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EL MEXICANO ILUSTRADO.


“En una tarde calurosa de principios de septiembre me encontré por primera vez con el hombre ilustrado.” Ray Bradbury.
Reconozco que leí “El hombre ilustrado” de Ray Bradbury, compuesto por una veintena de cuentos fantásticos, pero de antemano aclaro que estos párrafos nada tienen que ver con el famoso libro, salvo que ambos relatan una crueldad…. salvo porque el hombre ilustrado no podía huir de su condición y el mexicano tampoco puede, pero mientras el primero sabía el origen y alcance de su tragedia, el mexicano a duras penas sabe qué planeta habita por muy ilustrado que sea. De ahí en adelante, las similitudes se evaporan…. salvo por el título de este artículo, claro.
Parafraseando a Ray Bradbury diré: “En una madrugada calurosa de finales de agosto me encontré por primera vez con el mexicano ilustrado” En efecto, no lo sabía, pero en el momento mismo de mi nacimiento me topé con el mexicano ilustrado, que tampoco él sabía de su condición. Desde entonces lo encuentro en todas partes, entre mis amigos y conocidos, en las cafeterías, en las cantinas, en las aulas escolares desde la primaria hasta la universidad, en los diarios, en las páginas de internet, en los noticieros donde es él tanto la noticia como quien la difunde, lo encuentro en el gobierno y fuera de él, aquí mismo y allá, en todas partes como ya dije, pero a diferencia del “Hombre Ilustrado” de Bradbury que vivía para sus animados tatuajes , el mexicano es un tatuaje … exánime.
La “ilustración” del mexicano es la que proviene de ese movimiento que fue la “Ilustración” que se extendió por toda Europa y también por sus colonias, entre ellas México, pues si bien antes de Carlos III, la Nueva España era un virreinato, con el borbón la Nueva España se convierte en “colonia”, se expulsa a los jesuitas, se otorgan derechos a los norteamericanos para poblar Texas, se pulveriza la organización misional y de esta se apropian terratenientes “ilustrados” y las misiones se convierten por este azar en “haciendas”, se introduce la esclavitud, se forma el partido de los negreros, se imponen crueles impuestos a los indios y estos son objetos de desprecio y discriminación, se declara a la iglesia retardataria y enemiga del rey ilustrado, se embellece la metrópoli a costa de nosotros, la colonia. La inmisericordia, la crueldad y el espíritu de lucro son a partir de ese momento los signos de nuestra modernidad ilustrada.
Desde entonces, nada ha permeado a las elites mexicanas, ni los derechos del hombre que desde siempre han servido como papel sanitario, ni la justicia que solo es un negociazo en manos de jueces y asociados, ni el constitucionalismo y menos la constitución que es una simple meretriz, ni el federalismo que es un cuento fantástico, ni la democracia que es el más grande de los negocios del momento, ni los partidos políticos que son cuevas de desvergonzados rateros. 
Ninguna gran idea ha sido adoptada en México, salvo la ilustración en su versión más repugnante, aclarando que el positivismo de los científicos porfiristas fue otra cepa del mismo mal. Claro que en México también existen sabios, la gran mayoría de ellos sin las pretensiones de nuestros ilustrados, y que cumplen discretamente con su función, aunque por regla general sus trabajos poca utilidad nos representan por el ambiente de fraude y simulación que todo lo denigra y envilece. 
También existen profesionales bien entrenados y competentes, gracias a los cuales México no se ha desplomado, pero su aporte queda en la función aislada y personal del profesional. También en México existieron ilustrados que se esforzaron por servir a la verdad y a la justicia y lo hicieron con equidad y patriotismo, pero estos son casos tan  excepcionalmente raros, que podemos contarlos con los dedos de una mano.
La ilustración despótica en Europa fue atemperada por una genuina revolución donde las ideas se transformaron en asideros de salvación, en Estados Unidos esa ilustración nació en el seno de una sociedad genuinamente igualitaria y demócrata. Esa ilustración injertada de humanismo, de igualdad, de legalidad, es la de Europa y Estados Unidos, pero no es la de México, aquí entre nosotros solo fue justificación para insultar al no instruido con epítetos que parecen racistas, como el de “indio” “patarrajada” “ignorante” “naco” “bajado del cerro a tamborazos”. 
Esa ilustración que justifica el latrocinio del mejor preparado “porque no saben qué hacer con lo que tienen”, que trazó una frontera impía entre la minoría centralista, antidemocrática, ratera y "bien preparada" y el pueblo mexicano, que en nombre del progreso y la técnica espera eternizarse gracias a una pedagogía degradatoria, falsamente racionalista, es la que se asentó con todos sus reales en este país. Para nuestra desgracia no tuvimos, ni tenemos grandes prohombres respetados y respetables como los que hubo en Europa y entre nuestros vecinos que le quitaron las espinas a la ilustración, en tanto que nosotros lo único que producimos, además de rateros, es héroes con pies de barro, a los que claro, idolatrizamos.
La ilustración nuestra, la del mexicano es también, falsa. Porque si bien el despotismo ilustrado, era eso, despotismo, crueldad, y la idea torcida de que el conocimiento no es para el pueblo, sino solo para unos cuantos que tienen el deber de gobernarlo pero sin tomarlo en cuenta, también era ilustración, también exigía al menos una elite realmente ilustrada, pero en México nunca tuvimos esa elite, y nuestra actual elite "ilustrada", es casi analfabeta.
Nuestra elite ilustrada y rebuznante, esta formada por nuestros políticos, nuestros gobernantes, nuestros académicos, por las pandillas que se han apropiado de las universidades públicas, los profesionales, los críticos sociales, los editorialistas, los cafeteros, los escritores, e indiscriminadamente por nuestros "intelectuales". Esa, nuestra elite ilustrada no lee, aunque escribe libros a granel, tampoco discute, aunque parlotea incesantemente, ni quiere aprender, ni saber, porque carece de motivación para ello, pues lo exitoso es actuar, gesticular y aparentar que todo se sabe, aunque todo se ignore, porque esto es lo que los mexicanos premiamos, la simulación.

