El mundo siempre ha sido de los jóvenes, eso es inevitable y correcto, pues la juventud es necesaria para
conservar lo que otros jóvenes lograron en el pasado y entregaron a esta nueva juventud.
Los nuevos jóvenes que a su vez murieron en esa bella edad, defendiendo aquello que
amaban, y otros, los menos vivieron para convertirse en los ancianos. Las
mejores sociedades no tuvieron el egoísmo ni la falta de sabiduría para ofender
a su propio pasado, a sus viejos, al contrario preservaron lo más que pudieron a
sus sabios y hombres de edad, para así extender su propia vida y sapiencia.
Incluso una sociedad que nos parece tan extraña,
la de los espartanos, que nacían para guerrear, siendo este su único propósito
personal y social, al extremo que preservaban y daban muerte a los recién
nacidos que consideraban inaptos para la guerra, es decir aquellos que eran a
su juicio débiles, o aquellos que nacían con una pequeña imperfección, los
cuales eran abandonados para morir en el monte Taigeto, es de suponer que si
por tan poco daban muerte a los recién nacidos, los ancianos que no podían
pelear, sufrían la misma suerte, pero no, no era así, al contrario, entraban en
una especie de “jubilación” que les deparaba ciertas obligaciones, entre otras
guiar con su sabiduría a los jóvenes guerreros y servir en varios consejos.
En América del norte, los ancianos formaban el
consejo para los gobernantes, y sus consejos y recuerdos eran parte esencial de
lo que diríamos era el ethos de esa sociedad. En Roma el Senado se asociaba a
la senectud, la edad que ahora consideramos ancianidad. El Antiguo Testamento tiene
muchos pasajes donde los ancianos son los protagonistas, y en general se asocia
esta edad a la prudencia y a la sabiduría.
Es cierto que la mayor parte de la humanidad ha
muerto en su juventud, debe recordarse a millones de madres anónimas que
murieron por sus hijos, pues dieron su vida en el parto para que nuestros
antepasados nacieran, recordemos que la oportunidad para que sobrevivieran madres
e hijos fue una realidad hasta bien entrado el siglo XIX, en que se conocieron
e impusieron las medidas sanitarias posteriores al parto, y se combatió o evitó
con la fiebre y la sepsis Puerperal, entre otras. Gracias a esa donación dada en
la flor de su juventud nuestras madres del pasado, vive hoy nuestra especie.
Fuera de este recuerdo, esta el caso de Jesús, que
murió a los 33 años, a edad aproximada a esa murió Alejandro Magno, en plena juventud murieron músicos tan grandes
como Amy Wienhouse, o Selena y el emblemático James Dean, el más grande mecenas de todos los tiempos
Lorenzo “El Magnífico”, murió alrededor de los 42 años, el joven pinto Tomasso
Massaccio a los 27 años, Jan Vermeer los
43 años, Pieter Brueguel “El Viejo” a los 41 años.
La lista de quienes murieron siendo jóvenes es
inmensa, en todos los campos, el arte, las ciencias, la literatura, hay geógrafos,
historiadores, médicos, descubridores, de todo tipo, pero sobresale el número
inmenso de guerreros soldados, marinos, en suma hombres de armas durante la
conquista, en la invasión turca, en las guerras mundiales, en las represiones, en todas partes del mundo, pueblos enteros que fueron sacrificados, en fin millones de jóvenes y viejos murieron bajo el acero militar.
Sin embargo, ni siquiera esta profusión de sangre
juvenil, opacó a los ancianos, nadie deseó para ellos mal alguno en el pasado, sin embargo ahora
en tiempos del Covid2019, presenciamos lo que se ha dado en llamar “la vergüenza” que los
ancianos causan a la sociedad que aplaude la juventud eterna y ve en ellos a
la realidad que no desean. Los "viejos" deben sacrificarse frente a los jóvenes en esta pandemia,
pues se dice que ya tuvieron su oportunidad, los servicios médicos son para la juventud y
los viejos pueden esperar, los brotes en casa de los ancianos es normal en España, parece normal pues
en la emergencia sanitaria primero son los jóvenes. Es una vergüenza, que así se exprese, y peor es esa justificación, pero ahora el anciano es una carga, así se acepta por la sociedad satisfecha con su juventud.
Son realmente repugnantes las ofensas, en el caso
de México a Andrés Manuel López Obrador, al que llaman ofensivamente “Viejo” “Anciano”
“Vejete” exhibiendo su odio al Jefe de Estado que ganó limpiamente, pero lo ofenden
sólo por su edad (65 años), y también ofenden a los “viejecitos” que forman parte
de su discurso y de sus programas sociales. Es un asco que así juzguen a sus propios padres y abuelos.
Nuestra sociedad persigue el aislamiento personal y el
desprecio a los demás, esa es la educación de hoy, y eso debe cambiar, no puede seguir igual,. Pues solo un pueblo así, desconectado totalmente puede ofender a aquellos que fueron personas a las que la edad llegó en premio a su cuidado personal y motivación por vivir. Eso es dignidad.
Por Antonio Limón López.
Tal vez esto te interese leer.