“Cuando despertó, descubrió que había ganado el
avión presidencial.” Eso pensaba como una certeza, el día anterior estuvo lleno
de avisos, como siempre nada de suerte, el camión llegó antes de tiempo y se
fue sin él, el siguiente se retrasó casi al que le seguía, en la oficina el
jefe lo esperó para darle el ansiado aumento, pero se enfadó de esperar y
olvidó todo, así que todo parecía perfecto, no podía tener mayor mala suerte.
Ese día escuchó en todos los tonos hablar sobre la rifa, los pocos que faltaban
compraban boletos, sobre todo en grupo pues decían que de esa manera repartían
la “buena suerte”, obvio es que nadie pensó en él, pues nadie quería compartir
su mala suerte.
Un día
antes, tomó con firmeza el billete de quinientos pesos para comprar el
“cachito” dirigió sus pasos a varias agencias expendedoras pero todas estaban
repletas, era una fiebre, los empresarios y políticos se tomaban vídeos al
momento de adquirir sus boletos, no iban por un boleto huérfano, sino por
montones, otros compraban para la reventa que seguro estaría mejor que un
partido Chivas América, los pobretones compraban su boleto y salían disparados
rumbo al trabajo, los turistas veían aquellas multitudes sin poder dar crédito
a sus ojos.
Regresó con el billete de 500 humedecido por tanto
manipularlo pero sin el boleto del sorteo, hasta que una vecina, un poco
angustiada le ofreció en venta un boleto porque su marido había comprado
boletos de más, el número que compró se retorcía de tantos cuatros: 4204464,
era un número fracasado, sin posibilidades de ganar, pero era justo lo que él
necesitaba. Regresó a su casa y sin decir palabra, escondió el boleto,
imaginaba que hablar de él, era traicionarlo y quizás perdería su encanto
mágico.
El trabajo, el estrés, la mala suerte, el tiempo
desperdiciado, la buena suerte, todo en suma lo agotó, el presidente dijo que
el sorteo sería en la conferencia mañanera del sábado para que tuvieran la
máxima oportunidad de verlo, aquello era necesario pues el Presidente había
estado relacionado con algunas encuestas que no eran muy claras, y para evitar
cualquier duda, el sorteo sería de costa a costa y de frontera a frontera,
nadie podría dudar si era testigo del mismo.
Pensando en esto el sueño llegó, el número
aparecía brillante en su cielo “4204464” como un sol, apenas eclipsado por la
frase “Descubrió que había ganado el
avión presidencial.”, también era una oración
refulgente “Avión Presidencial” o “Tocar al Cielo” y sobre todo, la frase “Es
tuyo”, el rostro sonriente de Andrés Manuel López Obrador, parecía verlo
directamente, a él, nada más que a él, su sonrisa extraña parecía ahora
sincera, sin el matiz de confrontación que tanto había visto por decenios, ahora
no parecía tener un número bajo la manga, jugaba con justeza, las frases y el
número aparecían y desparecían, brillantes, puras, diáfanas, limpias, claras.
Antes del sorteo, con un giro casi teatral, dijo
como un soberano de cuento de hadas “He
decidido, aumentar el premio” en algo más a disposición del afortunado o
afortunada”. Todos en la mañanera voltearon entre sí en las sillas en que sus
humanidades reposaban, y entonces el Presidente dijo “He decidido, ya que el
sorteo ha sido un éxito, agregar al premio mayor una Senaduría de Partido, la
primera de lista de nuestro partido democrático, que más amarrada no puede
estar y que lo convertirá en el hombre o mujer más afortunado en México que
pueda sentarse en el Senado y en el avión presidencial”.
Imaginaba a toda velocidad surcando entre las
nubes, sentado en junto a la ventanilla de donde veía el movimiento del avión
contra el suelo, sus familiares caminaban inseguros en los pasillos y Andrés
Manuel López Obrador salía de la sala de pilotos y se dirigía a él con profundo
respeto para preguntarle “Desea otro güisqui” su sonrisa sin burla brillaba, junto
al emblema del sortero que portaba en un pin en la solapa izquierda del traje,
la oración en la base “Tocar el Cielo” bajo un lago, un nopal y la isla de
Texcoco sobre la cual surgía un imponente nopal, realzado con una hoja de olivo,
y erguido sobre todo ello, en lugar de un águila imposible, surgía el avión
presidencial que era comandado por Quetzalcoatl mismo.