Por Antonio Limón López.
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SUPER CHAPO


Es difícil encontrar otro período en la historia de México tan triste y desalentador: La selección mexicana va de mal en peor, el peso se devalúa, llevamos a cabo unas elecciones que solo despertaron la codicia de los magnates partidistas, el Poder Judicial y el congreso son un par de circos, las reformas estructurales tendrán sus primeros efectos positivos para el siglo XXIII, nuestras universidades son cuevas de pandilleros, el petróleo a la baja, y no tenemos ni un gran escritor o artista por cuyos triunfos y méritos el pueblo se sienta recompensado, para colmo el presidente padece de una lividez de momia, y su viaja a Francia además de saludar a Florence Cassez, será para consultar a los maquillistas más reconocidos del mundo, ya que necesita de urgencia aparentar salud y vitalidad. 

Por donde quiera que se le vea a México, estamos para dar lástima y ahogados por la ola del desaliento, por fortuna surgió desde lo más profundo del Penal del Altiplano, un súper anti héroe, el invencible “Chapo”, superior a Superman, más escapadizo que Houdini, más elegante que Fantomas, y con más serenidad y paciencia que Kaliman. El Chapo de manera clara y sin discursos, nos demostró a los alicaídos mexicanos que “sí se puede”, y lo hizo por medio de un túnel que es orgullo de la ingeniería mexicana, construido bajo las copetudas testas de los aturdidos funcionarios del momento y las barbas del tío Sam.
Desde París, lívido cual personaje de Walking Dead, el presidente Peña Nieto calificó a la fuga del Súper Chapo como una “afrenta al Estado mexicano”, aunque en realidad sea una afrenta no al Estado Mexicano, sino al pueblo mexicano cometida por la burocracia del Estado, pues gastamos miles de millones de pesos en sostener a tanto parásito inútil y desvergonzado, empezando por el Secretario de Gobernación y su ávido sequito de chupasangres que no sirven para nada útil, mientras que el Chapito no nos cuesta ni un centavo.
El Chapo, a diferencia es nuestros caciques, reparte dinero entre la gente necesitada de trabajo, por eso en lugar de repartirles dinero a los corruptazos miembros del poder judicial, jueces, magistrados o ministros que estaban que se les caía la baba con el negociazo, el buen Chapo prefirió mandarlos por un tubo, y hacer un largo túnel que proporcionó trabajo a cientos de mexicanos discretos y laboriosos, a ingenieros altamente capacitados, a modestos albañiles, quienes en caso de ser descubiertos, seguramente gustosos pasarán los años de su vida que sea necesario en prisión, mientras sus hijos estudiarán con generosas becas en Harvard y con suerte, alguno de ellos podría ser presidente de este sufrido país.
La escapatoria hollywoodense de Súper Chapo conmovió hasta la risa a todo mundo, el gobierno es la burla de todos, dicen que en Sinaloa salieron las bandas a celebrar, mientras en una operación a destiempo y solo para mayor gloria del Chapo, nuestro desorientado ejército salió a molestar automovilistas, al tiempo que el fugado descansa en una playa atendido por un nutrido grupo de bellas enfermeras que lo atienden a cuerpo de rey.
Por desgracia Súper Chapo tiene una gran empresa a la que se debe de por vida, el omnipotente Cártel de Sinaloa, y no tiene aspiraciones políticas sexenales, que si lo deseara, para el 2018 estaría en las boletas de la elección presidencial y a él sí, ni quien carajos se atrevería a hacerle chanchuyo el día de las elecciones.


