En 1847 inició y concluyó la Guerra de Estados Unidos contra México, la perdimos porque merecíamos perderla, lo que no merecíamos era la guerra, porque nada hicimos para provocarla, salvo ser inmensamente ricos, débiles e imbéciles. Recordemos que cuando Estados Unidos y la ahora inexistente URSS poseían recursos militares similares, inventaron la Guerra Fría, una guerra sin invasiones, sin fuego y por fortuna sin sangre, entonces debimos aprender que la igualdad evita la guerra y los malos pensamientos, y que la debilidad invita a la agresión.
Desde
las 13 colonias, el principal cultivo político en ellas fue la
animadversión contra nosotros sus vecinos, por un tiempo nuestras
derrotas frente a ellos nos trajeron tranquilidad, sin embargo el
petróleo nos colocó de nuevo en la mira, primero con Porfirio Díaz
y a finales de los años ochenta cuando se descubren grandes
yacimientos. La migración indocumentada a Estados Unidos a pesar de
nuestro petróleo irritó a nuestros vecinos, pues nuestra inmensa
riqueza produjo unos cuantos multi billonarios y al resto los sumió
en una miseria de espanto que aumentaba a la emigración
indocumentada.
El
primer político que descubrió la veta política contra los
inmigrantes mexicanos, fue Pete Wilson el Gobernador de California
que en 1994 impulsó la iniciativa 187, que establecía reglamentos y
leyes para hacer imposible la vida a los mexicanos que no hubieren
adquirido el estatus de inmigrante legal o de ciudadano
norteamericano, y cabe recordar que esa iniciativa ganó en las
urnas, pero por fortuna la Suprema Corte la anuló casi totalmente.
Esa
derrota en la Suprema Corte enseñó que estaba prohibido y que estaba permitido en
la cacería de mexicanos, por eso desde entonces, decenas de
iniciativas anti mexicanas se han aprobado en diversos estados de la
Unión americana, que
les impiden una vida digna, haciéndoles imposible obtener licencias de automovilistas, abrir cuentas de banco, arrendar
inmuebles. Muchas de esas disposiciones que solo dejan libre el camino de la delincuencia y el trabajo indigno se encuentran en vigor y
existen organizaciones que a diario están inventando otras más
perversas.
Los
inmigrantes ilegales viven en la sombra y el terror a ser deportados
de vuelta a México, ya que somos un país gobernado por una estirpe
de rateros irredimibles organizados en partidos criminales y que nada
les puede ofrecer que no sea malos tratos e injusticia, por lo que
están dispuestos a sufrir cualquier tormento antes que a ser
deportados. En cuanto a los mexicoamericanos de primera generación,
estos en su mayoría no votan y entre ellos existen los que
desprecian a Estados Unidos y que sin temor alguno queman banderas
norteamericanas, provocando la justificada ira entre los
norteamericanos.
Por
su parte el gobierno mexicano ha sostenido una indigna relación de
sumisión absoluta a Estados Unidos, pues incluso el Tratado de Libre
Comercio fue una propuesta norteamericana para darle competitividad a
su industria, y a cambio, nosotros recibimos puestos de trabajo de
uno o dos salarios mínimos, apenas lo necesario para que los obreros
de la maquiladora mal vivan, mal coman, y acaso con infinitos
sacrificios puedan darles a su hijos educación primaria.
En
suma, somos el vecino débil y despreciable, por eso estamos
expuestos ante ellos, ante sus gobiernos locales y ante sus
políticos, que como Donald Trump ofrecen en cada elección nuestra
cabeza a la plebe. El tormento no se acabó con esta elección, pues
para reelegirse en 2020, Trump deberá demostrar a sus electores que
nos trata con la punta del pie, y conforme se aproxime ese año
subirá el tono de sus agresiones y amenazas, pues el candidato
demócrata hará lo mismo. Así que no nos quedará más opción que
ir otra vez a la guerra … como en 1847.
Solo
que ahora no será una guerra de sangre, fuego sino de
mercadotecnia social y política y de buen ejemplo. A partir del 20
de enero del 2017 enfrentaremos al poderoso marketing norteamericano,
y por el momento carecemos de una estrategia de mercadotecnia
política y social en Estados Unidos, no la tenemos ni en relación a
los méxicoamericanos, ni en relación al resto de las minorías, y
menos con relación a la “mayoría” blanca, anglosajona y
protestante de la población norteamericana, pero la necesitamos con
urgencia.
El paso más complicado, es liberarnos de los políticos rateros y corruptos que nos gobiernan sin tregua desde 1821, es necesario en las elecciones de 2018 demostrar que queremos cambiar, o si por el contrario si queremos seguir siendo el pueblo de borregos imbéciles que se deja gobernar por pillos vulgares y que no tiene remedio alguno.
Una vez que logremos un gobierno digno de respeto, es decir que pongamos tras las rejas a los políticos rateros, también tendremos que despedir a todo el cuerpo diplomático, o mejor aún enviarlos a las peores mazmorras por patanes, serviles, inútiles, despilfarradores, descerebrados, pretenciosos e imbéciles.
Acto seguido deberemos establecer una relación pública y abierta con la comunidad mexicoamericana, con sus empresarios, sindicatos, organizaciones no gubernamentales, con sus deportistas, maestros, intelectuales, científicos y académicos, con sus artistas, con sus periodistas, con sus líderes religiosos, sus políticos y todo esto con dos metas específicas:
La primera, politizar al mexicoamericano, para que participe en ambos partidos políticos norteamericanos, en el mayor número de organizaciones sociales, y en divulgar en México su obra y sus talentos, su idiosincrasia y su propia cultura.
La segunda meta será la de que los mexicano americanos sean tan solidarios entre ellos e influyentes como otras minoría enraizadas, respetadas y temidas en Estados Unidos, como son la cubana o la judía.
En
México también tendremos una gran tarea, la de formar mexicanos
politizados, y no borregos como hasta ahora, crear a un político
mexicano nuevo, realmente liquidar al PRI y a sus imitadores que son
todos los restantes partidos políticos actuales y crear a una nueva
generación de organizaciones políticas, y ser capaces de que cuando
un mexicano emigre a cualquier parte del mundo, por cualquier motivo,
sea participativos social y políticamente.
Es
una tarea ingente, compleja porque ataca la naturaleza de borregos confiados o lobos enbozados que tenemos, porque nos exige no solo un gran cambio
social, sino también personal. En suma, es la única manera de ganarnos
el respeto no solo de nuestros vecinos del Norte, sino también de
los del Sur y del resto del mundo, si no lo hacemos seguiremos siendo
despreciados por todos, y mereceremos seguir siendo el payaso del
mundo y el rival más débil del planeta.
Por
Antonio Limón López.