En la política mexicana existe un antes y un después. Un “antes” de las elecciones en que Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco” aplastó a los partidos tradicionales en la elección de Gobernador de Nuevo León y un “después”, que es el tiempo de esperanza que ahora vivimos. Al “Bronco” y a los neoleoneses debemos el optimismo que despiertan las “candidaturas independientes”, no como una visión utópica e ingenua a la manera del Jorge Castañeda del 2006, en que intentó registrar su candidatura a la presidencia de la república, sino como una visión realista y práctica, al alcance de cualquiera … que tenga un poco de osadía.
En 2016 habrá elecciones locales en diez estados, y en cada uno de ellos, a tambor batiente, se están legislando leyes electorales para las candidaturas independientes. Sin embargo, los diputados serviles a los aterrados partidos políticos elaboran las leyes con requisitos difíciles de cumplir, como el respaldo anticipado del 2 o 3% de ciudadanos inscritos en el padrón, o tan idiotas y de mala fe, como exigirle a los candidatos que hayan renunciado a sus partidos con tres años de anticipación a la fecha de la elección.
Estos “candados” solo son un retraso, o un pequeño contratiempo, pero de ninguna manera bastarán para contener lo que será una avalancha de candidatos independientes, pues estos están motivados por un profundo descontento contra los partidos políticos que se han convertido en círculos de amigos, o para decirlo rápido: en cuevas de ladrones.
Los militantes de los partidos saben, desde hace tiempo, que la degradación de los partidos es obra del enorme poder acumulado por los dirigentes de los partidos, que cual desvergonzadas damiselas de “mala nota”, se van a la cama con cualquiera que les promete una ganancia rápida. De ahí la alianzas no sean “contra natura”, sino acordes a la naturaleza desleal a las ideas, que es propia de los partidos políticos mexicanos cuya lealtad solo es para el Erario. Por todo esto, es que los militantes de a pie sienten que sus partidos los han traicionado, y ven las candidaturas independientes como una opción a tomar.
Por esta razón, cualquier ciudadano, aun los más identificados con los partidos políticos, están en su derecho y en la exigencia moral de romper con ellos, y buscar su propio camino político. El militante será libre y decidirá por sí mismo el tipo de política y las metas que se fijará. Libremente luchará por el tipo de país que quiere.
Actualmente los partidos impiden a los candidatos y a los funcionarios electos pensar por sí mismos, y actuar de acuerdo con su conciencia. Los partidos exigen lealtad perruna y la supresión de la propia personalidad, haciendo omisión de las categorías morales.
Los partidos políticos se comportan, por su parte, sin limitaciones morales, ideológicas o políticas de ninguna especie, están dispuestos a cualquier infamia con tal de conservar los dineros y prerrogativas que la Ley otorga a los dirigentes de los partidos en una estructura política infame como es la mexicana.
La degradación y banalidad política de los partidos es el principal aliciente de los candidatos independientes, sin dejar de tomar en cuenta las legítimas aspiraciones de los ciudadanos a participar en el gobierno de su comunidad. Las candidaturas independientes pueden ser el reactivo que transforme a los gobiernos locales, para finalmente transformar a la peor estructura criminal jamás imaginada, que es el gobierno “federal” con su presidencia omnipotente, con sus cámaras federales parasitarias, a la centavera justicia federal y a los sucios partidos políticos de México.
No existe otra esperanza para México, la única proviene de los candidatos independientes, y es que después de trescientos años de cúpulas de pillos que han empobrecido al país, y lo han expuesto ante sus vecinos, como una frágil nación de mendicantes, conformistas y sometidos a una interminable serie de cacicazgos, al menos ahora tenemos una oportunidad de escapar a ese destino.
Por Antonio Limón López.
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En 2016 habrá elecciones locales en diez estados, y en cada uno de ellos, a tambor batiente, se están legislando leyes electorales para las candidaturas independientes. Sin embargo, los diputados serviles a los aterrados partidos políticos elaboran las leyes con requisitos difíciles de cumplir, como el respaldo anticipado del 2 o 3% de ciudadanos inscritos en el padrón, o tan idiotas y de mala fe, como exigirle a los candidatos que hayan renunciado a sus partidos con tres años de anticipación a la fecha de la elección.
Estos “candados” solo son un retraso, o un pequeño contratiempo, pero de ninguna manera bastarán para contener lo que será una avalancha de candidatos independientes, pues estos están motivados por un profundo descontento contra los partidos políticos que se han convertido en círculos de amigos, o para decirlo rápido: en cuevas de ladrones.
Los militantes de los partidos saben, desde hace tiempo, que la degradación de los partidos es obra del enorme poder acumulado por los dirigentes de los partidos, que cual desvergonzadas damiselas de “mala nota”, se van a la cama con cualquiera que les promete una ganancia rápida. De ahí la alianzas no sean “contra natura”, sino acordes a la naturaleza desleal a las ideas, que es propia de los partidos políticos mexicanos cuya lealtad solo es para el Erario. Por todo esto, es que los militantes de a pie sienten que sus partidos los han traicionado, y ven las candidaturas independientes como una opción a tomar.
Por esta razón, cualquier ciudadano, aun los más identificados con los partidos políticos, están en su derecho y en la exigencia moral de romper con ellos, y buscar su propio camino político. El militante será libre y decidirá por sí mismo el tipo de política y las metas que se fijará. Libremente luchará por el tipo de país que quiere.
Actualmente los partidos impiden a los candidatos y a los funcionarios electos pensar por sí mismos, y actuar de acuerdo con su conciencia. Los partidos exigen lealtad perruna y la supresión de la propia personalidad, haciendo omisión de las categorías morales.
Los partidos políticos se comportan, por su parte, sin limitaciones morales, ideológicas o políticas de ninguna especie, están dispuestos a cualquier infamia con tal de conservar los dineros y prerrogativas que la Ley otorga a los dirigentes de los partidos en una estructura política infame como es la mexicana.
La degradación y banalidad política de los partidos es el principal aliciente de los candidatos independientes, sin dejar de tomar en cuenta las legítimas aspiraciones de los ciudadanos a participar en el gobierno de su comunidad. Las candidaturas independientes pueden ser el reactivo que transforme a los gobiernos locales, para finalmente transformar a la peor estructura criminal jamás imaginada, que es el gobierno “federal” con su presidencia omnipotente, con sus cámaras federales parasitarias, a la centavera justicia federal y a los sucios partidos políticos de México.
No existe otra esperanza para México, la única proviene de los candidatos independientes, y es que después de trescientos años de cúpulas de pillos que han empobrecido al país, y lo han expuesto ante sus vecinos, como una frágil nación de mendicantes, conformistas y sometidos a una interminable serie de cacicazgos, al menos ahora tenemos una oportunidad de escapar a ese destino.
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