HISTORIA PARA MEXICANOS

El reciente debate sobre Porfirio Díaz ha puesto en relieve no al ex presidente y militar mexicano, cuyos restos reposan desterrados en una tumba parisina, sino a la incapacidad que padecemos los mexicanos para discutir nuestra propia historia, y para ser incisivos en la vida de los mexicanos más notables del pasado. Esta no es una idea nueva, desde siempre se ha dicho que existe una “historia oficial” que difiere de la verdadera historia y cuando se llega a este punto, a esta confesión, se acaba la discusión, se agota el tema y se le pone punto final al intercambio, como dando por sentado que existen buenas razones para dejar las cosas de ese tamaño. 
A este último aspecto es al que quiero referirme, y lo voy a resaltar preguntando ¿Por qué no queremos hablar sobre los hombres y los acontecimientos históricos, cuando sabemos que existe una dualidad de historias? ¿Acaso este hecho no convierte en más apasionante y productiva la discusión histórica? Sin duda que la duplicidad de “historias” haría más interesante y altamente benéfico la discusión y la confrontación de las “historias”, eso sería en cualquier parte del mundo, pero no en México y aquí la pregunta de fondo es ¿Por qué no? ¿Por qué los mexicanos no podemos discutir y precisar lo que realmente ocurrió en el siglo XIX?
Hay una razón que lo explica. En México no triunfó el liberalismo, sino la Ilustración, cosas que definitivamente no son las mismas. El liberalismo es la limitación al Estado frente a derechos de los individuos, en ese sentido nunca hemos sido liberales, pues los jefes de estado mexicanos se han pasado por el arco los derechos de los mexicanos. Por otra parte, la “Ilustración” no como movimiento cultural, sino como concepto político, es la idea de que existe una clase gobernante, apoyada en los sabios, que gobierna sin el pueblo y normalmente ... contra el pueblo.
Los "ilustrados" europeos, no eran liberales, ni respetaban los derechos humanos o políticos de nadie, y menos del pueblo al que gobernaban sin su autorización, sin su consenso y desde el Poder absoluto. Eran despotas, simples tiranos. Esto sí que se arraigó en México, para 1810 los españoles y las elites novo hispanas eran partidarias de la ilustración y del absolutismo. Nadie en la España borbónica esperaba que el pueblo realmente se expresara eligiendo gobernantes, y menos que decidiera su propio futuro. Los nobles y los burgueses educaban a sus hijos por separado, y ni por ocurrencia movieron un dedo por la educación del pueblo. 
Eso es lo que ocurre hoy en día, una casta de “ilustrados” han decidido que no tenemos necesidad de conocer nuestra historia, por eso no se puede discutir la personalidad de Porfirio Díaz, ni la de Benito Juárez, ni la de Hidalgo, tampoco se deben discutir las razones por las que perdimos la mitad del territorio, ni de quienes fueron los aliados en México del poderoso vecino. Todo eso, se da por descontado, que nuestra élite lo sabe, pero no lo discute y menos con nosotros ... el "pueblo ignorante", porque acaso el saber nos pueda ocasionar males mayores, acaso sea por nuestro propio bien.
Seguimos siendo una nación dividida en dos campos, el de la élite, rica, centralista, anti democrática que todo lo puede y sabe, y el campo del pueblo que nada puede y menos sabe, para el cual han hecho los primeros una “historia oficial” o historia mentirosa, pues el pueblo de México, hoy como el del siglo XVIII no debe adquirir ningún conocimiento que la élite ilustrada y todo poderosa, no nos haya masticado y regurgitado previamente, para que no nos haga daño. 
No solo somos un pueblo de lacayos, con una democracia de opereta, sino que debemos conservarnos en la ignoracia o en una mentira "para nuestro propio bien".

