Siempre
me divirtió eso a lo que Diego Fernández de Cevallos llamó “El Bronx” en la Cámara
de Diputados, precisamente cuando fue legislador entre 1991 y 1993, año en que
pidió licencia para ser candidato del PAN a Presidente de la República y que
vendió, por un plato de lentejas a Ernesto Zedillo Ponce de León.
“El
Bronx” al cual bautizó con su chispa “El Jefe”, era el mayor núcleo priista en
la cámara y se destacaba por su certeza en el voto, su pobreza intelectual y
ser el relleno que el PRI necesitaba para ganar todas las elecciones e imponer
su mayoría ciega, acéfala, y descerebrada de partido mayoritario.
Ha
pasado el tiempo, Diego Fernández de Cevallos es ahora un comentarista de "Milenio Televisión", donde paga una buena cantidad a la empresa televisora por
proyectarlo en la caja idiota. Ha pasado el tiempo y el PRI casi ha
desaparecido, no tiene “Bronx” ni “Quinta Avenida”, es una minoría entre las
minorías, nada aporta a México salvo su olor a muerto.
Pero
sigue existiendo “El Bronx”, que ahora es de Morena y que es idéntico al Bronx
priista, se guía por los mismos principios y tiene los mismo fines. Es una
desgracia que todos los partidos tengan una mayoría acéfala pero votante fiel,
sin importar los colores ni la época, ahora es 2019, pero como si fuera 1993. Estamos
como siempre, en el gobierno de los peores.
Es
justo comprender el grado de ofensa que despierta El Bronx en pleno gobierno de
mayoría de Morena, la ofensa que despierta el panismo que despreció todas las
oportunidades de cambiar y prefirió ser idéntico al PRI. Es justo comprender el
grado de ofensa en que vivimos en aquel remoto 1993, en el 2003 y ahora en el 2019.
Pero
la pregunta subsiste ¿Por qué existe “El Bronx”? Tal vez porque nunca hemos sido
una mayoría racional, pensante, acaso porque nuestros partidos llámense PRI, PAN
y ahora MORENA no tienen nada, porque son como El Bronx: ciego, acéfalo y
descerebrado.
Nada
hemos avanzado, y en estos momentos recuerdo a “El Cortesano” publicado en 1528
por el Conde Baltazar Castiglioni; Un libro tan importante como “El Príncipe” en
su especialidad y que nos refleja la preocupación medioeval porque los hombres
de Estado, los cortesanos tuvieran una educación superior, para que gobernaran
con dignidad.
Contiene
una serie de discusiones o intercambios de ideas entre el propio autor y
algunos miembros de Corte de Urbino, que debió ocurrir al final de 1498, entre
Castiglioni, Isabel Gonzaga, Emilia Pía, también la esposa de Antonio de
Montefieltro, el Sr. Pietro Bembo, Bernardo Bibbiena, y ni más ni menos que Juliano
de Médici y otra decena de prohombres, sobre las virtudes de “El Cortesano”, o persona que a la postre era persona de Estado, y se enumeran las virtudes, entre las cuales sobresale la
igualdad, pues se desecha el ser noble, debe ser valiente y diestro en las
armas pero no ser un hombre de armas, pero estar dispuesto a luchar por sus
ideas, debe rehuir a la ostentación innecesaria, a la afectación, condenan la
pedantería de las palabras rebuscadas y el uso de una sabiduría falsa. En fin,
una serie de virtudes y autocontroles que tienen como finalidad la de ser
sencillos, dar lo mejor de uno mismo y contener lo peor de los demás.
El 12 de noviembre recién pasado, en el más absoluto desaseo, el Bronx volvió a imponer la decisión del Presidente López Obrador, pues a este no le importó, ni a su bancada le importó la imposición contra la Ley de la Señora Rosario Ibarra de Piedra en la Dirección de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, cámara desde donde se burló de la oposición y de los restantes candidatos a dirigir la comisión.
El 12 de noviembre recién pasado, en el más absoluto desaseo, el Bronx volvió a imponer la decisión del Presidente López Obrador, pues a este no le importó, ni a su bancada le importó la imposición contra la Ley de la Señora Rosario Ibarra de Piedra en la Dirección de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, cámara desde donde se burló de la oposición y de los restantes candidatos a dirigir la comisión.
El
Bronx que rige ahora en nuestras cámaras legislativas es lo contrario a lo que hombres y
mujeres de la Edad Media sostuvieron como el ideal del Cortesano y Caballero y de la Dama gentil. Ese debate y esa grandeza nos ha faltado y nos sigue faltando, pues no admiramos ni deseamos la
superioridad intelectual y moral en nuestras cámaras, ni en nuestros funcionarios sino la pequeñez y la
intrascendencia de estos, no admiramos la disposición a defender su punto de vista, sino
la sumisión al punto de vista impuesto por los dirigentes ¿Para qué tanto
inútil en nuestras cámaras? ¿Sólo para ganar votaciones y para premiar con una
chamba a los peores?
Por
Antonio Limón López.
@antoniolimon