Se odia aquello que amenaza a lo que se ama, en
política el odio no es algo sorprendente, algo que solo en México exista, pues
al contrario existe en todas partes, en Chile, Argentina, Bolivia, Estados
Unidos de América, España y en todo lugar existen dos facciones que se “odian”.
Cuando la Democracia existe, donde eso ocurre, o el remedo de Democracia que en
nuestro país existe, se evita que esa rivalidad pase a mayores, "a las manos" como decimos.
Ese equilibrio entre lo que se ama y lo que se
odia, o la aceptación de esa diferencia es tema delicado, pues cualquier factor inesperado puede dar
al traste con ello, y una pandemia es capaz de eso, como una de sus consecuencias a
largo plazo, por fortuna no de inmediato, pero si ese brote sigue por algún
tiempo, las diferencias que subyacen, si son alimentadas con leña al fuego, pueden evolucionar y presentarse de manera violenta.
Es oportuno dejar un poco atrás esas diferencias y
enfrentar al COVID-19 con ánimo unido, no solo en lo médico, sino incluso en
lo político, para ello es necesario que se cumplan dos extremos muy difíciles, por un lado, que el
Presidente y los funcionarios de su gobierno dejen de concitar contra los “conservadores”
y por el otro, que los críticos al Presidente le demos una tregua, ya sabemos que para bailar un
Jarabe Tapatío se necesitan forzosamente al menos dos.
Los mexicanos logramos que el COVID-19 y la
política sean muy parecidos, ya que son altamente contagiosos, pero por la buena
salud general de los mexicanos, no es tan mortal como otros padecimientos
médicos y políticos que hemos tenido. También debemos gastar más en sanidad y ni
un centavo en aquello que nos, ponga en peligro o aumente nuestro odio
político.
En tiempos de la pandemia, es tonto odiar.
Por Antonio Limón López.