Por Antonio Limón López.

EL JUEGO DE TSIPRAS

Nada hay como a practicar un juego donde no puedas perder y tus contrincantes no puedan ganar. Por fortuna eso es imposible en el futbol, en el beisbol, en la natación, en la lucha, y en todos los deportes. Esa inseguridad en los resultados finales, crea un estado de incertidumbre, y gracias a ella existen los juegos olímpicos, los torneos nacionales e internacionales de todas las disciplinas deportivas, que son seguidos por millones de personas cada fin de semana. 
El espíritu deportivo existe porque en las competencias cualquier cosa puede pasar, el débil puede vencer al fuerte, y también por fortuna, esa incertidumbre deportiva existe en la política, por eso en esta se habla de “ganar”, “perder”, “reglas”, “árbitros”, “competencias”, e incluso de “jugadores”. Se puede decir sin faltar a la verdad que no existe palabra de origen deportivo que sea inaplicable a la política. Por principio y a final de cuentas, la política como cualquier “juego” encierra la posibilidad de triunfar o de ser derrotado. 
Sin embargo todas las teorías del juego y de la competencia están siendo pisoteadas por el Primer Ministro de Grecia, Sr. Alexis Tsipras, originario de la tierra que inventó la máxima competencia deportiva: las olimpiadas y a la sazón, el primer pueblo que tuvo conciencia de la Política, y que incluso acuñó este nombre y lo cinceló en la memoria de la humanidad para siempre. 
Dicen además que el reino de la política es el reino de la ironía, donde lo que se niega es lo que se practica y lo que se detesta es lo que se tiene, por ello el que sea un griego, el Sr. Alexis Tsipras, quien ponga en crisis al espíritu deportivo y a la política parece una lógica y predecible burla de la historia, una paradoja, una extraña ironía. 
Si, Tsipras ha desafiado al orden económico mundial, dando un fuerte golpe a la Unión Europea, al negarse a honrar sus obligaciones finacieras y al conducir a su país a una mora de consecuencias impredecibles. Tsipras aguantó las recomendaciones que los expertos en finanzas le armaron, un programa de austeridad para que su país pudiera escapar a las presiones internacionales y vegetara entre los países sometidos al yugo de los modernos tratados de Versalles. 
Pero Tsipras eludió a sus adversarios entre los que destacan el Presidente de Francia François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel, para ello le bastó un quiebre de cintura, que es la envidia del mismo Messi y los potentados se fueron de bruces. Tsipras les informó que todo lo que le habían indicado y sugerido lo llevaría ante los griegos, para que en un referéndum decidieran apoyar las medidas u oponerse a ellas, con eso los dejó con un palmo en las narices, o para ser claros, con una patada en la parte donde la espalda se arremolina. 
¿Cuáles son las consecuencias de esta jugada? Jugada que dejó en manos del pueblo griego la decisión de su propio futuro y que votó por el “no”, es decir que mandó al diablo a las propuestas de salvamento, por lo que Grecia "deberá atenerse a las consecuencias de su desacato". Sin embargo, los timoratos burgueses de las bancas internacionales y los bloferos jefes de estado quedaron atrapados con sus cartas frente a un jugador de poker político, que inexperto en las finanzas, pero ducho en las artes del juego político, los despojó hasta de los pantalones en la primer jugada. 
La razón es sencilla, la Unión Europea no puede sancionar gravemente a Grecia, porque la moneda de Grecia es la moneda de la Unión Europea, el Euro, de manera que pegarle a Grecia es darse de golpes en la propia cara. Tsipras sabe esto y decidió jugar a ganar dejando en manos de los financieros y políticos de Europa y el resto del mundo una verdadera papa ardiente, y piadosamente les ofreció para refrescarse de la quemada un vaso de leche hirviendo, con lo cual los agresores ya no hallan como pedirle perdón. Tsipras juega a ganar porque no puede perder y sus adversarios, que ya se dieron cuenta de la trampa, se retuercen ofreciéndole en este momento lo que antes le negaron, porque saben que no le pueden ganar. 

Por Antonio Limón López 

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