Estaba seguro, el sorteo era suyo, para mejorar su
fortuna López Obrador dijo, quien no pueda administrarlo por ser un aparato
demasiado grande o no tenga donde estacionarlo, entonces para eso lo
administrará la Fuerza Aérea Mexicana y al afortunado le dará una renta
mensual, dependiendo de lo que se rente el avión, también el avión podrá ser
recomprado por la cantidad de 60 millones de dólares, así queremos que el
afortunado sea feliz y de aquí…. a tocar el cielo.
Repentinamente, como un resorte, brincó de su cama
para prender el televisor, y lo hizo justo antes de que iniciara la “Mañanera”
del sorteo, su esposa se asustó y al ver el programa se dio vuelta en la cama y
siguió durmiendo.
No le importó, y corrió hacia el escondite y ahí
estaba el número con el que ganaría “4204464”, lo tomó con la mano trémula, y
se sentó a ver la “mañanera”, estaba lleno el salón de reporteros, invitados y
políticos, una primera vista a la audiencia mostraba siete tómbolas de color
áureo, niños “gritones”, y entre los asistentes al evento, brincando de alegría
estaba el Ingeniero Javier González Espriú
con dos boletos que mostraba orgulloso a los asistentes y, desde luego López
Obrador con su pin de “Tocar el Cielo” dando sonrisas al público, había
gobernadores y hasta alcaldes de las principales ciudades, y desde luego los
militares con sus brillantes botas, casi todos los diputados y senadores y los
secretarios de Estado, no podía faltar el Presidente de la Suprema Corte de
Justicia, Ricardo Montreal el distinguido Senador llegó con un costal, no de
dinero, como acostumbra, sino de billetes de lotería para asegurar la victoria.
El primer número gritado correspondió al número cuatro, luego el dos, luego el
cero, para entonces el Ingeniero González Espriú aventó sus boletos y muchos
hicieron lo mismo, después vino un cuatro, y otro cuatro, para entonces la gran
mayoría de los compradores de boleto ya habían abandonado toda esperanza, pero
él, que sabía que iba a ganar, estaba a solo dos números el seis y el cuatro
y el mundo podía seguir, entonces un gritón
movió la tómbola de color oro y el número cayó en la jaula, entonces lo observó
y lo grito “seis”, con voz tan aguda y fuerte, que todo mundo quedó en
silencio.
En ese
momento Andrés Manuel López Obrador dijo, para el último número le pedimos a
una “mano santa” del gabinete que pasé a dar vuelta a la tómbola y así escoja
el último número del sorteo, todos voltearon como diciendo ¿Acaso se refiere a
la Lic. Alcalde? y entonces el presidente señalando dijo “allá está”, es el
licenciado Manuel Bartlett Díaz, y entonces de entre el público salió caminando
Manuel Bartlett y todos los asistentes lo vieron avanzar, hasta que llegó junto
a López Obrador y levantó su brazo esperando un aplauso ensordecedor, pero
nadie aplaudió, entonces el Presidente sonriendo dijo “Aplaudan” y los
funcionarios que eran mayoría empezaron
a aplaudir con todas sus fuerzas, y entonces, todo se apagó, se apagaron las
luces y solo se oía a la tómbola girar, cuando volvió la luz, Manuel Bartlett
sostenía una bola frente a López Obrador quien la gritó “Siete”, el número
ganador es “4204467”, dijo Barteltt.
Estaban
atónitos, cuando una mano se levantó entre la multitud, llevando un boleto, el
ganador, la ganadora, avanzó firmemente entre los asistentes quienes tomaron
miles de fotografías y ella era …. Claudia Sheinbaum, Ricardo Monreal se desmayó
diciendo “otra vez”.
López
Obrador y Sheinbaum sonrieron, nuestro amigo se desmayó diciendo “Me carga la
..”
Unos
preguntaron ¿Qué pasó? Otros contestaron el sistema se cayó, otros rectificaron
solo se calló.
Y así,
México igual.
Por Antonio Limón López.