Asistimos a finales de agosto y hasta el dos de
septiembre del 2020 a uno de los actos más divertidos, y a la vez más serios
que se han planteado en la cámara de diputados en la era de la “cuatro te”, que
inaugurada por Andrés Manuel López Obrador prometió acabar con la “corrupción”
mexicana, según ha dicho nuestro presidente.
Todo empezó cuando al diputado Gerardo Fernández
Noroña intentó lo que en apariencia lo que parecía un asunto trivial, pequeño, pero que en
realidad era un atentado contra uno de los principios esenciales del régimen corrupto y
que sigue operativo y vigente gracias al Partido Morena que es mayoría en la
Cámara de diputados, donde López Obrador sigue dominando todo y no se mueve una hoja sin su consentimiento.
El asunto en apariencia “menor” consistió en elegir a la Mesa
directiva de la cámara, pues a ojos de todos los diputados solo es un asunto de
dinero, de mucho dinero eso sí, pues el presidente de la mesa directiva maneja un presupuesto que le permite multiplicar su ingreso personal y el poderío de
su económico de su bancada, otorgándole facultades para meter en el presupuesto
a sus amigos, novias, amiguitas o amigotes, gastar en comisiones, pagar la
renta de la casa “chica” o terminar de pagar esa propiedad, obtener favores de
los funcionarios, conceder viajes de placer escondidos bajo la apariencia de viajes
de trabajo y dispensar favores cual reyezuelo a costa del Erario nacional y
todo por presidir esa cueva de riquezas de fábula.
Ese es el premio que cualquiera percibe, el oro
que brilla del presupuesto, pero existe el gran beneficio que se relaciona con
uno de los principios básicos del Sistema político mexicano, que es el
principio de que pase lo que pase “no existe perdedor”, esto quiere decir que
todos los partidos "grandes" se llevan una tajada enorme de el pastel … aun perdiendo en la
elecciones.
Esa tajada no solo es de dinero, sino de poder,
pues incluye el nombramiento de magistrados en todos los estados, nombrar jueces
federales y locales, ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, titulares
de los multimillonarios organismos autónomos, agentes del ministerio público o
fiscales, doctores "honoris causa" entre asesinos y lamesuelas, inspectores de todo tipo, empleados, y para decirlo pronto desde
barrenderos, chayotes para los periodistas favoritos, intelectuales, líderes
obreros y hasta los más altos
funcionarios, y en todo el gobierno, incluso la presidencia de las cámaras de
legisladores, tanto de la federación como de los estados, y ese enorme botín es
para repartirse entre los partidos políticos, en todo caso no necesitan
discutir, pues esos actos de “civilidad” en que sonriendo se reparten a pedazos
el país, son la esencia de nuestro Sistema político y contra el cual atentó Gerardo
Fernández Noroña.
Este diputado (por segunda occasion) conocido como
el “Noroña” vio la oportunidad y la necesidad congruente de dejar fuera al PRI de semejante reparto del botín, convenido con el llamado “Pacto fundacional” que no es otra cosa que el pacto de pillos
en que se reparten fuera de la ley lo que pueden, y eso incluye las mesas
directivas de las cámaras. Eso si de manera civilizada, no como pillos mal educados, sino utilizando su nueva ropa, como ahora viste nuestro presidente y sus achichincles.
Todas las razones esgrimidas por Noroña son más
que buenas, ninguna fuera de lugar
ya que el PRI es la esencia de la corrupción mexicana, sus actos despiden hedor y su pasado es de traiciones, mentiras, asesinatos, robos, y claro que en ese caso el pacto de pillos, ahora llamado pomposamente “fundacional” habría terminado, ese pacto que blanquea a los rateros, asesinos y sinvergüenzas más grandes de México, implicaría el
principio del fin de nuestro Sistema político en el que todos los ratas ganan, menos (claro) el pueblo.
Ahora si, en caso de que hubiera triunfado
Fernández Noroña y el PRI, hubiera quedado fuera de la Mesa Directiva como le corresponde conforme el "Pacto fundacional" (¿cuál?), el Sistema habría cambiado y cada partido hubiera tenido que ganar para convertirse en un verdadero partido y no en lo que hasta ahora son, una organización criminal. Esto hubiera desatado una auténtica contienda política. Algo que
Andrés Manuel López Obrador no quiere bajo ninguna circunstancia, pues como buen priista el desea una oposición domesticada con dinero, dinero dado directa e indirectamente al
PRI, al PAN, a Morena y a las restantes organizaciones delictivas que tenemos en engorda en las
cámaras y en todo el gobierno, conforme al Pacto fundacional, que bien puede llamarse Pacto de putas y putos (para utilizar el lenguaje correcto de genero que ahora usan).