamos cuentas. Sí sumamos al arrodillamiento de nuestros presidentes a Estados Unidos, la necesidad de los candidatos norteamericanos de ganar votos, entre los 25.4 millones de electores “latinos” registrados, de los cuales son “mexicanos” el 63%, dentro de un universo electoral de 81 millones de votantes efectivos (Conforme a la elección del 2012), tenemos que cualquier candidato que quiera ganar la presidencia de Estados Unidos necesita al voto de los mexicanos.
En 2016 quien obtenga la mayoría de los votos “mexicanos”, ganará en los estados de California, con 55 votos electorales, Texas con 34, e Illinois con 21, que le van a proporcionar 110 votos en el Colegio Electoral y con ellos seguramente se llevará también las llaves de la Casa Blanca.
La Sra. Hillary Clinton confía en que los votos “mexicanos” la favorecerán. Ella espera que su simpatía entre los mexicoamericanos permanezca en estas elecciones. Por el contrario, Donald Trump sabe, que de entrada, tiene en contra al voto “mexicano” y que en caso de que ese voto siga en su contra, seguramente perderá la elección como la perdió Mitt Romney en 2012, cuando apenas obtuvo el 29% del voto latino, contra el 71% que votó a Barack Obama, y con los que se definió la reelección, de quien resultaría ser el gran expulsor de mexicanos de Estados Unidos de América.
Por
su parte, Enrique Peña Nieto lo que esperaba, ingenuamente, era
nadar de “muertito” en las elecciones norteamericanas, esperaba
que nadie se acordara de él, pero no, Donald Trump decidió salir
del fondo de las encuestas y colocarse en la cumbre de ellas,
atrayendo al voto de los mexicoamericanos que al verlo en México,
hablando maravillas de los mexicanos (de México, por supuesto) están
cambiando de parecer.
Todo
lo de la invitación de Peña Nieto a los candidatos norteamericanos
es un cuento chino. Simplemente Trump le pidió a uno de sus banqueros que
consiguiera la cita con Peña Nieto antes del “meeting” de
Arizona, donde definiría su política de migración, enviando un
doble mensaje: De dureza contra la inmigración mexicana a EEUU, y de tiernos arrumacos con el presidente de los mexicanos.
Enrique Peña Nieto no tuvo de otra, porque los presidentes mexicanos salvo en un par de ocasiones (Vicente Fox y Alvaro Obregón), siempre han sido lacayos de los presidentes norteamericanos, y ahora, desde Calderón, hasta de sus candidatos.
Por
cierto, sí Trump o Clinton quieren ganar el voto
mexicoamericano, ¡Pues déjense venir a México! para asistir al homenaje de Juan Gabriel, y de preferencia vistiendo un ridículo traje blanco de Charro
con lentejuelas y moñitos rosas. Ah, y claro que un letrero de condena a Nicolás
Alvarado también ayudaría.
Haciendo memoria, recordemos que Enrique Peña Nieto no gobierna ni en su casa, ni en la de Los Pinos, ni en la “Casa Blanca" propiedad de su esposa. Menos aun va a imponer su agenda electoral en Estados Unidos de América. Una invitación así no la hace ni el Primer Ministro de Gran Bretaña. Lo que ocurrió fue que Peña Nieto solo acató el mandato del amo de los presidentes norteamericanos.
Y lo de "las invitaciones a ambos candidatos", fue otra simulación para un pueblo, como el mexicano, donde el que no simula, gesticula, pues incluso en el Senado citan a Videgaray como si este trajera de las orejas a los candidatos norteamericanos. Puro cuento, y por desgracia uno que otro se la cree, ni modo, también de estos tenemos en la fauna mexicana.
Si tiene dudas sobre lo que digo, recordemos que en 2008, con motivo de la primera campaña presidencial de Barack Obama, el candidato repúblicano John McCain, acaso desesperado por el espectro de la derrota, vino a México y fue recibido por Felipe Calderón sin previa cita, sin invitación alguna, y Calderón salió diciendo “McCain conoce mejor a México que los mexicanos”, apenas traspasó los portones de Los Pinos, se fue a la Basílica de Guadalupe. Sin duda era una estrategia electoral, ya que la necesitaba para ganar votos entre los electores de origen mexicano, y la estrategia le funcionó, pues ganó más votos que los calculados antes de esa visita.
Así que para saber si la invitación la hizo oficiosamente Enrique Peña Nieto, o si fue Donald Trump quien le exigió dicha entrevista, hagamos cuentas. Sí sumamos al arrodillamiento de nuestros presidentes a Estados Unidos, la necesidad de los candidatos norteamericanos de ganar votos, entre los 25.4 millones de electores “latinos” registrados, de los cuales son “mexicanos” el 63%, dentro de un universo electoral de 81 millones de votantes efectivos (Conforme a la elección del 2012), tenemos que cualquier candidato que quiera ganar la presidencia de Estados Unidos necesita al voto de los mexicanos.
En 2016 quien obtenga la mayoría de los votos “mexicanos”, ganará en los estados de California, con 55 votos electorales, Texas con 34, e Illinois con 21, que le van a proporcionar 110 votos en el Colegio Electoral y con ellos seguramente se llevará también las llaves de la Casa Blanca.
La Sra. Hillary Clinton confía en que los votos “mexicanos” la favorecerán. Ella espera que su simpatía entre los mexicoamericanos permanezca en estas elecciones. Por el contrario, Donald Trump sabe, que de entrada, tiene en contra al voto “mexicano” y que en caso de que ese voto siga en su contra, seguramente perderá la elección como la perdió Mitt Romney en 2012, cuando apenas obtuvo el 29% del voto latino, contra el 71% que votó a Barack Obama, y con los que se definió la reelección, de quien resultaría ser el gran expulsor de mexicanos de Estados Unidos de América.
Enrique Peña Nieto no tuvo de otra, porque los presidentes mexicanos salvo en un par de ocasiones (Vicente Fox y Alvaro Obregón), siempre han sido lacayos de los presidentes norteamericanos, y ahora, desde Calderón, hasta de sus candidatos.
Haciendo memoria, recordemos que Enrique Peña Nieto no gobierna ni en su casa, ni en la de Los Pinos, ni en la “Casa Blanca" propiedad de su esposa. Menos aun va a imponer su agenda electoral en Estados Unidos de América. Una invitación así no la hace ni el Primer Ministro de Gran Bretaña. Lo que ocurrió fue que Peña Nieto solo acató el mandato del amo de los presidentes norteamericanos.
Y lo de "las invitaciones a ambos candidatos", fue otra simulación para un pueblo, como el mexicano, donde el que no simula, gesticula, pues incluso en el Senado citan a Videgaray como si este trajera de las orejas a los candidatos norteamericanos. Puro cuento, y por desgracia uno que otro se la cree, ni modo, también de estos tenemos en la fauna mexicana.
Por
Antonio Limón López.