El Mundial de Brasil tiene sencillas y grandes
lecciones para quienes están dispuestos a aprender, por desgracia en México
quienes más necesitan esas lecciones están ciegos, sordos y además son
impermeables al aprendizaje. Las enseñanzas del mundial sobrepasan a las
puramente deportivas, tienen que ver con el temple de las personas y de los
pueblos, además versan sobre los rasgos de un nuevo tipo de humanidad.
La primera lección es la de que los grandes
linajes y los grandes nombres ya no impresionan a nadie, salvo a aquellos
espíritus impresionables, a los que temen a sus propias capacidades. La otra
cara de esta lección lo es Costa Rica que dentro de los linajes nobiliarios del
fútbol era un simple lacayo, apenas había venido tres veces antes y llegó a
Brasil con un equipo sin nombre rutilantes y le arrancó a Italia tres puntos
que consideraban en la bolsa y la estocó mortalmente pues ya no se recuperaría. Mario Balotelli, el gran futbolista italiano dijo
al final del encuentro: “Al iniciar no conocía el nombre de ninguno de los
jugadores de Costa Rica, al final los recuerdo todos y no los olvidaré”.
México es todavía un mejor ejemplo, llegó al
mundial arrastrándose lastimosamente, para lograrlo el “Piojo” Herrera fue
contratado de urgencia no como un entrenador, sino como un animador. Los
primeros en dudar de México fuimos los mexicanos, luego nos perdieron el
respeto todos los equipos de la CONCAF y en este punto estábamos, enredados entre sombríos entrenadores, cuando por un
verdadero milagro tuvimos la oportunidad de ir a las antípodas contra Nueva Zelandia por el último boleto del mundial, y lo
ganamos!! Eso gracias al "singular" Piojo Herrera, quien entre otras linduras se tiene una fe capaz de mover
montañas y lo mejor, de lograr clasificaciones.
Ya en Brasil, México logró dos victorias y un
empate para clasificar muy dignamente a la siguiente ronda, algo que nadie en
México creía posible, que nos sorprendió, que nos tenía perplejos pero Holanda, nuestro del caurto partido nos dio un baño helado de realismo y nos mandó de vuelata a casa. Así somos los
mexicanos, vamos del escepticismo absoluto, a la esperanza incontrolable hasta topar con la realidad.
Claro que en el fútbol cabe perfectamente el
optimismo y el escepticismo en el mismo paquete, simplemente porque el juego
se practica en un plan de igualdad, aunque quienes llegan al campo tienen
siempre distintos pasados, provienen de distintos linajes y abolengos. Acaso por esa razón el
director de Croacia, que hace dos o tres mundiales fue el tercer lugar, tuvo palabras desdeñosas
para nuestra selección, justo un día antes de ser goleado por México.
El fútbol es democrático, porque se juega en
igualdad de reglas, en el mismo terreno y con un número igual de competidores
por cada bando y entre veintidós pares de piernas los linajes, los abolengos y
los pasados gloriosos son irrelevantes, por ello los años viendo fútbol nos han
enseñado que no existe enemigo pequeño; ¡Que sí se puede!; Que nada es
imposible. También que más pronto cae un hablador que un cojo y que mientras
más grande se es, más grande y dolorosa es la caída, como ya lo saben España e
Inglaterra y como ya lo presiente el Portugal de Cristiano Ronaldo.
Si vemos con atención, son obvias y muchas las enseñanzas
positivas que este deporte enseña a la política y a los ciudadanos que estamos
sujetos a ella minuto a minuto. Para nuestro infortunio, nadie presta atención
a lo pedagógico de esta justa igualitaria, meritocrática -pues el que triunfa
lo hace en premio al mérito de su esfuerzo- y por consecuencia democrática. No,
por desgracia buscamos hasta bajo las piedras para encontrar el lado negativo y
para así justificar nuestra ineptitud y homenajear a nuestro derrotismo.
Los derrotistas dicen que el mundial es una “cortina
de humo” para esconder la reforma energética, cuando en realidad esa y todas
las reformas se aprobaron en el 2013 y no en este año. Ahora se discuten las
leyes reglamentarias y para ellas el PRI no necesita ni del PAN, ni del PRD, ni
de los aficionados al fútbol, porque los que ahora denuncian a la “cortina de
humo del mundial” fueron incapaces de razonar o de polemizar con quienes
impulsaban la reforma y solo se concretaron a acusar de traición a la patria a sus impulsores. No fueron capaces de competir, solo de insultar y
así no se gana nunca.
Así que sin ningún remordimiento podemos disfrutar y celebrar de la manera que el ingenio y la originalidad nos lo permita y hasta aprender del fútbol, y también del mundial como la competencia extraordinaria y espectacular de supremo del talento, de estrategia y de coraje sobre los verde 7,500 metros cuadrados que mide (no siempre) la superficie de un campo
de fútbol profesional.
Antonio Limón López